Manuel Valls (Cs): No soy español, «quiero hacer política en Francia»

0
361
FOTOGRAFÍA. BARCELONA (ESPAÑA), 05.12.2018. El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera (d) , la líder de la oposición en Cataluña, Inés Arrimadas (i), y el extranjero francés candidato a la alcaldía de Barcelona por Ciudadanos Cs, Manuel Valls (c), durante su intervención esta tarde en el acto titulado 40 años de constitucionalismo celebrado en el Conservatorio Liceo de Barcelona. Efe

Redacción – «Es el resultado de una meditación de tres años en los que cambió mi vida personal y política». «Ahora sé que soy mayormente francés: en mis valores, en mi forma de pensar y de hacer política». «Mi etapa de concejal se ha acabado». «En breve haré pública mi renuncia» como concejal del Ayuntamiento de Barcelona, apunta Manuel Valls que a la pregunta: «¿Cree que fue un error que no se marchara tras la elección de Ada Colau.? Se habría ido en beauté?, el que fue candidato de Ciutadans Partit de la Ciutadanía-Ciudadanos (Cs) de Inés Arrimadas García en mayo 2019 a la alcaldía de Barcelona contesta: «Mi mujer también lo piensa». «No se acierta siempre». Barcelona (España), domingo 23 de mayo de 2021.

El candidato de Cs Manuel Valls acaba de publicar «Pas une goutte de sang français (Grasset)», el carnet de regreso a su patria. El título está en una frase del escritor Romain Gary: «Je n’ai pas une goutte de sang français mais la France coule dans mes veines (no tengo una gota de sangre francesa, pero Francia está en mis venas)».

Vall ha hecho estas declaraciones de adiós durante una conversación con el cofundador de Cs, Arcadi Espada, en El Mundo este sábado, 22 d emayo de 2021.

Entre otras cuestiones, el excandidato de Cs dice que el expresidente de Cs, Albert Rivera Diaz no mantuvo «nunca» una conversación con él sobre la «política» y que, demás, «a rivera no le gustaba la política sino otra cosa: «Yo no tuve nunca una conversación política con Rivera… Así es». «Y no fue por mi culpa». «Bien». «Pero créame: era muy difícil hablar con Rivera». «Estaba muy nervioso en aquella época…». «En el caso de Rivera había algo más, creo». «En realidad no le gustaba la política». «Le gustaba otra cosa, que ignoro… o que mejor callo, pero no la política», apunta.

Valls dice que: «Los políticos no pueden ser iguales a la gente que los vota». «De ninguna manera». «Ese es el primigenio caldo de cultivo del populismo».

La conversación

Pregunta– Este libro estupendo, que difícilmente podría escribir un político español, tiene la extrañeza de que lo publica un concejal del Ayuntamiento de Barcelona.

Respuesta– Sí…

Pregunta– Usted se ofrece a Francia en el libro. ¿Es compatible?

– No. El libro es el resultado de una meditación de tres años en los que cambió mi vida personal y política. Ahora sé que soy mayormente francés: en mis valores, en mi forma de pensar y de hacer política. Mi etapa de concejal se ha acabado. En breve haré pública mi renuncia.

Pregunta– Cree que fue un error que no se marchara tras la elección de Ada Colau. Se habría ido en beauté.

– Mi mujer también lo piensa. No se acierta siempre.

Pregunta– ¿Por qué vino en realidad?

– Para huir de Francia. Con el hundimiento del Partido Socialista es toda mi vida política la que se hunde. 40 años. También me estaba separando de mi mujer de entonces. Para los restos del socialismo me convierto en un traidor, porque voto a Macron. Y muchos de los amigos de Macron me desprecian. Y me siento una diana del antisemitismo y del islamismo radical: Edwy Plenel [presidente de Mediapart] me acusa de hacer la guerra a los musulmanes. Logro mantener mi escaño de diputado, pero después de una campaña que me deja exhausto y con heridas. Y de pronto empiezo a sentir inputs españoles.

Pregunta– ¿Cuál es el primero?

– Me empiezan a llamar para que opine sobre el Proceso. Trato de que esa opinión se oiga claramente en Europa e influya sobre personas claves como Merkel o Tajani. Luego empiezan a invitarme los círculos de empresarios para que denuncie el peligro del independentismo, desde un punto de vista europeo. Y trato de decirles a mis amigos de la izquierda española que el patriotismo es un valor.

Pregunta– ¿Y lo entienden?

– No.

Pregunta– Sigamos.

– En el mes de febrero de 2018 vuelvo para un acto en la estación de Francia. Doy un discurso en catalán, castellano y francés. Luego, comiendo en el Set Portes con dos dirigentes de Sociedad Civil Catalana, Josep Ramon Bosch y José Rusiñol, y el presidente del Círculo de Empresarios, Javier Vega de Seoane, me proponen que sea candidato a la Alcaldía.

Pregunta– ¿Candidato de quién?

– De una plataforma que sea lo más amplia posible. Les digo que están locos: que es imposible que Cs y PSC vayan juntos. Les digo también que soy un diputado francés y que imaginen a un francés en la soterrada o a veces muy visible francofobia catalana. Por si fuera poco, queda muy poco tiempo.

Pregunta– Qué gran diagnóstico.

– Je.

Pregunta– ¿Qué camino va haciendo la idea en su cabeza?

– Hay que ser un poco mosquetero en la vida, ¿no? Si piensas demasiado acabas por no hacer nada. La política francesa es cada vez más un no future para mí y los contactos y los halagos españoles no cesan. Un día me preguntan en la tele por mi candidatura. Y digo que me lo estoy pensando. A los diez minutos me llama Albert Rivera, con el que meses antes había coincidido en casa de Gregorio Marañón. «Oye, Manuel, ¿puedo decir que te apoyaríamos?». Le digo que sí, que piense que es una candidatura abierta, pero que sí. ¡Error! O no…

Pregunta– No fue la mejor manera de hacerlo público.

– Puede… Viendo las reacciones me doy cuenta enseguida de que va a ser aún más difícil de lo que pensaba. Ahora bien, la noticia crea una gran expectación. Y cuanto más vengo a España, más ganas tengo.

Pregunta– ¿Por qué?

– Seamos claros. Yo quería cambiar de vida.

Pregunta– ¿Utilizó la política para cambiar de vida?

– Exactamente. Es un buen resumen. Cuando empiezo a ver encuestas, comprendo que la cosa está difícil, aunque no imposible. Pero la única posibilidad que tengo de cambiar de vida es ser candidato.

Pregunta– Supo rápidamente que los socialistas no lo apoyarían.

– Al minuto. Miquel Iceta, al que conocía bastante, me lo dijo: «Manuel, no vengas, te tengo mucho cariño, pero has de saber que no te apoyaremos jamás, porque vienes de la mano de Rivera». Illa, entonces secretario de Organización, me dice lo mismo, aunque más educadamente. Tengo contactos con periodistas próximos al socialismo, como Joan Tapia o Rafael Jorba. Todos me dicen que no funcionará. Lo interesante es que toda esta gente no quiere analizar los problemas estratégicos. Les basta con su rechazo a Ciudadanos. El odio que le tienen es indescriptible.

Pregunta– ¿A qué lo atribuye?

– En primer lugar al miedo. Ciudadanos era el primer partido de Cataluña y amenazaba con sacar muy buen resultado en España. Los socialistas y su entorno intelectual y periodístico temían la sustitución. El sociocatalanismo no encaja con lo que es Ciudadanos. Y lo que voy oyendo es fatídico: «No son de los nuestros». No dicen que no son catalanes, pero poco les falta.

Pregunta– Hombre, ésa es su pegajosa manera de decirlo.

– Ya. «Tú, Manuel, eres francés, catalán, en fin, debes entenderlo: no son de los nuestros». Es muy fuerte. Leyendo sobre la historia de Ciudadanos veo que incluso a ustedes mismos, los fundadores, ya les llamaban de extrema derecha. Es inaudito. Así que me convierto a la fuerza en un abogado de Ciudadanos. Desde la primera cena en casa de Mariano Puig, con el que todo comenzó y con el que todo acabó, con su muerte, por cierto.

Pregunta– ¿Quién estaba en esa primera cena?

– El abogado Emili Cuatrecasas, el entonces director de La Vanguardia, Màrius Carol… Justo ellos dos tuvieron un enfrentamiento. El abogado estaba con el sonsonete habitual, que todo era culpa de Madrid. Y Carol defendía que de ninguna forma, que esto era culpa de los catalanes. Acabé por decirles que me habían convocado a buscar una solución para Barcelona, pero que me estaban demostrando que la solución no existía.

Pregunta– La mayoría de fundadores de Ciudadanos vimos como un milagro la insólita llegada de un español, catalán, francés, europeo, que quería hacer política contra el nacionalismo.

Pregunta– Ese era mi objetivo. Proyectado sobre una ciudad donde el antinacionalismo debería ser obligación de su ADN.

Pregunta– Estos contactos con las élites catalanas… ¿Qué diferencias encontró con las francesas?

– Hummm… Mire, soy el hijo de un hombre, el pintor Xavier Valls, que fue rechazado por su ciudad. Así que no descarto que en mi decisión hubiera también una presión psicológica. Pero mi padre, al que Madrid acogió de forma extraordinaria…

Pregunta– Bueno, aquí mandaba y manda Tàpies… ¡Barcelona ha acabado siendo la expresión más ultimada del arte povera!

– Mi padre decía que Barcelona era al tiempo una ciudad abierta y un pueblo replegado, antimadrileño. Durante la campaña llevé sus memorias encima [La meva capsa de Pandora, Quaderns Crema, 2004]. Iba viendo esa misma doblez: la gente estaba acojonada con el Proceso pero era incapaz de salir del laberinto. Incapaz de reconocer su propia culpa. Y ahí siguen. Esta última noticia del nombramiento de ese Jaume Giró como consejero de Economía. El símbolo espectacular de una sociedad contaminada. Giró: la Caixa, el Barça y el Procés. Este es el hombre. Lo tiene todo. ¡Y con toda la prensa encantada!

Pregunta– La prensa y eso que llaman Candidatura de Unidad Popular. Pobrecitos. Han dicho que Giró les «inquieta bastante».

– La imbatible decadencia. ¡Las élites catalanas!: Giró, Laporta, Mediapro. El resultado del pujolismo, del Proceso y de la cobardía. Pero, en fin, sobre lo que me preguntaba de las diferencias entre las élites. Una, técnica: las élites francesas se mezclan. Una cena en París es una mezcla de intelectuales, empresarios, deportistas, periodistas. Hablas de todo. Aquí no. Aquí todo funciona por gremios y corporaciones. Aquí se da la más perfecta confirmación de la definición marxista de la burguesía: solo le interesa su interés. Las élites francesas aún tienen la pretensión de hablarle al mundo. Aquí solo se hablan a sí mismas. Y, naturalmente, como Cataluña va hacia abajo ellos van hacia abajo con ella. No quiero ser pretencioso…

Pregunta– ¡Es imprescindible!…

– Ja, ja… Para tener aquí una conversación que no vaya de dinero… es difícil. Gente como Óscar Tusquets, por ejemplo, con el que puedes hablar de muchas cosas, no abunda. El grosor intelectual de las élites catalanas tampoco puede compararse al francés. Volvamos a Giró: consejero de Economía. Será por lo experto en repartir. No tiene nada que ver una élite con otra. Tampoco moralmente. En las cenas francesas no encontrarás a nadie del Frente Nacional. Pero aquí la relación con el nacionalismo no solo está aceptada, sino que es prestigiosa. Un caso asombroso. Cuando Bernard–Henri Lévy llega a Barcelona, en aquel espectáculo con Albert Boadella, y dice que el nacionalismo es la extrema derecha, enloquecen. ¡Enloquecen por una obviedad! Y lo mismo cuando yo me niego a dar la mano a Torra. Este asombro, ojo, lo detecto en mi propia familia. Casi todos mis primos Valls, por ejemplo, no han querido verme a lo largo de estos años. Si se encuentran a mi madre caminando por Horta, le dicen «hola», haciendo un esfuerzo y solo porque es la tía Luisa. El separatismo, entendiéndolo a la francesa, como la separación entre grupos, es más duro y profundo aquí que en Francia.

Pregunta– Y bien representado políticamente.

– Sin duda. Hay políticos que aciertan a representar el instante concreto de un pueblo. Por ejemplo…

Pregunta– ¡Pu…

– jol! Es la clave de Cataluña. Le daré tres ejemplos de este tipo de hombres. Uno positivo. De Gaulle en 1958: la Monarquía, Napoleón, la República, la Democracia, la Grandeur. Otro: Perón, el peronismo, la enfermedad de Argentina. Eres peronista y no argentino. Y no puedes salir de ahí. El pujolismo es como el peronismo: la enfermedad infantil de Cataluña. Y los catalanes no pueden escapar. ¿Qué es lo que me proponen hacer las élites cuando llego? Pujolismo. «Lo que necesitamos es… pujolismo», me dicen.

Pregunta– ¡Acabó notándose en sus propias listas!

– Es posible. Yo quería hacer algo abierto. Pero no hice pujolismo. Y los decepcioné. No entendieron que todo aquello había muerto y que su herencia solo era un delirio fracasado que habrá de avergonzarles durante décadas.

Pregunta– Pero ni usted ni Ciudadanos fueron capaces de avergonzarlos en Barcelona.

– Así fue, desde luego. Hubo circunstancias… y errores propios.

Pregunta– Empecemos por lo fácil.

– La moción de censura que tumba a Rajoy. Cambia radicalmente el papel de Ciudadanos. Y el de los socialistas. El hecho de que el PSOE coja el gobierno obliga a cambiar la estrategia de Cs.

Pregunta– El problema no es tener que cambiar, sino la estrategia que eligen a cambio.

– Es lo que decíamos de los intereses. Rivera elige en razón de sus intereses. Es un caso interesante. En aquel momento lo que le convenía a España era que Sánchez y Rivera hubieran llegado a un acuerdo similar al de febrero de 2016. Pero Rivera piensa que lo que le conviene es sustituir al PP. Lo curioso es que sus intereses y los de España coincidían profundamente, pero no supo verlo. Comprendo que tuviera sus razones. Esto que dicen de la promesa electoral de que nunca pactarían con el PSOE…

Pregunta– Bah…

– Per Albin Hansson, el socialista sueco de los años 30, se presentó a las elecciones diciendo que iba a acabar con el capitalismo. Cuando anunció sus primeras medidas de gobierno se empezó a ver que no tenía ninguna intención de hacer eso. Se lo reprocharon y él dijo que una cosa era tener que ganar y otra tener que gobernar. Y que ya le ajustarían cuentas los electores en una próxima elección. El resultado fue que los socialdemócratas gobernaron 30 años casi sin interrupciones. Un político debe saber distinguir entre ganar y gobernar.

Pregunta– Pero en el caso de Ciudadanos ni siquiera hay que aludir a eso. Ciudadanos tenía un mandato superior, que era impedir que el nacionalismo gobernara.

– Y fíjese qué coherentes fueron hasta el final en la traición a ese mandato. Cuando hay que elegir al alcalde de Barcelona, optan por el nacionalismo. Y mire: al final esta lista electoral mía permitió que Barcelona no fuera gobernada por un partido que respaldó y respalda la sedición.

Pregunta– ¿No habló con Rivera antes del descalabro, no trató de hacerle ver…?

Yo no tuve nunca una conversación política con Rivera…

Pregunta– ¡…!

Así es. Y no fue por mi culpa.

Pregunta– Usted tampoco tiene un ego fácil.

– Bien. Pero créame: era muy difícil hablar con Rivera. Estaba muy nervioso en aquella época…

Pregunta– ¿Nervios…? Más bien fue un hombre muy por debajo de lo que se pedía.

– La exigencia de la política ha bajado en todas partes… Es una gran desgracia. El que los políticos hayan renunciado a la profesionalidad es gravísimo. Los políticos no pueden ser iguales a la gente que los vota. De ninguna manera. Ese es el primigenio caldo de cultivo del populismo. En el caso de Rivera había algo más, creo. En realidad no le gustaba la política. Le gustaba otra cosa, que ignoro… o que mejor callo, pero no la política.

Pregunta– Bueno, no logró ser alcalde, pero logró cambiar de vida. ¿Cuál será ahora su vida?

Quiero hacer política en Francia. El cómo no depende solo de mí. Pero voy a participar en el debate electoral de 2022. Ese año en que Marine Le Pen puede ser presidenta de Francia…

Pregunta– No lo creo. Aunque solo sea gracias al magnífico y perfectamente antipopulista sistema electoral francés.

– Hummm. Está cada vez más cerca. Es una posibilidad real, créame.

Pregunta– ¿Pero qué pasa en Francia realmente?

– ¿En síntesis? Un número cada vez más grande de franceses temen que su nación desaparezca.

Pregunta– ¿Y qué ha hecho la izquierda, su izquierda, para evitarlo?

La izquierda se está muriendo. No supo responder al nuevo mundo después de la caída del muro de Berlín y no ha sabido tener un modelo propio ante la globalización económica. Pero lo peor es que no ha combatido el nuevo mundo identitario que le explota en la cara el 11 de septiembre de 2001. La izquierda ha abandonado el universalismo. La izquierda de hoy es esa alcaldesa de Chicago que veta a los blancos en una rueda de prensa. En Francia, y por eso quiero participar en el debate, hay aún una izquierda universalista, republicana, laica, la de Jacques Julliard, la de Caroline Fourest, que no tiene un espacio político, pero sí intelectual. Como la hay en lo que leo de Félix Ovejero o en el pasado socialista, el de Felipe González y Alfonso Guerra. Ha dejado el universalismo en manos de la derecha y, paradójicamente, la patria. Lo que queda es una izquierda cínica y oportunista y una izquierda radical. Por eso ya no digo de mí que soy socialista. Es una palabra muerta. Digo que soy republicano de izquierdas, contra el separatismo, en sentido español y francés.

Pregunta– ¿Hay algo más en la izquierda española aparte de estupidez radical y cinismo?

– No.

(Ganado el 22 de mayo a las 13:07, 66 lpm, 35,3º, vacunado con vector ChAdOx1 [Oxford/AstraZeneca], lote ABV8139, primera dosis). «El nombramiento de ese Giró como consejero de Economía. El símbolo espectacular de una sociedad contaminada. Giró: la Caixa, el Barça y el Procés. Lo tiene todo». «Una cena en París es una mezcla de intelectuales, empresarios, deportistas. Aquí todo funciona por gremios. Se da la burguesía según el marxismo: solo interesa su interés»

– Nunca tuve una conversación política con Rivera. Y no fue por mi culpa.

Pregunta– Usted tampoco tiene un ego fácil.

– Bien. Pero era muy difícil hablar con él. Estaba muy nervioso…