Barcelona (Reino de España), jueves 15 de agosto de 2024 (Luis Torres Píñar).- Una vez más intento explicarme por medio de una metáfora, para transmitir la realidad de la España actual. ¡No la que queremos! claro está, según mi punto de vista; la España que no queremos pero toleramos. Ponemos dos coches del mismo modelo, a uno lo denominamos «Obediente», al otro «Insurrecto», ambos en un punto de salida que llamamos «A», y al punto de llegada «B». Salen al mismo tiempo y del mismo punto de una autopista «X». La única regla que deben cumplir, es la estricta ejecución de las normas de tráfico y seguridad vial.
Se da la salida. Ambos participantes, salen confiados en sus habilidades para con las mismas reglas y limitaciones conseguir lo que será un ajustado triunfo. Pasados los primeros kilómetros, el «Insurrecto» aventaja considerablemente a su contrincante, que con asombro mira el cuentakilómetros y ve que su velocidad está en el límite para no sobrepasar la velocidad máxima fijada en el tramo. En su candidez, piensa que «Insurrecto» se debe haber despistado y confía en su fidelidad, exculpando por el momento de despiste sin dolo, al adversario. El tiempo va transcurriendo y «Obediente» ve que lo que creía pensar de su adversario rebasando los límites legales —líneas rojas—, puede no deberse a una distracción. Comienza a pensar entonces, que puede ser un «enemigo» más que un «adversario», pero «Obediente» fiel a su fidelidad creyendo en el sistema, continúa manteniendo la velocidad dentro del límite de cada tramo, no sobrepasando las «líneas rojas…».
El tiempo transcurre inexorablemente para los participantes y cuando «Obediente» cruza el punto «B», ve al conductor del «Insurrecto», tomando un refresco cómodamente sentado con el trofeo de «vencedor» de la prueba, mientras le muestra su dedo corazón erecto… ¡Ni siquiera han esperado a conocer su versión! Con rostro de sorpresa se dirige al presidente del jurado reclamando lo que él cree, ha sido un fragante incumplimiento de las leyes declarar «legal», el triunfo por parte del vehículo del «Insurrecto», por clara transgresión de las leyes.
De entrada, el jurado le responde: «… que el conductor del «Insurrecto» ha sufrido una grave indisposición intestinal y se ha visto obligado a transgredir las leyes por el bien de la salubridad en el vehículo, evitando así un mal mayor y más desagradable». No obstante, que redacte el correspondiente recurso que será visto por el Tribunal que en última instancia dictará su veredicto. «Obediente», confiando en la imparcialidad del sistema y con su enervante «candidez», se sienta, redacta y presenta. Pasa el tiempo y el conductor del «Insurrecto» comienza a disfrutar de los beneficios del reconocimiento de su triunfo; publicidad, ingresos, beneficios, e incluso aplicación de su título de vencedor…, y así hasta el olvido.
Una nueva prueba con los mismos rivales. «Obediente» ahora ve al «Insurrecto» como «contendiente» más que como «enemigo». Por su parte el conductor del «Insurrecto», continúa viendo al del «Obediente» como un «sumiso», sabiendo que sus amenazas, no se cumplirán. El resultado de la prueba es el mismo que la anterior…, la anterior y la anterior, a diferencia que, en ésta el vehículo del «Insurrecto» ha pisado el acelerador desde el mismo momento en el que se ha dado la salida… ¡No se corta…! —piensa el conductor del «Obediente. «Obediente», ya sabe sin lugar a dudas que su «contendiente», ahora ya tiene la condición de «beligerante», pero fiel a su condición de respetar la Ley, se propone no sobrepasar las líneas rojas. Como resultado… Nuevamente se declara vencedor de la prueba al vehículo «Insurrecto», que ya queda definitivamente avalado por el jurado y sus acólitos, como vencedor indiscutible de todas las pruebas celebradas y futuras… por si acaso.
¿Cuál es la moraleja?
¡Fácil! El «transgresor» vence, aplica y disfruta su resultado, mientras el «legal», ladra, pero no muerde. ¿Estoy llamando a cometer un delito de sedición…? ¡No!, Dios me libre, además ya no existe. Nada más lejos de mi intención. Tan sólo hacer ver a quienes pueden y deben terminar con la constante vulneración de la Ley por parte del gobierno felón… Llámense; PSOE (por implosión); Felipe VI (como Rey) ejército (como garante de la Constitución) y líderes políticos (por compromiso con la lealtad a la Constitución). Quizá, alguno de estos o todos al mismo tiempo, debieran plantearse que la única forma de preservar la libertad y la democracia en España, es utilizar las mismas reglas que «el Beligerante», o sea…, o nos planteamos que el Rey debe interpretar su papel constitucional de forma «literal», sin necesidad de glosar interesadamente su contenido, sin ambigüedades, esto es, realmente ejercer cada uno su papel. Uno de árbitro y moderador, otros de garantes de la Constitución y por compromiso juramentado con guardar lealtad a la Constitución respectivamente, y el resto (los ciudadanos) de forma soberana aceptamos la decisión en bien de; la unidad, la libertad, la seguridad y la democracia, o España va a ser pronto la Venezuela de Europa… (Cita: «La libertad es un bien que se alcanza combatiendo y se pierde cuando no se defiende. Si quieres seguir siendo libre, no puedes ceder ante el que la ley infringe»).
¡Se veía venir! Ahí lo dejo| La España que no queremos pero toleramos.
Luis Torres Píñar