La libertad secuestrada: No permitas que la realidad descubra tu impostura

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FOTOGRAFÍA. CONGRESO DE LOS DIPUTADOS (MADRID), JUNIO DE 2020. El ultraizquierdista vicepresidente segundo del Gobierno comunista de España, Pablo Manuel Iglesias Turrión (Pablo Iglesias), alias «el coletas» o «el chepas», en la bancada del Ejecutivo en el Congreso de los Diputados durante una sesión de control al régimen comunista de España. Efe

Cuando los violentos enfundaron sus humeantes pistolas en 2011, tras las cesiones indecentes del gobierno de Zapatero al chantaje etarra, los incautos se felicitaban pensando que había terminado el acoso y la intimidación a expresarse libremente en el terreno político, nada más lejos de la realidad. Los asesinatos cesaron, pero el acoso y la intimidación en muchas regiones de España se ha ido incrementando por parte de los radicales, ejerciendo la tiranía de que la calle es suya y los que disienten no tienen derecho a expresarse libremente. Esa izquierda que no te permite la discrepancia, se ha arrogado la legitimidad moral para actuar como les parece oportuno para lograr el poder, o incendia las calles y apedrea las sedes de los partidos adversarios cuando no gana en las urnas. 

Cada vez que se aproxima una campaña electoral en algunas tierras españolas, los violentos impiden al adversario político difundir su proyecto democrático, al grito de «fuera fachas» y otras lindezas irreproducibles, además de agredirles lanzando todo tipo de objetos a las personas que defienden la unidad de España, que se cumpla la Constitución y que nos ampare la ley, insultan y agreden vilmente con la pasividad de ciertas fuerzas del orden. Policías autonómicas cuyos miembros, se limitan a cumplir las órdenes políticas de sus gobiernos enemigos de las instituciones españolas, precisamente las que les dan legitimidad al poder autonómico, un poder desleal e insumiso para convertirse en nocivo para los españoles. Pues esos gerifaltes sectarios y supremacistas contemporizan esas agresiones por oscuros e inconfesables intereses políticos, para ganar electores con el prosaico pretexto de que hay que votarles a ellos porque son moderados, para conseguir los mismos objetivos sin esa violencia explícita, me refiero a los que «recogen las nueces, cuando otros agitan el árbol». 

Hacer un mitin o colocar una carpa informativa con la bandera constitucional en ciertas calles de España, se ha convertido en una quimera o aventura peligrosa porque unos necios y cobardes te impiden defender los valores democráticos, los derechos de igualdad de todos los españoles, o la libre elección de la lengua para educar a los hijos. La libertad de expresión en algunas autonomías se ha convertido en un acto de «provocación» que recriminan y publicitan algunos partidos de la izquierda justificando las agresiones o en el peor de los casos la califican cínicamente de montaje victimita y ficticio. Pueden apedrear salvajemente a una diputada sin que ninguna feminista, que tanto presume de defender los derechos de la mujer, se solidarice con ella y censure a los barbaros, porque esa valiente mujer no interesa al discurso progre, y podría aplicarse el lema: «No permitas que la realidad descubra tu impostura».

Hace tiempo que mantengo la pesimista creencia de que la sociedad está huérfana de valores y aletargada, está seriamente enferma cuando acepta con normalidad este tipo de actos repugnantes, disculpando a los violentos y humillando a las víctimas, totalitarios que utilizan la intimidación y la amenaza como arma política para conseguir sus fines nada democráticos. Manifestarte en la calle cumpliendo la legalidad con tu bandera de España para censurar, discrepar o criticar a la izquierda social-comunista que nos arruina y recorta derechos constitucionales, es suficiente motivo para que te tilden de facha patriotero, golpista y reaccionario. Volvemos a la España cainita del Frente Popular del 36, parece que la historia se repite, no hemos aprendido nada de sus lamentables consecuencias.

Antonio Morales Sánchez

Tarragona, 4 de julio de 2020