Aznar (PP) y Blair pactaron para mostrar a la opinión pública que intentaban «impedir la guerra»

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Los mandatarios Durao Barroso, Tony Blair, George Bush y José María Aznar en la cumbre de las Azores en marzo de 2003 Navy Visual News Gob. Archivo de Federal de los EE.UU./SSGT MICHELLE MICHAUD.

rtve – En febrero de 2003, a pocos días de iniciarse la intervención militar contra Irak decidida por EE.UU. con el apoyo de Reino Unido y España, el presidente del gobierno español José María Aznar y el entonces primer ministro británico Tony Blair mantuvieron conversaciones con el fin de diseñar una puesta en escena frente a la opinión pública que suavizara el creciente clima de oposición a una posible guerra. Barcelona (España), miércoles 6 de julio de 2016. Fotografía: Los mandatarios Durao Barroso, Tony Blair, George Bush y José María Aznar en la cumbre de las Azores en marzo de 2003 Navy Visual News Gob. Archivo de Federal de los EE.UU./SSGT MICHELLE MICHAUD.

«Para amortiguar las dificultades creadas por «la impresión de que EE.UU. estaba determinado a ir a la guerra pase lo que pase», el señor Blair y el señor Aznar acordaron la necesidad de establecer una estrategia de comunicación que mostrara que ellos ‘estaban haciendo todo lo posible para impedir la guerra'».

Así figura literalmente en el informe Chilcot sobre las responsabilidades y protagonismo de Reino Unido en la guerra de Irak, presentado este miércoles. El apoyo del gobierno español a la acción bélica se plasmó en la cumbre de las Azores, celebrada en marzo de 2003, que reunió a los mandatarios Durao Barroso, José María Aznar, George W. Bush y Tony Blair, y generó una ola de manifestaciones de repulsa en España.

Dos millones y medio de palabras para censurar la guerra

Doce volúmenes con 2,6 millones de palabras diseccionan cómo se gestó una de las decisiones más polémicas de Blair y revela que, meses antes de que empezara la guerra, el ex premier prometió al entonces presidente de EE.UU., George Bush, apoyó incondicional para invadir Irak. «Estaré contigo pase lo que pase», escribió Blair a Bush el 28 de julio de 2002. Ocho meses después, el 20 de marzo de 2003 empezaría la guerra contra Irak.

El informe elaborado por la comisión de Sir Chilcot concluye que la invasión de Irak se basó en información de inteligencia defectuosa, sin agotar las opciones de paz, sin justificar que Sadam Hussein tuviera armas de destrucción masiva. Un resultado cimentado tras casi siete años de indagaciones. El texto censura la decisión más polémica de Blair durante su mandato y describen el papel del Reino Unido en la contienda.

Blair: «Dejad de decir que he mentido»

La publicación del informe Chilcot ha reavivado el frente de críticas e indignación contra la guerra de Irak. En su alocución de defensa, Tony Blair ha arrancado con una frase simple: «Dejad de decir que he mentido».

El informe acuña definitivamente certezas que hasta ahora se mencionaban sin la contundencia de la formalidad documental. Las pruebas que justificaban la invasión eran falsas y la legalidad de la decisión era dudosa. También queda negro sobre blanco que ocho meses antes Blair prometió sin concesiones, «pase lo que pase», su colaboración al presidente estadounidense George Bush hijo, origen de este desmán con una estela de miles de muertos.

Exmilitares y familiares de los caídos ya preparan acciones judiciales contra Blair, cuyo legado de tres legislaturas como primer ministro ha quedado ensombrecido por años de acusaciones a cuenta de su decisión de ir a la guerra. La «decisión más dura, trascendental y dolorosa», ha confesado este miércoles. Blair ha afrontado un interrogatorio hostil desde medios nacionales y extranjeros. Le recriminan haber abandonado la vía diplomática demasiado pronto y haber entregado a Bush un «cheque en blanco para hacer la guerra».

Sus respuestas, en casi dos horas de declaraciones, mostraron a un Blair en ocasiones contrito y emocionado, pero también claramente irritado por el modo en que sus acciones han sido retratadas. «Si discrepáis conmigo lo admito, pero dejad de decir que he mentido o que he tenido alguna clase de interés deshonesto y oculto», dijo a los periodistas.

El exprimer ministro laborista ha aceptado su total responsabilidad «sin excepción ni excusas», pero ha reivindicado sus actos en ese contexto particular y ha pedido claridad: «La gente dice todo el rato que he mentido sobre los datos de inteligencia, pero para ser justos, si se lee el informe completo, esa afirmación debe abandonarse, puesto que no es cierta y nunca lo fue».