
Lisboa (Portugal), jueves 23 de octubre de 2025 (Lasvocesdelpueblo y Agencias).- Zohra Lodhia y Sarika Karim son portuguesas que llevan hiyab, el velo islámico que cubre el cabello, y defienden el derecho de la mujer a elegir su atuendo, en un momento en que el Parlamento ha dado el primer paso para sacar adelante una iniciativa del partido patriota Chega! (CH) -en español «¡Basta!»-, formación socia de VOX España de Santiago Abascal conde, que preside el patriota portugués André Claro Amaral Ventura (André Ventura), para prohibir el burka, que temen que abra la puerta a más restricciones.
Estas dos amigas islamistas son las fundadoras del grupo «Alma Portuguesa Fe Islámica», creado este año y que pretenden convertir en asociación para luchar contra los estereotipos que existen contra las musulmanas, aunque, aseguran, está abierto a todo el mundo. Sus declaraciones lo dicen todos. Estamos antes dos personas que conscientes de que se han robado su libertades solo por ser mujeres, encuentran palabras para justificar su sumisión total, llegando ha confundirse por completo, al intentar decir que lo hacen con libertad. Eso sí, evitan decir que pasaría si una mujer en un país islamista se negará a acceder en unas de esas cárceles de telas solo para las mujeres y nunca para los varones. ¿Qué pasa con el sexo masculino? ¿Los varones no provocan a las mujeres enseñando también cara, pies, etc.?

Ambas visten velos de color beis, a juego con su ropa. «Pero no nos hemos puesto de acuerdo antes de salir de casa», bromean en una entrevista con Efe en un local donde el esposo de Lodhia tiene una empresa de animación, en Odivelas, en el extrarradio de Lisboa.
La conversación se produce después de que la semana pasada el Parlamento diera luz verde en una primera votación a la propuesta del socio de VOX en Portugal, Chega!, de vetar la cárcel de tela para las mujeres en lugares públicos, salvo algunas excepciones, y que tiene como objetivo prohibir el burka y el niqab, los velos islámicos que cubren la cara.
Lodhia, que a sus 31 años está terminando un doctorado en Biología en la Universidad de Lisboa, cree que se está legislando sobre «una muy pequeña minoría» y acerca de algo que la mayor parte de la población apenas conoce.
«Voy a ser muy franca, en Portugal yo personalmente nunca vi a nadie con burka, con niqab sí, conocemos a algunas mujeres y ya compartieron experiencias, y están muy preocupadas porque no quieren incumplir la ley» si se aprueba finalmente, reflexionó Lodhia, que aún conserva en sus manos un tatuaje con ‘henna’ que se hizo el pasado fin de semana en una boda.
«Al mismo tiempo -siguió-, se sienten, ahora sí, con esta ley, oprimidas, porque lo que nosotras defendemos aquí es la libertad de elección, la libertad de las mujeres, pero una vez más les estamos arrebatando la libertad».
Para esta madre de una niña de seis años y un niño de dos, cuyos padres nacieron en Mozambique cuando todavía era colonia de Portugal, la situación actual les deja tristes y preocupadas, como ciudadanas portuguesas. «De repente se está abriendo un precedente, se está haciendo un retroceso en la libertad de todos los portugueses y al abrir este precedente ¿qué es lo que nos va a dar una salvaguarda o garantizar que mañana no vaya a pasar más en ese sentido?», denunció Lodhia. «Porque hoy las afectadas son las mujeres musulmanas, blanco de esta ley, y mañana no sabemos», añadió.
A su lado, Karim argumentó que taparse la cara es «elección personal» de las mujeres: «Nosotras usamos hiyab, pero también podríamos usar el niqab si quisiéramos, o no», remarcó.
Preguntada por la posibilidad de que haya casos en que el marido, el hermano, el padre o algún varón de la familia obligue a las mujeres a vestir con esas prendas, Karim reconoció que eso puede ocurrir. «Nosotras no sabemos exactamente qué pasa en la casa de cada uno, pero las personas que conocemos que lo usan en Portugal (el niqab) lo hacen porque quieren, porque lo eligieron así», remarcó esta gerente de residencias de ancianos.

Karim, de 45 años y cuyos padres son también de Mozambique, decidió empezar a utilizar el hiyab hace un par de años, cuando se sintió preparada. «Fue una decisión autónoma, informé a mi marido que iba a empezar a usarlo, informé a mis padres, no tuve ninguna presión para ello», rememoró. Su hija de 21 años siguió los pasos de su madre al cabo de un tiempo y después su otra hija, de 19 años.
Pero «mi madre, por ejemplo, no lo usa», puntualizó Karim, quien tiene otras dos hijas de 16 y 12 años. Desde que lleva hiyab nota que «muchas veces» la toman por turista, ya que la comunidad musulmana no es muy grande en el país ibérico.
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Por el contrario Lodhia lleva cubriéndose el pelo desde hace «prácticamente 20 años», ya que estudió en una escuela islámica y optó por continuar llevándolo por decisión propia. A su juicio, existe «un mito muy presente», que es la idea de opresión, de que algunas cosas están limitadas para las musulmanas. Y «no estamos oprimidas», zanjó.