De banderas y símbolo. Lucirla con orgullo es un derecho, no un delito

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FOTOGRAFÍA. BARCELONA (ESPAÑA) 06.09.2019. La Bandera Española más grande, desplegada por las plataformas españolas en Cataluña que se hacen llamar Brigada de Limpieza (de la contaminante amarilla separatista). foto Claudia M. Gaeta Ruffo/Ñ Pueblo Lasvocesdelpueblo. Lasvocesdelpueblo

El otro día corría por las redes sociales un audio que me dejó estupefacto, pues no podía creer lo que escuchaba, de cómo un agente de policía obligaba a una señora a retirar una bandera constitucional de España del cristal trasero de su coche, y que no impedía la visibilidad para conducir, con la peregrina excusa de que estaba prohibida cualquier manifestación política porque estamos en «estado de alarma». Por supuesto que esa señora no se manifestaba políticamente en modo alguno, simplemente se desplazaba con su vehículo a hacer unas compras, luciendo su bandera como lo hacía habitualmente, ¿Desde cuándo, el mostrar con naturalidad la bandera de tu país, es una manifestación política?

Las banderas, estandartes y pendones, han existido a lo largo de la historia para identificar a etnias, tribus, ejércitos, estados, imperios y países. No es un tema baladí como podría parecer, es un tema muy serio e importante que define la extraña situación a la que hemos llegado. Tanto la bandera como el himno, son símbolos que representan unos valores, una historia, una identidad y a todo un país. Esos símbolos no pertenecen a ninguna ideología política, a ningún partido o movimiento, pues nadie puede arrogarse ese privilegio, pertenecen a todos los ciudadanos de ese país, pues representa sus instituciones y su idiosincrasia. Otra cosa muy diferente es que muchos nos sentimos orgullosos de lo que representa, mientras que otros, denigran o ignoran, con absurdos complejos identitarios, cuando no lo ultrajan con total impunidad en repugnantes aquelarres esperpénticos.

En multitud de países de nuestro entorno democrático, los símbolos son respetados solemnemente, es más, su legislación castiga severamente el ultraje a sus estandartes de todo tipo, banderas e himnos. Un norteamericano, un francés o un alemán, luce con orgullo en su casa su bandera, si tiene jardín la iza al amanecer y la arría en el crepúsculo. Nunca se politiza porque es de todos, se respeta por lo que representa. Recuerdo una anécdota que me sirve como ejemplo de reflexión: durante los JJOO de Londres-2012, una periodista española entrevistaba al jamaicano Usain Bolt, rey de la velocidad atlética, y en ese momento al otro lado del estadio olímpico se celebraba una entrega de medallas, comenzó a sonar el himno de EEUU y el atleta detuvo la entrevista guardando silencio en posición de firme. La cara de la periodista era de póker, pues no entendía lo que ocurría. Todo lo expuesto, es sólo la opinión de un ciudadano común que defiende lo que algunos se empeñan en socavar.
Antonio Morales Sánchez