¿Acaso no vemos ni pensamos?

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FOTOGRAFÍA. CÓRDOBA (ESPAÑA), 28.07.2020. Una madre y su hija, ambas protegidas con mascarillas, en un parque de Córdoba. Efe

¿Cómo es posible que tanta gente, tanto periodista, tanto comunicador y twittero sigan diciendo o escribiendo la expresión «nueva normalidad»? Es de una estulticia infinita la expresión en sí misma y es muy borreguil repetirla como descerebrados, o sea, no pensantes.

Expresión errónea, producto de algún desafortunado publicista o de un ignorante asesor político. Llamar a la situación actual «normalidad» (sea vieja, nueva o futura) es, cuando menos aberrante. Si lo que tenemos en este país llamado España es normalidad, que baje Dios y lo vea.

¿Acaso lo que vivimos, vemos, oímos, hacemos; lo que nos imponen, nos reprimen, nos dicen y desdicen, nos exprimen y nos expolian, nos coartan y nos mienten es normal?

¿Es normalidad el caos que nos desgobierna? ¿Es normalidad que el gobierno no gobierne, que la justicia no justicie, que la educación no eduque, que la sanidad no sane, que la sociedad no socialice?

¿Es normalidad que gasten los dineros del pueblo para comprar adinerados, multiplicar el despilfarro mientras se empobrece a multitudes, todo por fanatismo, ambición y sueños de fama?

Prolifera el hambre y la miseria para favorecer sometimiento, se multiplica la limosna pública al servilismo y el voto. ¿Normalidad?

¿Es normalidad endeudarse por no saber administrar, gastar sin control, sin medida y en memoria de escarnio lo que no se tiene de privando así a la inmensa mayoría en beneficio de unos cuantos ganapanes sin escrúpulos?

Corrupción no es tanto cuestión de dineros cuanto el mal uso del poder. ¿La corrupción política y gubernativa sin control, es normalidad?

Gobernar es buscar, promover y cuidar el bien común. Cuando se gobierna en beneficio propio, sin atender a ese bien y atendiendo a lo, los, éstos, no los otros; diferenciando, separando, discriminando por color político, por afinidad ideológica, por cautivar votos y prebendas, comprar TVs y medios informativos, por complacer a plutócratas foráneos que te asesoran, etc. y todo con el dinero de los depauperados; eso es el culmen de la corrupción. ¿Normalidad?

Ahí estamos.

Corrupción en política es mentir por sistema a los ciudadanos. Corrupción en política es manipular tanto a la justicia como a todos los estamentos del Estado. Corrupción en política es desatender lo urgente dedicándose a crear tapaderas para todo lo antidemocrático y corrupto que rodea, penetra y afecta al gobierno y sus manejos.

Corrupción es llamar normalidad nueva o vieja a todo lo anormal que constituye la vigencia de nuestro estado actual. “Nueva normalidad” es el colmo de la estupidez hecha política; nada extraño, en todo caso, hoy, aquí y ahora.

Yo apelaría a toda la ciudadanía que cree y desea la justicia, la verdad y la belleza, para que, sea del color, profesión, tendencia o redes que sea, reserven la estúpida expresión para su dueño, inventor y difusor. Que le marque con indeleble signo su tal estulticia.

Los españoles, por malévolas circunstancias estamos en dos nuevas, distintas, especiales anormalidades; una inevitable, la otra está poniendo a prueba el seguidismo o el borreguismo de los engañados o fanáticos votantes del invento. Esta segunda es soslayable, con criterio y sentido común podemos librarnos de ella pues nosotros jugamos las cartas que el destino baraja. El hombre prudente sabe defenderse aunque necesitemos ser un poco locos hoy si queremos salir bien parados. Solo el débil soporta lo que el destino le impone. Nos queda la desobediencia civil.

Isidro García Getino (Drociano)