Los hijos de la guerra. No saben porque vinieron de esta forma y no saben el porqué se marchan o se despiden así

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FOTOGRAFÍA. CATALUÑA, 28.04.2020. Vista de los profesionales sanitario trasladando del hospital a un fallecido por COVID 19 en Cataluña mientras la región catalana ha sumado hoy un total de 150 muertos por COVID 19 y registra un total de 10.073 fallecidos por coronavirus, según cifras real de la Generalidad de Cataluña que oculta el Gobierno Pedro Sánchez-Pablo Iglesias. Efe

Bastantes veces he escuchado una frase tan acertada y a la vez tan cruel, que define el inicio y el fin de la vida de nuestros mayores en España. Esos abuelos que nacieron en una época de guerras, principalmente la guerra civil española, y posteriormente la II Guerra Mundial, donde conocieron la miseria, las cartillas de racionamiento, el trabajar de jóvenes para sacar a su familia hacia adelante (ya sea porque vivían con sus padres o hermanos, o bien porque habían creado ya una familia a una edades muy tempranas). En definitiva, tenían por delante una vida muy dura y muy precaria.

Nuestros mayores vivieron una infancia con una época de economía de guerra, pero a la vez se curtió una generación, que lejos de rendirse, trabajó fuerte para salir hacia adelante en esta vida, con trabajo, sacrificios, pero a la vez con la satisfacción de ver crecer y ver avanzar a su familia hacia una vida más próspera y mejor.

Cuando han ido creciendo, además de trabajar, aprendieron muchas cosas de la vida: Juegos tradicionales, jugar en la calle con primos y hermanos, travesuras de la infancia, aprovechar la ropa de los familiares, que la madre cosiera la ropa o los zapatos si se rompían, ver crecer a los hijos y proporcionarles una formación para una vida mejor, enseñarles a ser educados, a ser amables con el prójimo, valorar lo que se compra, aprender a ahorrar y no a despilfarrar, etc. En otras palabras, se podría decir que aprendieron de la «universidad de la vida».

Ellos nos trajeron la democracia en 1977 (con la previa reconciliación de los dos bandos que se enfrentaron años atrás en la guerra civil) con unas elecciones constituyentes, cuyo fruto fue la Constitución de 1978. Nos trajeron el régimen constitucional que tenemos hoy día, con sus virtudes y sus defectos, pero que nos ha proporcionado una etapa de paz y prosperidad jamás vista en España.

Nuestros mayores se han ganado a pulso las pensiones que cobran hoy día, sin olvidar que han luchado por tener los derechos y libertades que disfrutamos actualmente, sin olvidar que en la crisis económica salvaron a muchas familias con su pensión para ayudar a sus hijos y nietos que se habían quedado en paro y con deudas, entre otras acciones a destacar.

¿Cómo se lo pagamos a nuestros mayores?

-Muchos están olvidados en muchas residencias mal gestionadas, abandonados a su suerte, mal atendidos, mal tratados, como si fueran «trastos que molestan». 

-Bien con soportar a políticos europeos que han tenido la desfachatez de hacer unas declaraciones vomitivas y asquerosas: «admiten a personas viejas en la UCI”. Ellos admiten a personas que nosotros no atenderíamos porque son demasiado viejas». 

-Bien, como está sucediendo ahora por culpa del Coronavirus, sin poder despedirse de sus seres queridos en sus últimos momentos de vida en plena crisis sanitaria, ni sus familiares tampoco pueden darles último adiós. En consecuencia unos están rotos de dolor y «los hijos de la guerra» se van sin saber porque se marchan de esta forma.

– O bien, hechos de otra índole diaria.

La triste conclusión, es que no saben porque vinieron en una época tan dura, donde nadie les ha regalado nada, han trabajado para que tengamos un futuro mejor, nos han ayudado y nos siguen ayudando cuando peor lo está pasando nuestra generación actual; pero vemos que reciben unas atenciones nefastas, faltas de respeto, faltas de sensibilidad por parte de muchos políticos que sugieren que no se les traten por «viejos» o no aceptarlos en urgencias si tienen 75 años o más.

¿De verdad se merecen recibir estas faltas de respeto con declaraciones condenables, y falta de cuidados, de atenciones, viviendo una vejez precaria e indigna? ¿Dónde hay la calidad de vida que se merecen? ¿De verdad se merecen este final nuestros «Los hijos de la guerra»? 

Jordi Ferré Rey