El diestro Alejandro Talavante salió triunfador de la tradicional Corrida Picassiana de Málaga

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EFE – El diestro Alejandro Talavante salió triunfador de la tradicional Corrida Picassiana de Málaga, en la que actuaba como único espada, y en la que estuvo cumbre, sobre todo, en la faena al cuarto toro, de la ganadería de Garcigrande, al que cortó las dos orejas. <Fotografía: El diestro Alejandro Talavante, en la faena de muleta a su cuarto toro al que ha cortado dos orejas, en el cuarto festejo de la Feria de Málaga 2015, en la corrida Picassiana, que se celebra en la plaza de «La Malagueta» donde lidia seis toros en solitario. Foto/Efe>.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Fuente Ymbro, Victoriano del Río, un sobrero de Jandilla (sustituto de uno Juan Pedro Domecq, inutilizado durante la lidia) Garcigrande (reseñado inicialmente como quinto toro, aunque se lidió en cuarto lugar al inutilizarse el titular de Daniel Ruiz y un sobrero de Lagunajanda, y correrse turno), La Quinta y Torreherberos, de juego muy desigual.

El balance de Alejandro Talavante, que actuó como único espada, fue el siguiente: silencio, ovación tras leve petición, silencio, dos orejas, vuelta al ruedo y ovación. En cuadrillas, Juan José Trujillo saludó tras banderillear al quinto. La plaza rozó el lleno en los tendidos en la tradicional Corrida Picassiana, cuarta del abono de la feria de Málaga.

COMO LAS PINTURAS DEL GENIO

Mujeres, toros y pasión. Posiblemente los tres pilares en los que se basara la inspiración del genio Pablo Ruiz Picasso. Fucsias, rojos, naranjas y blancos se fusionaban a lo largo de las tabas del ruedo de La Malagueta rindiendo honores al genio malagueño.

Hasta en las banderillas se plasmó el cromatismo. Tonos con rostros de féminas que, de alguna manera, pasaron por la vida de Picasso, y desnudos femeninos contemplados por el minotauro. Hasta el ruedo parecía elevarse al estar pintados los bajos del estribo de color albero. Las rayas también tornaron su color en un sangre de toro.

Todo lo posible para honrar «al mejor artista del siglo XX que es también el mejor aficionado del siglo» como definía al pintor en una entrevista reciente el propio Talavante, el otro protagonista del tarde, engalanado con un precioso traje azul rey bordado con motivos picassianos, que recordaba mucho al que el propio Picasso diseñó para Luis Miguel Dominguín.

Lo de los toros es otro cantar. La primera en la frente para librarnos de los malos pensamientos, dice el catecismo. Y aunque en el capote lanceó a su primero por verónicas de muy buen calado y realizó un quite por gaoneras muy atrevidas, el animal se apagó en el caballo. Se dio al arrimón y, entre los pitones, intentó hacer lo imposible, pero sólo obtuvo silencio.

En el segundo la tónica fue parecida. El de Victoriano del Río tenía movilidad pero manseaba. El diestro hizo gala de su oficio y ligó series sacando petróleo de un toro que apenas ofrecía facultades. Ovación y leve petición.

En el tercero empezó el cambalache. El toro titular fue un precioso jabonero de Juan Pedro Domecq, pero una lesión ya en el ruedo hizo que fuera devuelto y saliera en su lugar el primer sobrero, del hierro de Jandilla, que no tuvo ni fuerza ni fondo. Talavante abrevió. Silencio.

El cuarto fue un castaño de Daniel Ruiz que se partió el pitón por la cepa y tuvo que salir ‘Feral’, de Lagunajanda, que también se lesionó. Por él, se corrió turno y salió el de Garcigrande, y con él, aunque al principio nada parecía, llegó el delirio.

Vaya maestría de Talavante en los medios a base de mando, temple, torería. Hasta de rodillas se puso el matador para cuajarle un faenón mientras sonaba ‘El toreador’ de la Ópera de Carmen de Bizet. Dos orejas. El quinto, de La Quinta, y anunciado inicialmente como sexto a lidiar, salió con poquita fuerza y sin fijeza en la capa. En la muleta se lo llevó a los medios Talavante y, con suavidad, elegancia y temple, fue encarrilando poco a poco su actuación.

Al toro le faltaba transmisión, pero él se encargó de ponerla a los sones de ‘Cielo Andaluz’. Fue intentando meterlo en el canasto aunque el cárdeno no estaba por pelear. Fue a por la espada y agarró una estocada algo desprendida. Hubo una leve petición, pero no mayoritaria, y tuvo que apostar en el sexto lo que le quedaba.

Y en el sexto, de Torreherberos, toreó muy acompasado a la verónica, pero la condición del toro no ayudó mucho. Lo más llamativo fue cuando Raúl Ramírez ‘El Peque’ hizo el salto de la garrocha. Brindó su muerte al público, y como el pundonor y el buen gusto le sobran al diestro de Badajoz lo intentó hasta que pudo.

Si con lo poco que dieron los toros se vio la magia que se vio, lástima que los cornúpetas no dieran un poquito más. Aún así, bravo por Talavante por su apuesta y por no dejarse nada en el tintero.