Inmigrante: «Europa no es como me la imaginaba» seguiré «porque me encanta España»

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ESPAÑA VERANO 2018. Vista de los inmigrantes que iban en patera son trasladados por Salvamento Marítimo al puerto de Almería. Efe.

Lasvocesdelpueblo y Agencias – George de 21 años, un joven de Camerún que salió de su país en junio de 2014 huyendo de la convulsa situación que atravesaba asegura: «Europa no es como me la imaginaba porque pensaba conseguir trabajo y dinero para mandar a mi familia, pero ya estoy aquí y tengo que seguir con la situación en la que estoy y aceptarla», dice el chico, que ahora tiene otro sueño: «lograr la residencia, la nacionalidad y trabajo porque me encanta España». Madrid (España), 1 de noviembre de 2018. Fotografía: ESPAÑA VERANO 2018. Vista de los inmigrantes que iban en patera son trasladados por Salvamento Marítimo al puerto de Almería. Efe.

George se montó en una barca hinchable en Marruecos la noche del 25 de diciembre de 2016 y, después de toda una noche de mar agitado, alcanzó su sueño en una playa gaditana; sin embargo, Europa no es lo que se imaginaba y todo es mucho más difícil de lo que pensó. Aunque precisa: «España me encanta».

De hecho, este joven camerunés de 21 años comenta en una entrevista con Efe que quiere quedarse, y describe así como le gustaría verse en el futuro: «con mi propio negocio, mi niño, mi mujer, con una vida tranquila y ayudando a la gente que lo necesite».

Él es uno de las 235.568 personas que han entrado a España por mar de manera irregular en las últimas tres décadas, según el informe «30 años de muertes en el Estrecho» que hoy han publicado Andalucía Acoge y la Fundación PorCausa.

George salió de su país en junio de 2014 huyendo de la convulsa situación que atravesaba. Nigeria fue su primer destino, y de allí se trasladó a Mali pasando por Benin y Burkina; después a Argelia, donde trató de encontrar trabajo porque su familia no podía ya pasarle más dinero.

Tras ello, cruzó a Marruecos; era el 8 de agosto de 2014 y aún le quedaban en el país norteafricano un año y diez meses.

Casi dos años «muy complicados» en los que malvivió porque en los países del norte de África ven a los del sur «diferentes porque el color y la religión no son los mismos».

Primero estuvo en Tánger, «pidiendo en los semáforos» y durmiendo en la calle; desde allí probó hasta en trece ocasiones zarpar hacia Europa, pero su embarcación siempre era interceptada por la Marina marroquí.

Así que decidió trasladarse a Marrakech, donde trabajó como camarero y animador cultural en un complejo turístico por 25 euros mensuales. También logró dormir bajo el techo de una Iglesia de la ciudad.

Hasta que no pudo más. «En Marruecos hay gente buena como en todas partes del mundo, pero no hay facilidades para personas que no son de su religión ni de su color», lamenta el joven.

Fue así como volvió a contactar con uno de los amigos con los que había tratado de cruzar el Estrecho. «Decidimos ir un día a comprar materiales para ir al mar», rememora. Esos materiales fueron una barca hinchable y un neumático salvavidas.

Cada uno de los diez ocupantes que finalmente subieron a la embarcación, a pesar de que solo podía soportar 400 kilos, pagó por ella 30 euros. Una vez adquirida, se dijeron: «vamos a hacerlo en diciembre y, si Dios quiere, vamos a salir de este país».

La fecha elegida fue la de la noche de la Navidad de 2016: «Salimos a las 22.30 horas de Tánger y llegamos, muy cansados, a las 11.45 de la mañana del 26 de diciembre, a una playa de Tarifa, no recuerdo el nombre».

Aquella noche, «el agua no estaba bien», y aunque alguno sabía nadar, eso en realidad «da igual cuando el mar está mal».

Y, en todo caso, en ese momento «tienes más miedo de la Marina marroquí que del agua», asegura.

Pero hubo «suerte» y llegaron a la playa gaditana, donde «había un hombre con su perro que llamó a la Guardia Civil, que en diez minutos llegó».

Actualmente, George, que aguarda que se resuelva la solicitud de asilo que presentó hace un mes, vive en San Fernando, aunque va todos los días a Jerez de la Frontera «a limpiar coches».

«Jerez es una ciudad muy bonita y que entiende a los inmigrantes; allí luchamos por conseguir algo de comer en la calle, limpiando coches, otros con un poquito de nivel dan clases de francés…», relata el joven, que agradece especialmente la ayuda que le brindó la organización Voluntarios por otro mundo.

Mientras, sigue atrapado en esa espiral de «sin trabajo no hay papeles y sin papeles no hay trabajo»; de momento, quiere retomar los estudios que tuvo que dejar en Camerún y la semana que viene se va a «apuntar a hacer un grado en comercio».

«Europa no es como me la imaginaba porque pensaba conseguir trabajo y dinero para mandar a mi familia, pero ya estoy aquí y tengo que seguir con la situación en la que estoy y aceptarla», dice el chico, que ahora tiene otro sueño: «lograr la residencia, la nacionalidad y trabajo porque me encanta España», concluye.