
Barcelona (Cataluña) Reino de España, jueves 3 de julio de 2025 (Amaya Guerra).- Agotamiento ante la astracanada social y el despilfarro | Cuando escucho ciertas palabras y expresiones modernas, ardo en deseos de inquirir «¿eres deficiente?».
Me refiero a:
– «Lo quiero para ayer»
– «Es una persona de 12» (en lugar de 10).
– «Es muy top» (para indicar gran calidad).
– «Soy CEO». Cuando pregunto, casi ninguno ha sabido que es una sigla que corresponde a «Chief Executive Officer»: director ejecutivo o general. Autodenominarte así cuando eres autónomo sin trabajadores, o con una plantilla de cinco personas, resulta una mentecatería.
– «Apliqué para un puesto» (en lugar de solicitar o postular), uno de tantos calcos lingüísticos. Igualmente, la miríada de extranjerismos, pese a que en español existen una o varias palabras equivalentes, cargadas de connotaciones y raigambre.
– «Estamos embarazados». Lo dudo.
– «Ahora soy mami». Eres una madre.
Otra práctica deleznable, consiste en utilizar nombres de enfermedades para lo que no lo es: que a uno guste el orden, y afirmar «me da TOC», siglas que significan Trastorno Obsesivo Compulsivo. Aquellos a los que he escuchado esa expresión y he preguntado, desconocen el significado de la sigla, y también los síntomas, dolor, y problemas cotidianos que entraña dicha afección. Supone una burla utilizar con frivolidad el término de una enfermedad que daña a tantos (y a sus familias).
El mismo deseo de preguntar acerca del cociente intelectual del otro, experimento cuando entro en contacto con casi cualquier celebración humana y tantos hábitos de vida, de personas menores de 60 años:
– «Graduaciones» escolares: enésima copia americana: en los años 90, cuando uno terminaba COU, ¿se «graduaba»? Esas celebraciones en la actualidad, se llevan a cabo con estética y desembolso propios de una coronación real, pese a que el susodicho es un analfabeto funcional, y en ocasiones también un paleto. Para colmo, también se realizan graduaciones de Primaria, incluso de Infantil y guardería, porque a las madres les resulta mono y gracioso tener una foto de su nene con birrete, como si fuese un catedrático: para premiar al jefe de la casa, mi pequeño semidiós, por dominar la competencia de limpiarse los mocos. Su cursilería y estulticia les impide darse cuenta de que están vilipendiando el esfuerzo de aquellos que han alcanzado cotas de conocimiento y esfuerzo dignas de una orla académica.
-Cumpleaños con grotescos globos numéricos, pompa y boato como si el cumpleañero fuese Luis XIV, una docena de regalos que en un año (o antes) estarán en la basura, y medio centenar de fotografías, realizadas por inercia o para engañarse a ellos mismos o a sus «amigos» en la creencia de que son populares, importantes, amados. Dientes blanqueados, sonrisas huecas, morros salientes, besuqueo serpentino, y lenguaje corporal caricaturesco. Esos eventos me resultan todos iguales, y profundamente aburridos y entristecedores, a causa de no percibir en ellos un gramo de honestidad, algo constructivo, auténtica jovialidad y diversión.
– Despedida de soltero. Absurdo hoy día, dado que, a diferencia de hace medio siglo, el cambio de estado civil no implica modificación en el estilo de vida, empleo, forma de vestir, etc. Actualmente, dicha arlequinada es una competición de humillación, y comportamientos adolescentes. Si bien, hoy con 35 años, buena parte de la población cuenta con la madurez mental de personas de 20 años hace medio siglo. Por eso se publicitan tantos productos bancarios para «jóvenes de hasta 35 años». Con esa edad deberían tener hijos preadolescentes…
– «Pre-boda», y bodas de 10.000 €, pese a que los actores son de clase media o baja, a diario no se quitan la chancla, la braga-pantalón, y la camiseta-trapo ni para acudir al banco, y el porcentaje de divorcio es del 50%, cifra que aumenta ante cada mejora de la coyuntura económica.
– Sesiones de fotos profesionales, porque tantos sujetos hoy sufren un trastorno de la personalidad y creen ser Isabel Presley. Buena parte de la población padece soberbia, ha olvidado cuál es su sitio, vive para emular. Con ello sólo resalta su bajeza, su pequeñez, lo que nunca será.
– La chabacanería de que una de esas sesiones fotográficas, sea con el cuerpo medio desnudo cuando una mujer está embarazada. Como si se tratase de un milagro inexplicable, como si no se produjese en el planeta cada minuto.
– «Gender reveal party»: otra copia de Estados Unidos de América (EE.UU.), otra ocasión para malgastar, hacer el payaso, y sentirse especial, única, y el centro del universo. Se trata de una fiesta para revelar el sexo del bebé que una espera, con rotura de globo como protagonista, y posterior estallido de gritos y lagrimeo, bien emane del globo confeti rosa, o azul.
-«Baby shower»: más copias norteamericanas, y más inventos para potenciar el consumismo, el melindre y la egolatría. En este caso, es celebrado poco antes del nacimiento del bebé.
– El esquizofrénico grupo de madres de Whatsapp, enésima pérdida de tiempo, saturación informativa (de sandeces y trivialidades), lugar para ejercer de correveidile, y celebrarse enfrentamientos de guardería.
– Año escolar plagado de excursiones, y fiestas para las que uno debe disfrazarse y maquillarse. Mientras, con 12 años aún no saben tildar palabras agudas, llanas y esdrújulas.
– Bombardear a los hijos con actividades extraescolares (quemando su sistema nervioso), para que los padres se deshagan de ellos, los usen para ufanarse (un indicador económico propio ante la sociedad), y obtengan autoestima y calmen la conciencia: si pago mucho y mi hijo corre más que nadie, viaja más lejos que nadie, y posee una montaña de títulos, cumplo como padre.
– Baños de mujeres y roperos que parecen tiendas. Dormitorios infantiles que asemejan jugueterías. Televisores que cubren media pared, teléfonos móviles de 500 € (casi la mitad del Salario Mínimo Interprofesional). Al tiempo, esos compradores se indignan ante el precio de la comida o un libro.
– Peluquerías y spas para canes.
– El cuádruple de gimnasios, peluquerías y salones de estética y manicura, que de bibliotecas y centros culturales.
– Manicura de actriz porno. También en receptoras de subsidios, trabajadoras manuales, ginecólogas, y niñas. Marcas que ofrecen sujetadores y tangas para éstas.
Cuando las necesidades primarias y secundarias se sacian; cuando se sustituyen los cimientos y el cultivo por lo rápido, fácil y divertido, el conocimiento por información, el compromiso personal por lo desechable; una conversación, la merecida explicación a por qué una relación humana termina, por un bloqueo digital; cuando se olvidan o desdeñan las raíces culturales, la unidad de destino, la trascendencia, y la guía y sustento espirituales (filosóficos o religiosos), arriba la decadencia, que es antesala de la destrucción de esa cultura.
Cuando con frecuencia he expresado mi extenuación, desconcierto, y oposición ante las prácticas de vida y festejos antes mencionados, soy tratada como a una aguafiestas, seria (adjetivo usado actualmente con connotaciones despreciativas, cuando para muchos continúa siendo una virtud), y rechazada porque no estoy dispuesta a dilapidar el dinero que tanto cuesta ganar, a comportarme deshonrosamente, perder el tiempo, y fingir que no estoy pudriéndome de aburrimiento, vacuidad y vanidad. En definitiva, y como ha ocurrido desde hace cinco mil años (pese a una reciente supuesta ola de tolerancia hacia la diferencia y de aceptación de la individualidad), repudiada por negarme a ser parte de un teatro ajeno.
Sólo soy un ser humano que anhela sinceridad, austeridad, y fondo moral. Una vida con significado y sentido.
Amaya Guerra
Agotamiento ante la astracanada social y el despilfarro, jueves a 3 de julio de 2025.