Ordóñez reclama plantar cara a la «tiranía del nacionalismo y blanqueo» de ETA

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SAN SEBASTIÁN (ESPAÑA), 19.01.2019. La presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE), Consuelo Ordóñez, durante su discurso en el cementerio donostiarra de Polloe con motivo del 24º aniversario del asesinato a manos de ETA de Gregorio Ordóñez. Ñ Pueblo Lasvocesdelpueblo

Redacción – En relación a los presos de ETA, la presidenta de COVITE ha denunciado que la ultraizquierda beligerante vasca (izquierda abertzale) siga responsabilizando a las víctimas de la política penitenciaria. Consuelo Ordóñez ha finalizado su intervención reivindicando «la rebeldía de Gregorio Ordóñez»; su arrojo «para luchar contra la tiranía del nacionalismo»; y su lucidez para, «ante la dictadura de la empatía y el sentimentalismo, apelar por dar una batalla política». Ha animado «a rebelarse, a plantar cara a la operación de blanqueo del terror, a remangarse en esta batalla del relato que es, en el fondo, un pulso contra el olvido». San Sebastián (España), lunes 21 de enero de 2019. FOTOGRAFÍA: SAN SEBASTIÁN (ESPAÑA), 19.01.2019. La presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE), Consuelo Ordóñez, durante su discurso en el cementerio donostiarra de Polloe con motivo del 24º aniversario del asesinato a manos de ETA de Gregorio Ordóñez. Ñ Pueblo Lasvocesdelpueblo

La presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE) ha intervenido la mañana de este sábado, 19 de enero de 2019, en un acto celebrado en el cementerio donostiarra de Polloe con motivo del 24º aniversario del asesinato a manos de ETA de Gregorio Ordóñez.

«Vergüenza moral»

En el primer aniversario del asesinato de Gregorio Ordóñez tras la disolución de ETA, Consuelo Ordóñez ha dirigido el discurso a su hermano para relatar «cómo es la sociedad sin ETA con la que él tanto soñaba».

Ha denunciado la «vergüenza moral» que siente al describir la sociedad y la política vasca, asegurando que el precio que quieren pagar algunos de los representantes políticos por la «normalidad» pasa por «el blanqueo al historial de los asesinos, los secuestradores y sus cómplices».

En este sentido, la presidenta de COVITE ha cargado contra los herederos de ETA, «que quieren deshacerse de la sombra de la banda terrorista», y los nacionalistas vascos, «los rentistas del terror, que quieren seguir explotando los réditos políticos sin asumir sus responsabilidades ni sus complicidades».

Ordóñez ha lamentado que «hoy se sientan en las instituciones personas que ocupan cargos públicos gracias a ETA. Que le deben todo a ETA, aunque ahora vivan como si nunca hubiera existido».

Asimismo, ha criticado que la izquierda abertzale «siga responsabilizando a las víctimas de que haya una u otra política penitenciaria».

SAN SEBASTIÁN (ESPAÑA), 19.01.2019. La presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE), Consuelo Ordóñez, durante su discurso en el cementerio donostiarra de Polloe con motivo del 24º aniversario del asesinato a manos de ETA de Gregorio Ordóñez. Ñ Pueblo Lasvocesdelpueblo

La hermana de Gregorio Ordóñez ha recordado que los etarras presos «tienen en sus manos desvincularse de la violencia de ETA para poder cumplir condena cerca de sus domicilios» y ha evidenciado su empeño en presentarse como “víctimas del Estado”, lo que ha calificado de «maniobra de perversión».

Ha puesto de manifiesto también que, a día de hoy, hay más asesinatos sin resolver que terroristas en prisión, y que estos salen de la cárcel “entre vítores, aplausos y pasillos de honor».

La presidenta de COVITE ha expresado que el final de ETA «no fue un día de celebración para el Estado de Derecho, de exhibición de la derrota institucional de la banda terrorista, de recogimiento avergonzado de los líderes de la organización».

Ordóñez ha insistido en que las esencias de la banda terrorista «siguen hoy inamovibles», dado que los terroristas se disolvieron «sin pedir perdón a la mayoría de sus víctimas» y pensando que «matar fue designio histórico y que fueron los elegidos para perpetrar una hazaña heroica».

«Luchar contra la tiranía del nacionalismo»

En referencia a las placas en memoria de las víctimas que COVITE ha colocado en varias ocasiones en San Sebastián, que «apenas duran horas, quizá minutos», Ordóñez ha criticado la iniciativa del Ayuntamiento de colocar placas por las víctimas del terrorismo y las víctimas de «todas las violencias» en el mismo proyecto.

«Ya sabes a lo que me refiero: el totum revolutum de violencias que pretende difuminar el significado político de tu asesinato», ha dicho la presidenta de COVITE durante su discurso, dirigido a su hermano.

Consuelo Ordóñez ha finalizado su intervención reivindicando «la rebeldía de Gregorio Ordóñez»; su arrojo «para luchar contra la tiranía del nacionalismo»; y su lucidez para, «ante la dictadura de la empatía y el sentimentalismo, apelar por dar una batalla política». Ha animado «a rebelarse, a plantar cara a la operación de blanqueo del terror, a remangarse en esta batalla del relato que es, en el fondo, un pulso contra el olvido».

Discurso de Consuelo Ordóñez en el XXIV Aniversario de Gregorio Ordóñez

«Cementerio de Polloe, San Sebastián

Sábado, 19 de enero de 2019.

Buenas tardes a todos. En primer lugar, muchas gracias por estar hoy aquí para, un año más, recordar a Gregorio y honrar su memoria.

Todos los aniversarios son especiales, pero este tiene un punto de histórico. Este es el primer aniversario que celebramos después de que la organización terrorista que asesinó a Goyo y a más de 800 personas, y que dejó un saldo de miles de heridos, anunciara su disolución.

Gregorio ansió durante años vivir en una sociedad libre de ETA. Trabajó muy duro para acabar con la organización terrorista y la complacencia de su entorno político. Se dejó la piel… y también la vida. Estoy segura de que se imaginó muchas veces cómo sería nuestro país sin ETA: qué tranquilos serían los paseos por La Concha sin mirar incómodamente hacia atrás, qué plácidas serían las vacaciones sin recibir amenazas telefónicas, qué limpias estarían las calles sin manifestaciones y carteles a favor de los asesinos.

Hoy, 24 años después de su asesinato; hoy, delante de su tumba, me gustaría contarle a mi hermano cómo es la sociedad sin ETA con la que él soñaba. Empezaré, Goyo, por el principio del fin.

El día que pasará a la historia como el del final de ETA no fue un día de celebración para el Estado de Derecho, de exhibición de la derrota institucional de la banda terrorista, de recogimiento avergonzado de los líderes de la organización, de los que mataban y los que mandaban matar. El día de la derrota de ETA fue el de una celebración orquestada por sus jefes de propaganda, con la inestimable ayuda de esos cómplices de traje y corbata llamados mediadores internacionales. Y todo, con el amparo de los gobiernos español y francés. No era tu derrota soñada, ¿verdad, Goyo?

Las esencias de la banda terrorista siguen hoy inamovibles. ETA no ha pedido perdón por matarte. No se lo ha pedido a tu hijo, que se quedó huérfano con dieciocho meses, y tampoco a tu viuda, a tu madre o a mí. Ni a los donostiarras a los que arrebató su legítimo derecho a elegirte como alcalde. Tampoco se lo ha pedido al 60% de sus víctimas, que los asesinos consideran enemigos legítimamente eliminados en nombre del «pueblo vasco». En fin, que siguen pensando que matar fue designio histórico y que fueron los elegidos para perpetrar una hazaña heroica.

Los días posteriores al anuncio de disolución, pueblos del País Vasco y de Navarra aparecieron con pintadas de agradecimiento a ETA. «Gracias por existir, gracias por asesinar, gracias por asesinarte», 

venían a decir. No han cambiado tanto las cosas, ¿verdad, Goyo? Los días que siguieron a tu asesinato, varios pueblos vascos se llenaron también de pintadas, pero no condenando tu muerte, sino alegrándose por ella. Pese a los años de convivencia con el terror, aún me cuesta imaginar qué hay dentro de las cabezas y los corazones de esos odiadores profesionales disfrazados de ciudadanos modélicos.

Te preguntarás qué ha pasado con los terroristas, esos cientos de ciudadanos que asumieron y practicaron la violencia como método para alcanzar sus ideas, que se creyeron con el poder de decidir sobre la vida y la muerte de sus vecinos. Hoy, Goyo, hay más asesinatos sin resolver que terroristas en prisión.

La vida sigue rodando, pero para varios centenares de familias está estancada porque aún no saben la identidad del asesino de su ser querido. Mientras, los que mataron y los que ordenaron matar salen de prisión entre vítores, aplausos y pasillos de honor. Se pasean con despreocupación por la calle, con la jactancia de sentirse venerados en su entorno, con la tranquilidad de que nosotras, las víctimas, nunca nos tomaremos la justicia por nuestra mano, nunca ejerceremos la venganza porque no somos, y nunca hemos sido, como ellos.

En una de tus frases más célebres, dijiste que los terroristas solo podían elegir el color de los barrotes de la cárcel. Hoy pueden elegir muchas más cosas. Tienen en su mano, incluso, desvincularse de la violencia de ETA para poder cumplir condena cerca de sus domicilios. Sin embargo, desde hace meses, los interesados en que los presos sigan la disciplina de la izquierda abertzale, los empeñados en presentarlos como víctimas del Estado, siguen responsabilizando a las víctimas de que haya una u otra política penitenciaria.

Olvidan premeditadamente que la balanza está en manos de los propios presos. Y lo hacen a costa de convertir a las víctimas en culpables del destino de los presos. Se trata, Goyo, de la enésima maniobra de perversión del nacionalismo.

¿Y qué hay de la clase política a la que pertenecías, Goyo? La ciudad a la que tanto querías llegó a estar gobernada por los herederos de quienes ordenaron tu asesinato. Por fortuna, aquello no duró demasiado, aunque siguen teniendo mucho poder. Entretanto, algunos seguimos queriendo recordar y poner placas en memoria de las víctimas en las calles de tu ciudad.

He colocado varias veces una placa en La Cepa, una vez incluso lo hizo tu hijo, pero apenas duró horas, quizá minutos. Lo mismo ocurrió con las de los casi cien asesinados en San Sebastián. Hoy el Ayuntamiento, tu Ayuntamiento, quiere hacer malabares con el pasado y colocar las placas de todos los muertos por todas las violencias. Ya sabes a lo que me refiero: el totum revolutum de violencias que pretende difuminar el significado político de tu asesinato.

¿Y el Parlamento Vasco, que también fue tuyo? Hace unos días recuperé un vídeo en el que tres parlamentarios asistíais a un debate: Joseba Eguibar, Fernando Buesa y tú. Aún no he visto al único superviviente de este terceto político asistir a este homenaje. Mientras, desde su partido llaman a «confraternizar entre diferentes», incluyendo en el bombo a quienes no han condenado tu asesinato, ni el de Buesa, ni el de más de 800 personas.

Confraternizar con diferentes no se diferencia demasiado de blanquear el terrorismo. Siento decirte que el precio que quieren pagar algunos de tus compañeros de escaño por la normalidad política pasa por el blanqueo al historial de los asesinos, los secuestradores y sus cómplices.

Siento decirte que el futuro político de la sociedad vasca lo marca el nacionalismo. Que hoy se sientan en las bancadas de tu parlamento personas que ocupan cargos públicos gracias a ETA. Que le deben todo a ETA, aunque ahora vivan como si nunca hubiera existido. Estamos viviendo una operación de blanqueo: los herederos de ETA quieren deshacerse de la sombra de la banda terrorista y los nacionalistas, los rentistas del terror, quieren seguir explotando los réditos políticos sin asumir sus responsabilidades ni sus complicidades.

Y todo esto se produce ante los ojos de una sociedad tentada a olvidar para no confrontarse con el pasado, tentada a esconder su vergüenza moral para vivir lo que llaman un nuevo tiempo, un verdadero año cero sin ETA.

La vergüenza moral que algunos quieren esconder es la que yo siento al retratarle a mi hermano la sociedad de la que ETA lo expulsó con un tiro en la nuca. Hoy tengo que deciros que mi hermano no dio la vida por esta sociedad que acabo de describir.

Yo hoy reivindico la rebeldía de Gregorio Ordóñez. Reivindico a su arrojo para luchar contra la tiranía del nacionalismo; su lucidez para, ante la dictadura de la empatía y el sentimentalismo, apelar por dar una batalla política; reivindico su entrega, que mantuvo a pesar de levantarse muchos días pensando que podía ser el último, porque sus convicciones estaban por encima, incluso, de su aprecio por la vida.

Como dice Maite Pagaza, hay un sector de la ciudadanía que tiene instinto de lo que es decente, y Gregorio Ordóñez lo era. Hoy llamo a los ciudadanos decentes a rebelarse, a plantar cara a la operación de blanqueo del terror, a remangarse en esta batalla del relato que es, en el fondo, un pulso contra el olvido. Ese pulso quiero ganarlo.

Las víctimas y los ciudadanos decentes ya perdimos una batalla que acabó con el entierro de nuestros muertos y no estamos dispuestos a enterrar el pasado. Y yo te lo debo a ti, Goyo. No descansaré, te lo prometo».