Ahora los Gobiernos sólo fomentan la discordia, el egoísmo, hasta la destrucción del Estado y de la Nación

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Ana Maria Torrijos / Foto Archivo 'Lasvocesdelpueblo'
Ana Maria Torrijos / Foto Archivo ‘Lasvocesdelpueblo’

Ana María Torrijos: La administración ya no es donde impera la verdad, los gobiernos ya no son quienes aúnan los esfuerzos, ahora sólo fomentan la discordia, el egoísmo, hasta la destrucción del Estado y de la Nación.

El hombre no puede, en ninguna situación, mostrar desprecio al hombre, a sus preocupaciones y a sus verdaderas necesidades porque nada puede ser relativo. Pero los dirigentes políticos, al estar en campaña electoral, se transforman, y sus discursos, propuestas e incluso también sus debates rezuman una circunstancia, que les aleja de la realidad y de los puntuales problemas de los ciudadanos.

En esta coyuntura, persiguen la comodidad momentánea de ellos y los suyos sin que les motive la razón por la que fueron elegidos, el bienestar de toda la sociedad; de ahí que sus promesas en campaña sean muchas veces tardías, oportunistas, simple cebo para capturar al electorado, en ocasiones hasta utópicas e inviables por falta de presupuesto.

El calendario de los comicios es tan exhaustivo y diverso que nos mantiene en una continua campaña, interrumpe la gobernabilidad y diezma el presupuesto público, haciendo que sea un elemento más de la descomunal maquinaria administrativa, candidata a sufrir una rápida y profunda reforma para no vivir y trabajar los ciudadanos únicamente para ella.

Hemos invertido los valores que constituyen la democracia misma: para muchos la política ya no es un servicio temporal, es una profesión a largo plazo con todo el deterioro que conlleva, el erario público ya no es un instrumento para ofrecer bienestar, para mejorar un país, para ayudar a los más desfavorecidos, ahora es un fondo infinito destinado a llenar las arcas de los que se llaman «servidores» del Estado. La administración ya no es donde impera la verdad, la justicia, ahora la domina el engaño, el cinismo, y finalmente los gobiernos ya no son quienes aúnan los esfuerzos, quienes animan a los ciudadanos a trabajar, quienes protegen los derechos. Ahora sólo fomentan la discordia, el egoísmo, hasta la destrucción del Estado y de la Nación.

Nuestra democracia ha rodado lo suficiente para saber lo que nos perjudica o favorece, por lo tanto, alcemos la voz por encima de los saltimbanquis que están trazando lo que tenemos que ser, y desempolvemos nuestro sentido de pertenencia, ellos están obligados a consultarnos en aquellas decisiones que trastocan nuestro sistema institucional; no pueden hacerlo a nuestras espaldas, en reuniones secretas, sin transparencia, a gusto de unos pocos porque están jugando con nuestro futuro, y es más deplorable cuando muchos de esos señores y señoras no alcanzan el nivel académico ni profesional conforme al puesto gubernamental que ocupan.

Algunos comentaristas políticos, ante las recientes encuestas de intención de voto, plantean la desaparición del bipartidismo, y a continuación, con pronta rapidez, muchos, incluidos los representantes públicos, aplauden y abogan por su continuidad, dos partidos mayoritarios; y el presidente del gobierno se le ocurre apuntalar sorprendentemente a esos dos partidos, que han facilitado el deterioro del sistema, diciendo que ambos han dado y darán estabilidad al país.

Esta afirmación es un fiel reflejo de la languidez a la que ha llegado la actividad política.

Si dejamos a un lado la demagogia y los intereses ideológicos, constatamos, que la delicada situación presente la debemos en parte a ambos Partidos; pero quiero romper ese cliché que nos proyectan a través de los medios de comunicación: televisiones y emisoras de radio públicas a mansalva, prensa escrita mayoritariamente subvencionada por el poder, y lo más sangrante son los políticos-marionetas cuyo único carburante de movilidad se lo suministra la maquinaria de la fuerza política correspondiente, y para conseguir romperlo sólo basta dejarse acompañar por la verdad.

Pero eso sí, después de analizar la discutible ley electoral, entonces se aprecia que el proceso de gobernabilidad ha recaído en un triángulo nocivo para el funcionamiento del Estado. Este trípode se apoya, desde el principio de la democracia, con dos de sus soportes en las siglas centradas, en la derecha y en la izquierda, llamadas democráticas y el tercer soporte lo protagoniza el Nacionalismo; una combinación sugerente, mitos inventados por mentes complejas y la involución de lo que es la verdadera derecha y la verdadera izquierda democrática.

Los ciudadanos debemos alegrarnos de haber comprendido a tiempo esta realidad la que nos permitirá y obligará a abrir las puertas de los compartimentos a los que ha quedado reducido nuestro país, y luego hacer entrar la esperanza por la verdadera esencia de la democracia.

Nuevas opciones políticas aparecen. Sepamos distinguir dónde está la eficacia en el gasto público para descartar cualquier señuelo vacío, lleno de promesas imposibles de realizar. Algo es firme e inamovible: hemos de confiar en nuestro esfuerzo y trabajo, de ahí obtendremos una economía de realidades porque la mejor oportunidad está por llegar.

Ana María Torrijos

Redacción – Ana Mara Torrijos