Catalanismo, una amenaza seria sobre las Islas Baleares

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La constante crispación política existente en España en la autonomía catalana no debería ocultar el que otras Comunidades Autónomas también son víctimas, de un hostigamiento constante, por parte del separatismo pancatalanista. Ésta es la doctrina política que defiende la unión de los llamados «Países Catalanes«, una denominación ideológica y totalmente extraoficial de los territorios implicados: Cataluña, la Comunidad Valenciana, Islas Baleares, Andorra y el Rosellón francés.

En primer lugar, es importante entender que el viejo continente está preso por el lado catalán en las garras de una alianza compleja y nociva entre diferentes fuerzas con un alto potencial destructivo. Por un lado, nos encontramos con la corrupta y corrompida burguesía catalana de los Jordi Pujol, Artur Mas, Carles Puigdemont, y tantos otros implicados en numerosos procesos judiciales por motivos económicos. Paradójicamente, son en buena parte los descendientes de las familias ricas que la dictadura de Franco favoreció y enriqueció. Por el otro, existe un movimiento ideológico de la extrema izquierda, antes fascista y admiradora del dictador italiano Benito Mussolini, representada por el partido Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).

Además, teniendo en cuenta lo que entra en juego en la disputa por el control de la rica región catalana, tanto cultural como económicamente, no es absurdo pensar que otros actores han entrado de lleno en el juego. Se puede pensar en el crimen organizado, que se beneficia de la inmigración ilegal proveniente de Marruecos, vecino del Mediterráneo; que también ha apoyado, aunque sea de manera discreta, al proyecto separatista catalán. Los migrantes se convierten en los «Nuevos catalanes», tal y como se llamaba la sección de inmigrantes de la extinta Convergencia y Unión, que deben reemplazar a los que ya no son queridos en la autonomía, o bien a los catalanes y los españoles que no comparten el proyecto secesionista. También sabemos que tanto la mafia rusa como la calabresa están presentes en la Costa Brava y en la famosa Rambla de Barcelona. La diáspora pakistaní, con los servicios secretos del ISI en segundo plano, se ha convertido a su vez en un actor importante en esta tan disputada autonomía. Si los bandoleros del clan nacionalista de Jordi Pujol tienen prisa por escapar de la justicia catalana y española debido a más de treinta años de corrupciones e intrigas, Esquerra Republicana de Catalunya, aunque fundada en 1931, tiene aún un largo camino por recorrer en este aspecto; ya que su presencia en el poder regional ha sido claramente menos profunda. Todo este «bello» mundo tiene un denominador común: la instalación de una república bananera – favorable a los negocios de alto margen en un ambiente de desarme aduanero y bajada de impuestos – lo más rápido posible, pero en una era de influencia expansionista. Esta es una simple lógica geopolítica. Para garantizar su libertad de acción, nos interesa lo que sucede en nuestros vecinos.

En el caso del pancatalanismo, la dinámica también tiene la ventaja de reforzar aún más el adoctrinamiento y la propaganda. Esta época de influencia se basa en la fantasía del escritor y editor valenciano Joan Fuster i Ortells (23.11.1922 – 21.06.1992) y en su libro de 1962 «Nosaltres, els valenciens«. En ella postula que para fortalecer la identidad del pueblo valenciano es necesario unirse al nacionalismo catalán. En primer lugar, crear una comunidad cultural con los otros territorios identificados como de habla catalana. En segundo lugar, para convertirlo en una entidad política. Como la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares no son una excepción a esta triste visión soberanista. Poco a poco, las asociaciones separatistas se establecieron allí. Las familias están siendo destrozadas y la Generalitat de Cataluña las subvenciona y soborna a cada paso. Por supuesto, no directamente, sino a través de instituciones con nombres que a priori podrían resultar positivos, como la Obra Cultural balear (OCB), dirigida activamente por la asociación catalanista y propagandista Òmnium Cultural, y otras plataformas que afirman trabajar para promocionar la lengua. Esta causa bien entendida y ejecutada podría tener efectos positivos e integradores, excepto que en este caso el lenguaje se utiliza como un arma. El Gobierno de las Islas Baleares está bajo dicha influencia; se habla incluso de un referéndum para el 2030… el derecho a decidir o, mejor dicho, el intento de sedición con España. ¿Por el derecho a la autodeterminación? No, por supuesto que no; pero entrar, si fuera preciso, en la trampa de la mafia política catalana y el catalanismo supremacista.

Cada año, el Gobierno de la Autonomía Balear contrata aún más inspectores escolares, los llamados «dinamizadores lingüísticos», para imponer el aprendizaje del catalán. El 19 de junio de 2020, el diario «MallorcaDiario.com» informó de que el Gobierno Regional está asignando 600.000 euros adicionales a los medios de comunicación en lengua catalana de las islas. El pretexto para esto era crear unos cien puestos de trabajo, pero la cruda realidad es que la implementación solapada de este proceso de ingeniería social recuerda a lo que ha sucedido en la autonomía catalana desde principios de los años 90. Sabemos lo que pasó después; sólo vamos a contribuir a reescribir la historia, inventando un reino de Cataluña que nunca existió. Por el contrario, en la Península Ibérica sí que existían un reino de Mallorca, un reino de Valencia y la gran corona de Aragón, pero Mallorca nunca fue un reino perteneciente a Cataluña y además siempre estuvo dividida en comarcas, a menudo con distintos dialectos e intereses.

Incluso, tal y como sucede en el caso de la Comunidad Autónoma Catalana, muchos acaban por escapar de las discriminaciones de toda índole a las que son sometidos, y se defienden; ya sea en la escuela, el trabajo o a través de la actividad asociativa. Asociaciones tales como «Profesores Libres de Ingeniería Social» (PLIS) o «MosMoven», se han erigido contra la ideología totalitaria del pancatalanismo en sectores de vital importancia para la Sociedad como son la Educación y la Sanidad.

Nos encontramos ante entidades ciudadanas sin vinculación alguna con los partidos políticos y que merecen, sin duda alguna, tener una mayor exposición pública y en medios. En resumen, el pancatalanismo es un nacionalismo irredentista y un veneno para la cohesión social en nuestro continente; hay un riesgo claro de que, a la larga, esta ideología inspire otros movimientos de parecido carácter en otras regiones europeas.

François Meylan