Francia cierra 32 escuelas y 524 clases tras la vuelta al cole por contagios de covid 19

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FOTOGRAFÍA. FRANCIA, SEPTIEMBRE DE 2020. Francia quiso que todos sus niños volvieran al colegio el 1 de septiembre con el convencimiento, según su ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, de que la educación no puede sacrificarse pese a la pandemia, porque existe "el riesgo de una catástrofe educativa mundial" provocada por el abandono escolar. Efe 

Efe – Francia quiso que todos sus niños volvieran al colegio el 1 de septiembre con el convencimiento, según su ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, de que la educación no puede sacrificarse pese a la pandemia, porque existe «el riesgo de una catástrofe educativa mundial» provocada por el abandono escolar. París (Francia), viernes 11 de septiembre de 2020.

Aunque en estas dos semanas el país ha cerrado 32 escuelas y 524 clases, Blanquer (París, 1964) considera en entrevista en castellano con Efe y Radio Francia Internacional que el resultado es «bastante positivo», y confía en que pueda haber un año académico «casi normal».

PREGUNTA: ¿La nueva normalidad es una con una educación discontinua?

RESPUESTA: Es totalmente normal cerrar escuelas de manera preventiva en estas circunstancias. Generalmente (los casos) vienen de una contaminación que ha tenido lugar fuera de la escuela y hay que decir que son 32 centros sobre 60.000 en todo el país.

El pilotaje cotidiano permite tener una vigilancia compatible con nuestro gran objetivo de que haya escuela para todos.

P: Garantizar la distancia social en los colegios ha pasado en Francia de ser una obligación a una recomendación.

R: Es una recomendación que en muchos casos se sigue pero en otros no se puede y por eso está la obligación general de llevar mascarilla.

P: Francia tuvo muy claro desde el fin del confinamiento que la escuela debía ser una prioridad, pero países como España alargaron la vuelta a las clases. ¿Debería haber una coordinación europea?

R: Debería haber una coordinación europea y una cooperación mundial más fuerte. La educación no es algo que se puede sacrificar en este tipo de ocasiones. Tenemos el riesgo de una catástrofe educativa mundial, de tener millones de alumnos que dejan la clase y no regresarán.

He tratado de reducir este riesgo en el caso francés, pero debemos hacerlo a nivel europeo y mundial. Que todo el mundo vaya a la escuela, especialmente las niñas, es un esfuerzo de las últimas décadas, y sabemos que muchas no regresarán. La juventud en general y la educación en particular deben ser nuestras prioridades.

Cada país ha tenido su propia estrategia. Lo importante es cooperar para intercambiar buenas prácticas. La concepción de cursos en línea podría hacerse en común entre los países que hablan castellano. Hemos tomado iniciativas de este tipo en el mundo francófono.

P: ¿Qué pasaría si la situación sigue agravándose en Francia?

R: La experiencia nos ha mostrado que hay que estar abierto a todas las posibilidades, pero tratamos de evitar un nuevo confinamiento general. Planificamos más bien cerrar parcialmente lugares y escuelas, porque la situación es distinta en los distintos territorios.

Las consecuencias sanitarias y sociales (de un nuevo confinamiento) serían demasiado pesadas. La debilidad educativa, el desempleo y la falta de sociabilidad son problemas muy serios y por eso debemos encontrar fórmulas equilibradas en cuanto a la salud y a las prioridades de la vida colectiva.

P: ¿Qué se ha aprendido de la primera ola?

R: El uso de los instrumentos digitales ha progresado mucho. De marzo hasta ahora ha habido muchas iniciativas para formar a los profesores en tecnologías. Lo más importante ha sido la evolución de las mentalidades y de las prácticas.

P: El confinamiento hizo más visibles las desigualdades en el acceso al material para seguir los cursos a distancia.

R: La crisis ha aumentado este problema en todos los países. Una primera desigualdad es el equipamiento informático, por eso en marzo, abril y mayo organizamos su distribución. Consideramos que alrededor del 5 % de las familias no tenían lo necesario y tal vez hemos disminuido a la mitad esa cifra.

Otro factor es el contexto personal de cada alumno, por eso hay un trabajo de comunicación con los padres y una sensibilización de las familias a los retos de la educación, especialmente hacia las que no mandaron a los alumnos a la escuela cuando abrieron de nuevo.

P: No se obliga a los alumnos a hacerse test PCR. ¿La estrategia educativa reposa en gran parte en la buena fe?

R: Descansa sobre la idea de que no sirve de mucho un PCR para todo el mundo al mismo tiempo porque habría que hacerlo todos los días. La estrategia es más hacer PCR cuando hay síntomas y si es positivo tratar de romper la cadena de contaminación.

P: ¿Cuál sería en este 2020 un año escolar perfecto?

R: El escenario más optimista sería tener un año casi normal gracias a las medidas sanitarias que hemos tomado. En ese escenario también estaría la desaparición del virus dentro de unos meses gracias a la vacuna.

Cuando hay una dificultad puede haber también consecuencias positivas, por ejemplo el sentido de la higiene y el cívico, la capacidad de encontrar soluciones innovadoras. Estos elementos son puntos positivos que salen de la crisis.