Pujol, aún en libertad, denuncia «la arrogancia y mentalidad de España» ante el secesionismo de JxSí

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El expresidente de la Generalidad de Cataluña, Jordi Pujol. Archivo Efe

Redacción – Jordi Pujol Soley, el corrupto fundador de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) y ex presidente de la generalidad de Cataluña que aún sigue sin ser detenido ni tampoco ningún miembro de su familia por maltrato a Cataluña y robo organizado desde el Gobierno de la Generalidad de Cataluña, denuncia en una carta abierta la «arrogancia y la mentalidad de España» ante las exigencias racistas de Juntos Por El Sí (JxSí) y la CUP en la comunidad autónoma española de Cataluña. El exlíder xenófobo de CDC, bajo el título «Sobre idiosincrasias y valores en España. Difíciles de encajar» en una nueva entrega en un espacio creado por él mismo en las redes sociales conocido como «Asociación Servivol, pensamiento y conocimiento de la sociedad catalana», pide al secesionismo catalanista «potenciar» y ser valiente «para obliga a España «a abrir la rendija» sino nadie desde las instituciones centrales de la patria hará ninguna concesión al separatismo. «No sabemos cómo irán las cosas dentro de seis meses o cuatro años. Lo que ahora sí sabemos es que sólo será útil una actitud y una acción potentes y persistentes de afirmación catalana. Potentes y bastante inclusivas. Audaces y al mismo tiempo lo suficientemente hábiles, pacíficas y democráticas, suficientemente sólidas y persistentes. Sin embargo en Cataluña nadie le hará ninguna concesión. Ningún caso. Sin embargo no se abrirá ni una rendija. Sólo si el acto de afirmación catalán es potente, las cosas pueden cambiar», firma Jordi Pujol Soley en su carta que reproducimos íntegramente a continuación. Barcelona (España), jueves 15 de septiembre de 2016. Fotografía: El expresidente de la Generalidad de Cataluña, Jordi Pujol. Archivo Efe.

«Sobre idiosincrasias y valores en España. Difíciles de encajar

Hace años que escribí un texto diciendo que una buena solución para el tema de Cataluña en el marco de España era muy difícil. Mucho. Por razones diversas, entre ellas algunas relacionadas con las diferencias de idiosincrasia y también de valores. Es decir, hablaba desde una perspectiva no sólo política. Hablaba del orgullo y la arrogancia de algunos. De la envidia de otros. Y del recelo. De la suficiencia de unos terceros. O de un cierto menosprecio de otros.

Produce reacciones negativas. Pero si somos capaces de asumir que todos tenemos virtudes y defectos puede ser útil reflexionar sobre las actitudes positivas y negativas propias de algunos territorios.

Es delicado atribuir algunas de estas actitudes a un grupo humano concreto. En un determinado colectivo, de los que forman parte del Estado español. Y arriesgado. Produce reacciones negativas. Pero si somos capaces – decía yo entonces – de asumir que todos tenemos virtudes y defectos puede ser útil reflexionar sobre las actitudes positivas y negativas propias de algunos territorios.

Empezamos por Cataluña. De qué se nos acusa desde fuera de Cataluña? De interesados, y también, de un cierto engreimiento. Fruto de un nivel económico y social relativamente alto. A su vez consecuencia, al menos desde hace varios siglos, de una mentalidad productiva. La herramienta y el trabajo, como dijo en Vicens Vives. Una mentalidad que aunque en parte ser valorada positivamente desde fuera de Cataluña también ha sido vista críticamente. A menudo se hace referencia, como visión positiva de Cataluña vista desde fuera, a lo que escribió Cadalso a finales del siglo XVIII en sus «Cartas Marruecas» sobre la diversa manera de ser de los diversos pueblos de España. Decía de los catalanes aquello de «de las piedras sacan pan». Pero el éxito económico y social que Cataluña había ido forjando desde la segunda mitad del siglo XVII y que fuimos capaces de reanudar después de 1714, no se valoraba sólo positivamente, sino también negativamente. Porque se consideraba una manifestación de materialismo. En cambio, entre nosotros producía un cierto sentimiento de autosatisfacción y de suficiencia que nos hacía vez envidiados y antipáticos.

Añádase a esto el hecho determinante de la lengua y del fuerte sentido de personalidad propia que esto da. Propia, de personalidad nacional. La lengua es un hecho capital de la personalidad de Cataluña. De difícil aceptación en el conjunto del Estado.

La arrogancia castellana. Que ya viene de Asturias, y de la Reconquista. Y de la mentalidad que fue configurando. Religiosa y no religiosa. ( «España se Asturias y el resto se terreno conquistada a los moros») – Y de hechos históricos que hicieron de Castilla (y de la España configurada por Castilla) un Estado en todos sentidos muy importante y con un cierto mesianismo. Desde América hasta la Contrarreforma, pasando por el papel hegemónico en Europa durante exactamente un siglo. Que la posterior decadencia no amortiguó. La hizo más cerrada y resentida, pero no menos arrogante. Ni menos intransigente y hostil a la diferencia. Más intolerante.

Castilla tiene motivos para el orgullo. Su contribución a la cultura y la historia universales han sido muy importantes. Muy importantes. Han tenido grandeza. No tiene sentido ignorarlo, o ridiculizarlo por las deformaciones o caricaturas que ella misma a veces ha hecho. Es erróneo, contraproducente, injusto y poco inteligente no valorar la aportación que Castilla ha hecho en el Mundo. Pero eso no le da derecho a la arrogancia ni al rechazo. Un rechazo que la perjudica. «Desprecia cuanto ignora».

Se podría decir que en España hay más diversidad que la mencionada en este escrito. Y es cierto. Pero lo que a estas alturas sacude seriamente el Estado son los hechos colectivos aquí mencionados. Que no se pueden difuminar con un «café para todos». Esto fue un invento que ya todo el mundo sabe que no respondía a la realidad y que ha sido contraproducente.

El papel y el juego de Andalucía. Y su problemática. Que el primer Presidente (preautonómico) de Andalucía – Plácido Fernández Vargas – explicó bastante bien en 1979 diciendo «Me pregunto como Andalucía empezar el siglo XIX siendo una de las regiones más ricas de España y el plazo siendo una de las más pobres. «Y añadía que esto era así a pesar de que la presencia andaluza en la política española durante todo el siglo XIX había sido muy importante. Mucho más importante que la de Cataluña. Y ahora mismo en el debate español se habla de Andalucía como problema político, económico y social. Desde la crítica a un insuficiente esfuerzo de crecimiento económico y en la oposición a todo lo que pueda significar un reconocimiento de la diversidad española (y muy especialmente con respecto a Cataluña).

Pero por otro lado hay un hecho incontrovertible que es el gran progreso que ha habido en Andalucía durante los últimos 40-50 años con mucho apoyo de la Administración española y muy beneficiada por las ayudas europeos, pero con ello solo defecto sería suficiente. Sólo hay que comparar el cambio que ha hecho Andalucía con el estancamiento que sigue habiendo en el sur de Italia. Una diferencia que se explica por el que se dijo «el efecto Lepe y Cartaya» ejemplo de economía y de sociedad dinámicas y productivas como referente y proyecto por el conjunto de Andalucía. Una visión prometedora pero con peligro de que se enquiste. De que el esfuerzo de superación no sea lo suficientemente sostenido. Y que reavive la tentación de buscar un enemigo exterior. Esto provocaría un perjuicio general. Por el progreso general y para la convivencia. Y por la misma Andalucía.

Existe el País Vasco. Un pueblo de una muy fuerte personalidad. Ha conservado una personalidad muy fuerte. Que ha dado a su conciencia colectiva un sentimiento de orgullo. No al estilo castellano. Pero sí con un punto de distancia.

El caso es que Euskadi se mantiene al margen en más de un sentido de España y obviamente de Cataluña. Durante siglos, y ahora mismo, por la situación especial institucional, política y fiscal de Euskadi dentro del Estado español. Y de hecho por mentalidad. En realidad la situación de Euskadi en el marco español tiene un fuerte componente confederal. Y respecto a Cataluña la actitud de Euskadi de hecho es reticente. No es arrogante ni envidiosa. Pero podría ser que pensaran que los catalanes no son capaces de resolver bien sus problemas pero que sí tienen suficiente capacidad de afirmación para torcerse el gallinero. Lo que los vascos no les interesa. Porque ellos tienen una situación de privilegio. Ganada a través de la historia. Que se debe respetar. Pero todo ello alimenta su recelo respecto a que según qué pudiera cambiar en la ya muy antigua estructura del poder español. Y del papel particular que tiene Euskadi. Todo esto no debe provocar sentimientos negativos en Cataluña. Simplemente nos debe hacer entender que su situación es diferente. Y que por lo tanto como es lógico miran en otra dirección.

Y así se entiende que la reivindicación independentista haya pasado a segundo plano. De hecho disponen de un marco político y financiero que les permite fortalecer su identidad y practicar una política social y económica adecuada a lo que el país es y quiere ser.

Cataluña encuentra o encuentra poca comprensión en el conjunto del Estado. Y ahora España está nuevamente orientada hacia la gradual pero fuerte residualización de Cataluña.

Tres últimas consideraciones. Se ha dicho muchas veces que la política española se ha regido a menudo por un eje: Bilbao, Madrid, Sevilla. Un eje que en algún momento se ha definido como «el pacto del Betis». Una afirmación que habría que analizar y matizar. Por ejemplo, Bilbao es también el Cantábrico (a través del cual nos volvemos a encontrar en el papel que históricamente ha jugado Asturias). Y de Sevilla, o de Andalucía de la que hay que contemplar la doble realidad por un lado popular y por la otra de estructura social y política. Y del peso que en muchos momentos de la historia de España han tenido precisamente sectores importantes de la sociedad andaluza.

Hay otro eje en España capaz de jugar un papel importante. El del corredor mediterráneo. Y que además tiende a relacionarse con el centro de Europa. Es el eje que desde Castilla, o desde Madrid, se ha calificado a veces con un deje de desconsideración de «levantino» y que a menudo se ha tratado de frenar. Un ejemplo reciente y clamoroso de ello ha sido la política ferroviaria del Estado y el esfuerzo constante de crear tensión entre Cataluña y Valencia.

Se podría decir que en España hay más diversidad que la mencionada en este escrito. Y es cierto. Pero lo que a estas alturas sacude seriamente el Estado son los hechos colectivos aquí mencionados. Ahora, y desde hace muchos años. Que no se pueden difuminar con un «café para todos». Esto fue un invento que ya todo el mundo sabe que no respondía a la realidad y que ha sido contraproducente.

El camino está cerrado. No sabemos cómo irán las cosas dentro de seis meses o cuatro años. Lo que ahora sí sabemos es que sólo será útil una actitud y una acción potentes y persistentes de afirmación catalana.

De todo esto podemos sacar una conclusión. Y es que Cataluña encuentra y encontrará poca comprensión en el conjunto del Estado. Encontrará apoyo, sólo, por lo que indefectiblemente deben darnos porque de lo contrario habría un grave perjuicio general. Y ahora España está nuevamente orientada hacia la gradual pero fuerte residualización de Cataluña.

Cabe decir que consideraciones como las de este escrito han estado presentes en los intentos constantes que desde Cataluña se han hecho para conseguir un encaje positivo de Cataluña en España. Positivo para todos. Ahora esto está del todo atascado. El camino está cerrado. No sabemos cómo irán las cosas dentro de seis meses o cuatro años. Lo que ahora sí sabemos es que sólo será útil una actitud y una acción potentes y persistentes de afirmación catalana. Potentes y bastante inclusivas. Audaces y al mismo tiempo lo suficientemente hábiles, pacíficas y democráticas, suficientemente sólidas y persistentes.

Sin embargo en Cataluña nadie le hará ninguna concesión. Ningún caso. Sin embargo no se abrirá ni una rendija. Sólo si el acto de afirmación catalán es potente, las cosas pueden cambiar. [Este escrito es de abril del año pasado. Hace un año y medio. Pero que la evolución general española desde entonces no la invalida]», sentencia el líder corrupto xenófobo secesionista catalanista Jordi Pujol Soley.