Feijóo apuesta por la moderación y no le «preocupa» el nuevo auge de VOX

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FOTOGRAFÍA. MADRID (ESPAÑA), 06.12.2022. El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, se dirige a los medios de comunicación tras asistir al acto institucional del Día de la Constitución, este martes, en el Congreso de los Diputados. Efe

Efe.- Madrid (España), viernes 9 de diciembre de 2022. Con el respaldo de sus barones el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, pretende persistir en la moderación y la apuesta por el centro para vencer a Pedro Sánchez y alcanzar la Moncloa, mientras en Génova niegan que les preocupe el parón en las encuestas o el crecimiento que experimenta Vox.

En la dirección nacional reconocen que el PP no se está beneficiando de las múltiples polémicas que rodean al Gobierno de Pedro Sánchez y que es Vox, con un tono inflamatorio, el que suma voto de castigo cuando el debate versa sobre la sedición.

A un año de las elecciones generales, en el PP no lo consideran un problema y tampoco un indicativo de que haya que corregir el rumbo.

Aunque Feijóo y sus portavoces han empleado un tono duro para censurar la reforma del Código Penal o las rebajas de penas por la ley del solo sí es sí, la lectura en el PP es que será la economía la que marque el resultado electoral.

El PP defiende en todo caso que su líder debe denunciar las cesiones de Sánchez al independentismo y el deterioro institucional, que ven de extrema gravedad, sin que esta lucha quede en manos de sus adversarios. Además, apuntan a que la «ceremonia de la confusión» desplegada por Sánchez impide marcar la agenda.

Pero este etapa quedará superada pronto a juicio de los populares, que acusan a Sánchez de concentrar todos los «pagos» a ERC y EH Bildu a finales de año, coincidiendo con la Navidad, para llegar limpio al año electoral.

Aunque consideran certera la estrategia del Gobierno, el PP espera que sea fallida porque con 2023 llegará también la cuesta de enero y serán los precios los que copen la discusión. Es ahí, en la economía, donde más cómodos se sienten los populares, que ven en las clases medias un caladero poco atendido por el Gobierno.

Rotas las relaciones con el PSOE, el tono y los mensajes de Feijóo tienen además respaldo de sus barones, incluida la madrileña Isabel Díaz Ayuso, que cree que al líder de la oposición le toca el «lado incómodo» de denunciar con «serenidad y firmeza» las prebendas al independentismo o la menor libertad y prosperidad pese a la «maquinaria gubernamental en su contra».

También Feijóo ve una campaña para desacreditarle y reprocha la «técnica» de atacarle con el argumento de que «la política nacional le queda grande» y está por ello incómodo en Madrid o que como presidente autonómico «era muy sensato incluso moderado» pero en la capital «es un extremista y un insolvente».

Sus barones le llaman a resistir y el propio Feijóo se compromete a persistir.

El líder del PP está convencido de que en las elecciones generales se impondrá un «voto muy pragmático» y serán los votantes del PSOE de mano de los del PP quienes le sentarán en Moncloa. A ese voto útil, ejemplificado en Andalucía, se agarra también el PP para negar que Vox obstaculice la meta de gobernar en solitario.

Entre tanto, el PP asiste a las tensiones en la izquierda, donde está en el aire el encaje entre el Sumar de Yolanda Díaz y el Unidas Podemos de Irene Montero, y presencia como Ciudadanos se asoma a su ruptura. Ambas circunstancias le benefician.

Sin acuerdo en la izquierda se aleja la reedición de un Gobierno y con Ciudadanos aún más débil se reducen sus apoyos, que según los sondeos son ya extraparlamentarios; votos perdidos que pueden perjudicar al PP.

En este contexto, y tras la crisis sin precedentes que le llevó a Génova, Feijóo presume de unidad del PP, fruto de un juego de equilibrios que da autonomía a los barones y bendice la disparidad de acentos.

A ello se suma, la nueva imagen que estrena estos días y que deja completamente atrás la era de Pablo Casado. El PP abandona la marca de «Populares» que impulsó la anterior dirección y recupera una imagen más clásica, en la que las siglas del Partido Popular vuelvan a ser totalmente reconocibles.