José Garrido, a hombros, también remonta la nula raza de los Fuenteymbros

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El diestro José Garrido sale a hombros por la puerta grande de la plaza de Vista Alegre de Bilbao tras cortar dos orejas a su segundo en la octava corrida de abono de la Aste Nagusia de Bilbao, en la que comparte cartel con Miguel Ángel Perera y Sebastián Castella ante reses de la ganadería de Fuente Ymbro.- EFE

Efe – Antes de todo eso, los esfuerzos por distintos palos de Sebastián Castella y de Miguel Ángel Perera ante sus vacíos, geniudos o rajados toros de Fuente Ymbro, así como del mismo Garrido con el tercero, no fueron más que vanos y desalentados empeños por levantar una tarde abocada a un tedio permanente por falta de bravura. El diestro extremeño José Garrido salió hoy a hombros de la plaza de Bilbao después de cortarle las dos orejas al sobrero jugado en sexto lugar, remontando así el tedio al que llevó la tarde el vacío de raza de los toros de Fuente Ymbro lidiados en la octava de las Corridas Generales. Bilbao (España), sábado 27 de agosto de 2016. Fotografía: El diestro José Garrido sale a hombros por la puerta grande de la plaza de Vista Alegre de Bilbao tras cortar dos orejas a su segundo en la octava corrida de abono de la Aste Nagusia de Bilbao, en la que comparte cartel con Miguel Ángel Perera y Sebastián Castella ante reses de la ganadería de Fuente Ymbro. Efe.

FICHA DEL FESTEJO: Seis toros de Fuente Ymbro, (el 6º como sustituto del inválido titular devuelto a los corrales) muy desiguales de hechuras, alzada y cuajo, aunque casi todos con astifinas y aparatosas cuernas. En cuanto a juego, la corrida careció totalmente de raza y tuvo un comportamiento aplomado y defensivo, con algunos ejemplares rajados y absolutamente negados a la pelea. El sobrero, al menos, tuvo la virtud de la movilidad.

Sebastián Castella, de azul rey y oro: pinchazo hondo y dos descabellos (ovación); pinchazo, estocada chalequera y pinchazo hondo trasero (pitos). Miguel Ángel Perera, de verde hoja y oro: estocada trasera atravesada (ovación); estocada trasera (silencio). José Garrido, de azul noche y oro: estocada corta y descabello (ovación); estocada (dos orejas). Salió a hombros. Entre las cuadrillas, José Chacón, Curro Javier y Guillermo Barbero saludaron en banderillas. Octavo festejo de abono de las Corridas Generales de Bilbao, con media entrada en los tendidos en tarde nublada y con viento.

OTRO RETO SUPERADO

La plaza que le lanzó hace ya dos años como novillero, cuando se reveló con un gran triunfo en una actuación en solitario, vuelve ahora a lanzar a José Garrido como matador de toros, después de que el extremeño haya superado dos más que difíciles retos taurinos en el espacio de apenas veinticuatro horas.

Si el viernes tuvo que remontar, con un despliegue de entrega y responsabilidad, el encrespado ambiente de unos tendidos descontentos por las arbitrariedades de empresa y apoderados, hoy se encargó de levantar, con no menos entrega y decisión, una tarde que se perdía en el absoluto vacío de raza de los toros de Fuente Ymbro. Tras cinco capítulos plomizos protagonizados por toros negados, con genio defensivo o buscando rajados el refugio de las tablas, tuvo que salir el sobrero, ya en sexto lugar y en pleno atardecer, para que Garrido pudiera redondear el fin de semana de su definitivo lanzamiento.

Tuvo el sustituto, entre varios defectos, una única virtud a la que se pudo agarrar Garrido, que fue la de la movilidad de unas embestidas repetidas, sin clase y sin mucho celo per que al menos le permitieron ligar varias series de derechazos y naturales largas en trazo y cantidad. Sobre esa exígua base, pero hoy excepcional, encontró la manera de calentar y contentar a un público que, tras la muerte del quinto toro expresaba ya con pitos y palmas de tango su hartazgo por tan monótona y tediosa sucesión de mansos.

Per bastó con que, desde el primero momento, Garrido le pusiera firmenza y fibra a su trasteo con el sobrero para que se cambiaran las tornas y todo cuanto hizo se le jaleara con agradecido entusiasmo. Aun así, al extremeño le costó su tiempo y su riesgo someter y sujetar al toro en la muelta, pues si se movió mucho lo hizo sin ninguna clase, doliéndose rebrincado e intentando quitarse de la vista la tela que le obligaba.

Con todo, una vez fijado en la pelea, el de Fuente Ymbro pasó a embistió muy abierto, sin verdadero celo, pero ofreciendo a su matador una insospechada comodidad cuando le toreó al natural con cierta ligereza y, en ocasiones, ayudándose con la espada para intentar evitar los desajustes provocados por el viento.

Unos garbosos pases por bajo y varios adornos de rodillas fueron el postre con que Garrido terminó de contentar al antes agrio tendido, y con una estocada volcándose en el morrillo redondeó los méritos para que se le concedieran las dos orejas que le abrían, dos años después, la misma puerta grande que atravesó de novillero.

Antes de todo eso, los esfuerzos por distintos palos de Sebastián Castella y de Miguel Ángel Perera ante sus vacíos, genuidos o rajados toros de Fuente Ymbro, así como del mismo Garrido con el tercero, no fueron más que vanos y desalentados empeños por levantar una tarde abocada a un tedio permanente por falta de bravura.