Colas de hambre de invierno en España

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FOTOGRAFÍA. BARRIO ALUCHE (MADRUD) ESPAÑA, 08.12.2020. Una persona espera en la fila para recoger alimentos proporcionados por la Asociación de vecinos de Aluche. Efe 

Efe – Las personas sin techo, que engloban no solo a aquellas que están en situación de calle, afrontan este año un invierno mucho más crudo e incierto. Hay un repunte de desahucios y el índice de ocupación de la red de acogida pública y privada en Madrid supera ya el 90 % de su capacidad. Madrid (España), martes 8 de diciembre de 2020.

Los centros habilitados para la campaña del frío por el Ayuntamiento de Madrid, la más potente de todo el país, se han mantenido abiertos por primera vez durante todo el año (en lugar de cerrar el 31 de marzo y reabrir el 25 de noviembre) y se han reforzado los recursos en esta campaña y en la siguiente de 2021.

Pese a los esfuerzos del sector público y privado, la Federación de Entidades y Centros para la Integración y Ayuda a Marginados (Faciam), que atendió en el año 2019 a casi 4.000 personas y en 2020 ha registrado un aumento de la demanda, advierte que empieza el frío con casi todas las plazas ocupadas, más del 90 %.

MUCHA INCERTIDUMBRE Y UN INVIERNO MÁS CRUDO

«¿Qué va a pasar si sigue habiendo más personas sin hogar, si sigue habiendo más desempleo, más desahucios por impago de habitaciones y viviendas… ? Hay mucha incertidumbre ante esta realidad», subraya a Efe Susana Hernández, directora de Faciam, integrada por diez entidades de la iglesia que trabajan desde hace 40 años en este ámbito.

Subraya que los sintecho no son solo aquellas personas que viven una situación de calle sino también aquellos que viven en chabolas, en un asentamiento ilegal, etcétera: «Hay muchos niveles de sinhogarismo».

Ahora mismo, añade, se está dando un «rebrote» de casos por desahucios de alquiler e incluso familias enteras han llegado a las puertas de Faciam.

MARÍA JOSÉ, CUATRO AÑOS EN LA CALLE SIN DORMIR POR MIEDO

María José, de 56 años, acogida ahora en un centro de día de Cáritas, recuerda con terror lo que es la calle. Pasó cuatro años con tanto miedo a que le hicieran daño que no dormía, explica en una entrevista con Efe.

Trabajó en Canal Plus y Gol TV, pero a los 34 comenzó con las drogas y lo perdió todo, incluida su familia que la echó de casa. Consiguió rehabilitarse, pero a los diez años tuvo una recaída y con 48 años se vio sola en la calle.

Fue «muy doloroso» y empezó a cometer pequeños hurtos para su adicción. Después se trasladó al poblado de Valdemingómez, un lugar «inmundo», donde convivía con un camello y, a cambio de pequeñas tareas domésticas y de menudeo, él le brindaba protección.

A continuación entró en la cárcel. «Estuve tres años menos un mes. Un tiempo muy largo que fue una esclavitud, no puedes expresarte ni opinar, siempre tienen la razón ellos. Es una absoluta falta de libertad, no solo física de estar entre rejas sino a nivel de palabra», señala.

En estos momentos se encuentra bien: «Estoy arreglando las cosas despacio, sin agobiarme para sentirme bien. Despacito pero sin pausa».

El centro de Cáritas donde se encuentra brinda atención psicológica, hay trabajadores sociales y abogados.

NO SON SOLO FACTORES PERSONALES SINO ESTRUCTURALES

Advierte Susana Hernández que hay que desterrar del imaginario social la idea de que un sintecho está en la calle porque quiere -«vago, alcohólico, con una enfermedad mental-» porque olvidamos que siempre es una realidad complicada y compleja.

Detrás de estas situaciones hay factores no solo personales, que también pueden existir (divorcio, muerte de un hijo), sino elementos estructurales o de contexto como es vivir una crisis económica en 2008 o ahora la pandemia.

«La política de vivienda en España favorece el sinhogarismo: el precio de la vivienda, el escaso parque de vivienda pública, el entender la vivienda más como un bien de inversión que como un bien social…».

¿EL FRÍO MATA?

En 2019, según datos del Samur Social, una persona murió a causa del frío en Madrid, recuerda Susana Hernández.

Sin embargo, «más que el frío, vivir en la calle mata: la esperanza de vida de un sintecho es unos 15 años menor. Vivir en la calle destroza tu salud física y psicológica y la posibilidad de tener esperanza en un futuro, llega el momento en que dejas de soñar», concluye Hernández.