
Barcelona (Cataluña) Reino de España, domingo 24 de agosto de 2025 (Amaya Guerra).- En el periodo 2020-2021, España pasó un año encerrada en casa ilegalmente, causando aumento de suicidios, autolesiones, empeoramiento de enfermedades mentales y físicas, y la destrucción de 100.000 empresas. El encarcelamiento doméstico constituye una violación de derechos civiles; sin embargo, el derecho que prioriza el siglo XXI, es el cambio de genitales, no aquel que te define como ciudadano, que te diferencia de un esclavo. Buena parte de la población se comporta como si el internamiento ilegal (en época de relativismo, ¿importa siquiera el concepto de legalidad?) hubiese ocurrido en la Edad Antigua, y por ello ya no fuese relevante o denunciable. Sólo parece ser digno de consideración, lo ocurrido desde que amaneció hoy.
Cuando ocurrió la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) en Valencia, el gobierno tardó 4 días en reaccionar, porque en España nadie actúa a tiempo, porque es difícil saber de cuál de las 17 Españas es el turno (no existe unidad ni cadena de mando), y porque el sistema burocrático, mantenido con millones de euros que el ciudadano es coaccionado a pagar, genera más problemas de los que resuelve. Cuando el gobierno decidió levantarse de la cama, casi 100 horas después de que los valencianos nadaran en lodo, lo hizo ofreciendo medios mínimos: el panorama era tercermundista, una catástrofe natural enfrentada en buena parte por anónimos con una pala.
Desde hace más de una década, autónomos que han pasado 40 años abonando 300 € mensuales en concepto de Seguridad Social, son dados cita en la Sanidad pública a 2 semanas vista para el médico de familia, 3 meses para el especialista, y para el cirujano… cuando llega el día, el enfermo en ocasiones ha muerto.
Ahora España arde, y la respuesta gubernamental resulta de similar pasividad. Resulta inevitable plantear que el fuego ha sido provocado, por un grupo coordinado, cumpliendo cierta agenda política. ¿Con qué fin retribuimos salarios pingües a políticos de 23 ministerios, y medios de emergencia?
Pese a todo lo expuesto, el Estado fallido, el pillaje y desfalco estatales, al arribar ilegales (por mar o aire), los recursos proveídos son opíparos y se encuentran preparados antes de la llegada de los invasores. De la misma forma, la masa de sanguijuelas que habitan nuestra España (extranjeros, y nacionales pertenecientes a ciertas minorías), reciben un subsidio con puntualidad. Extrañamente, la burocracia siempre es eficiente con ese fin: que miles de personas prosigan hundiendo la Nación. Con ello, se alimenta la mentalidad de gandulería, el infantilismo, victimismo y dependencia, se forjan despojos humanos; con consecuencias a largo plazo y ardua reversión. En definitiva, el Estado orquesta, gestiona, la explotación del ciudadano honrado (utilizando la multa y la cárcel como chantaje), para regalar los frutos de su trabajo a las voluntarias clases pasivas. Quien no trabaje, que no coma (2 Tesalonicenses, 3: 10).
Una incógnita más gravosa, es por qué la población civil no organiza una manifestación nacional (como ocurrió tras el 11M —Atentado yihadista del 11 de marzo de 2004 en Madrid, el mayor ataque terrorista en la historia de España, en el que diez explosiones simultáneas en trenes de Cercanías provocaron la muerte de 193 personas y más de 2.000 heridos—), acompañada por una huelga general, exigiendo la dimisión del gobierno. ¿Qué ha de suceder para que los españoles se responsabilicen de España, descubran que los políticos son nuestros empleados, y los lleven a los tribunales por traición a la Patria, y estrangulamiento de cada habitante íntegro?
El motivo del silencio de la ciudadanía, puede deberse a que los valores del siglo XXI, los elementos intocables, son redes sociales, cerveza y playa, centros estéticos, rebajas y fútbol. Mientras ellos continúen accesibles, el rebaño proseguirá anestesiado, sin incomodar a la cúpula de poder. La razón del silencio de los esclavos, también puede ser que al gobierno izquierdista se le transige cualquier hurto, negligencia, bellaquería. No importa el pecado, sino quién es el pecador. ¿Qué estallido visceral se habría producido, qué embestidas perseverantes hasta su derrocamiento, habría recibido un gobierno conservador, si hubiese ilegalmente un año retenido a la población en un campo de concentración domiciliario —confinamiento en España por la pandemia de COVID-19—, si no hubiese desplegado a medio Ejército en la provincia de Valencia y en menos de 24 horas, si dejase el monte ser exterminado por el fuego, si firmase un catálogo de corrupciones digno de la mafia italiana?
Una democracia no es tal, la Libertad y la mayoría de edad ilustrada no existen ni importan, si el pueblo sólo clama una vez cada cuatro años, si se doblega mudo y sonriente a vejaciones y aniquilación. No se defiende, no se yergue, si el homicida es izquierdista, y a cambio recibe narcosis, pan y circo.
Amaya Guerra