Barcelona (España), miércoles 27 de diciembre de 2023 (Luis Torres Píñar).- Y el rey Felipe VI «el Títere» habló. Seguro que no soy el único al que se le puso cara de «gilipollas», cuando escuché al cristobita monarca dirigirse a los españoles e intentar transmitirnos un mensaje de paz navideña, que ni sus titiriteros se creen.
Es posible que al vivir en un palacio la percepción de la realidad se distorsione, quizá demasiado, pero eso no disculpa sobre la innegable realidad de quienes vivimos día a día en Cataluña o Vascongadas especialmente. Una vez leídas la críticas favorables y adversas, no dejo de asombrarme del interés por un lado de los políticos y por otro de los periodistas.
Sus correligionarios aprueban sus espurias opiniones
Los políticos analizan según sus propias conveniencias sin impórtales lo más mínimo de lo que ha dicho el monarca en uno u otro sentido. Cada cual aproxima el ascua a su sardina, dando por seguro que sus correligionarios aprueban sus espurias opiniones.
Los periodistas, cada cual obediente con su línea editorial, pretenden realzar aquellas frases que, según ellos, Su Majestad ha querido hacer especial énfasis en un ejercicio de rigor constitucional, del cual él, es el primer valedor.
Después de los dos grupos mencionados (políticos y periodistas) estamos aquellos analistas de negativistas convicciones, que repasamos lo que el monarca ha leído que, a su vez ha propuesto a Moncloa y ésta, examina, enmienda y aprueba el contenido final. O sea, una insalvable y democrática censura. ¿A quién le pertenece el mensaje de Navidad?
Pues más de lo mismo e intento explicarme. En su mensaje navideño Felipe VI literalmente dijo —entre otras frases:
«Este año, nuestra Constitución ha cumplido 45 años. Durante estos años de vida democrática, la Constitución, que la princesa de Asturias juró el pasado 31 de octubre, ha estado presente ininterrumpidamente en nuestras vidas». «Sin duda, es el mejor ejemplo de la unión y convivencia entre españoles. No podemos olvidar que uno de nuestros grandes activos en democracia es precisamente esa convivencia basada en sentimiento compartidos y en la búsqueda común del bienestar y la prosperidad de todos».
Los asesinos de ETA
Parece que Felipe VI «el títere» olvida que en las Vascongadas desde el año 1976 se ha producido una diáspora de más de 180.000 personas, más o menos un 10% de su población en ese año inicial. Todo ello auspiciado por los fascistas políticos vascos y consentido por los «demócratas» del PSOE y PP, respectivamente.
Y el motivo, los asesinos de ETA que terminaron con la vida de al menos 669 personas e hirieron y amenazaron a miles de ellos cuyo delito fue desempeñar una función de orden Público, pertenecer a cualquiera de los cuerpos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, administración de Justicia o simplemente estar en el lugar equivocado en un momento desafortunado.
Estos criminales malhechores al servicio de la «causa vasca» o sea, al servicio de algo ilusorio cuyo fin no era otro que crear una nación vasca independiente del reino de España y así mantener viva la «ubre» que les alimenta. Y estos asesinos, hoy siglo XXI, mandan más en España que el propio Felipe VI.
Persiguen a los hispanohablantes y sancionan por rotular en español
Otra cuestión que parece olvidar Felipe VI «el títere» a propósito de esa «búsqueda del bienestar y la prosperidad de todos» es la «fenomenal» convivencia que coexiste en Cataluña/España cuando desde hace más de 30 años se abandonó la bandera de España en los edificios públicos, se persigue a los hispanohablantes, se sanciona por rotular los comercios privados en español, se restringe hasta la práctica eliminación el español en las aulas y si no se habla el catalán y no se accede al empleo público.
Sin olvidar que en Cataluña también hubo unos grupos terroristas llamados «Exèrcit Popular Català» y «Terra Lliure» que tras más de 200 atentados con varios muertos luego fueron indultados por el gobierno de de España, presidido por el líder del partido popular (PP), José María Aznar. Hoy algunos de esos terroristas forman parte de ese otro partido político refugio de terroristas y otrora sangriento y criminal Esquerra Republicana de Cataluña (ERC).
Sin olvidar que «durante estos años de vida democrática» nunca ha existido una verdadera separación de poderes, por ende, la igualdad que proclama la Constitución no ha alcanzado a todos por igual. Véase los cientos de miles de millones de euros repartidos y hurtados por medio de la gangrenosa corrupción política. Para ellos sí ha habido un verdadero estado del bienestar.
Los bastardos intereses políticos
Parece que algo no ha funcionado según lo esperado por los llamados «padres» de la Constitución y eso que tan solo he mencionado un mínimo porcentaje de los bastardos intereses políticos con los que éstos sinvergüenzas, intentan convencernos del paraíso que han construido para nosotros, los españolitos de nómina y que me lleva a no creer a Felipe VI «el títere» cuando habla de cumplir con las obligaciones.
Constitución Española: El rey es arbitra y modera el funcionamiento
Pero quizá el momento más glorioso del discurso navideño de Felipe VI «el títere» es cuando dijo:
1.- «Para abordar ese futuro, todas las instituciones del Estado tenemos el deber de conducirnos con la mayor responsabilidad y procurar siempre los intereses generales de todos los españoles con lealtad a la Constitución».
2.- «Cada institución, comenzando por el Rey, debe situarse en el lugar que constitucionalmente le corresponde, ejercer las funciones que le estén atribuidas y cumplir con las obligaciones y deberes que la Constitución le señala».
Artículo 56.1 de la Constitución Española: «El rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes».
No hay nadie en Palacio de la Zarzuela
Ahora me voy a permitir un sueño. Estaba yo ante la puerta del Palacio de la Zarzuela: ¡Toc, toc!; ¡Pon, pon! ¿Hay alguien? ¿Hi ha algú? ¿Hai Alguén? ¿Ba al dago norbait? ¿أهناك أحد? Pues no, no hay nadie en Palacio.
Se conoce que al «árbitro y moderador» de momento, tampoco se le espera. Ahí lo dejo.
Luis Torres Píñar
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