Nueva andadura de la Izquierda tras la lucha de clases: La ecología, vivienda y animales

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MADRID (ESPAÑA), 19.09.2018. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acompañado de la vicepresidenta, Carmen Calvo y el líder de Podemos, Pablo Iglesias, a su llegada al Congreso para asistir a la sesión de control al Ejecutivo. Efe

Redacción (Ana Maria Torrijos) – Se han erigido en propietarios de todo lo nuestro y el exceso ha llegado a tal extremo que los líderes políticos que no están en esa línea, no son capaces de hilar otra alternativa.  Alentados por esas maneras totalitarias de hacer, casi sin voces contrarias o por lo menos con poco acento, se ha apostado por retorcer el lenguaje de tal manera que ahora es prioritario reinterpretar la Constitución. El señor Iceta, adelantado del PSC, fuerza política disolvente del PSOE, con esa falacia que le caracteriza, ha cargado de contenido la referencia a «nacionalidades históricas». Ahora según su criterio equivale a Nación y para darle firmeza o justificarse nos anuncia como un gurú, que en España hay hasta nueve naciones si se incluye Navarra. No apela a la historia, ni a los especialistas en el estudio de los hechos, documentos y otros datos oficiales, sólo se ampara en su estrategia efímera, interesada y dañina, para lanzar un órdago a la Carta Magna. Barcelona (España), domingo, 15 de diciembre de 2019.

DEMOLICIÓN

Nuestro modelo político enmarcado en el de la Unión Europea, incluye entre los derechos individuales la propiedad privada, adquirida por herencia o por el trabajo profesional que cada uno desarrolla. Los poderes públicos deben respetarla y el ciudadano tiene que declararla y pagar los correspondientes impuestos para contribuir al funcionamiento del Estado de Derecho.

Agotadas las reivindicaciones de clases, la izquierda ha tenido que buscar con rapidez lo que sustituya a ese reclamo. La ecología, la vivienda y los animales es en lo que se ha centrado en su nueva andadura, pero tampoco sin olvidarnos de los escraches. Y de pronto, se consideró natural, violentar la propiedad con la excusa del bien social.

Lo que más repercute en el día a día de los ciudadanos es la ausencia de rigor al valorar lo que cada uno posee. Somos un país desarrollado, con una clase media amplia, si no nos la destruyen, que valora la iniciativa, el esfuerzo, la capacidad de ahorro, de inversión, de trazar sus proyectos, decidir sus gustos, todo ello enmarcado en la libertad. Ideologías que están en las antípodas, de otra época pasada, que ya han mostrado su negativa implantación donde han estado, regresan camufladas de samaritanos, decidiendo la casa que debe ser asaltada, y lo que es peor facilitando a mafias hacer un negocio de estas ilegalidades.

Para esos «brujos» de la política el concepto de propiedad es una presa a batir y de ahí se deriva que no debe ocupar, según su criterio, un espacio en la mente de los ciudadanos pues les daría fortaleza y deseos de intervenir en el ritmo social. El discurso populista requiere un público entregado, movilizado sin que represente un esfuerzo añadido, un público en espera de soluciones fáciles, y si es con subvenciones mejor, una dependencia emocional, una predisposición a dejarse llevar y no tener capacidad crítica. Un gran riesgo para la iniciativa individual.

Como una epidemia se ha ido extendiendo esa prepotencia dirigista, aniquiladora de voluntades al considerarse los que la enarbolan dignos de marcar las pautas de la sociedad en su conjunto: derecho sobre nuestros hábitos, sobre la formación de nuestros hijos, sobre nuestros pensamientos, lo que es noticia o lo que no es digno de serlo, quién delinque y quién tiene patente de corso.

Se han erigido en propietarios de todo lo nuestro y el exceso ha llegado a tal extremo que los líderes políticos que no están en esa línea, no son capaces de hilar otra alternativa.

Alentados por esas maneras totalitarias de hacer, casi sin voces contrarias o por lo menos con poco acento, se ha apostado por retorcer el lenguaje de tal manera que ahora es prioritario reinterpretar la Constitución. El señor Iceta, adelantado del PSC, fuerza política disolvente del PSOE, con esa falacia que le caracteriza, ha cargado de contenido la referencia a «nacionalidades históricas». Ahora según su criterio equivale a Nación y para darle firmeza o justificarse nos anuncia como un gurú, que en España hay hasta nueve naciones si se incluye Navarra. No apela a la historia, ni a los especialistas en el estudio de los hechos, documentos y otros datos oficiales, sólo se ampara en su estrategia efímera, interesada y dañina, para lanzar un órdago a la Carta Magna

La consigna es demonizar la Transición, los pactos que permitieron dentro de la legalidad, iniciar el camino hacia una monarquía parlamentaria liberal. Vía libre al nacionalismo catalán arropado por el auge de los particularismos territoriales, nacidos y fomentados a la sombra de la notoriedad y ventajas económicas conseguidas por esa ideología sectaria.
Sólo queda una pieza importante por desestabilizar, la casa común, la Nación, la patria en la que hemos nacido, la que nos ha hermanado y nos han legado nuestros antepasados.

España es historia, hazañas, cultura, sin ella Europa no sería lo que es, espíritu cristiano, Camino de Santiago, artistas, pensadores, doctores de la iglesia, leyes defensoras de los derechos humanos… todo eso y mucho más desean destruir mentes mezquinas, dogmatizadas por ideologías revolucionarias y en gran medida por un sentimiento maligno de superioridad, de mezquindad y esgrimiendo los derechos de una inventada nación catalana, vasca y demás adjetivos que le pongamos. Nunca existieron, nunca fueron independientes, siempre formaron parte de esta casa común que quieren borrar…

Ana María Torrijos