Participación más alta en España es 78,83% (1977) y la más baja 68,04% (1979)

0
838
FOTOGRAFÍA. ESPAÑA, AÑO 2019. Una persona coloca en la mesa de un colegio electoral de Pamplona las papeletas con las diferentes opciones políticas en las elecciones españolas. Efe.

Efe – Unas cifras inferiores en todo caso a la media del período democrático, que se sitúa en el 72,8 por ciento, con el pico más alto en las elecciones constituyentes de 1977, en las que votó el 78,83 por ciento del electorado. La cota más baja se dio en los comicios de marzo de 1979, cuando la participación descendió hasta el 68,04 por ciento, llevando la abstención hasta un récord del 31,96 por ciento, que nunca ha vuelto a repetirse. Madrid (España), sábado 27 de abril de 2019. 

Ante los llamamientos a la movilización de sus votantes que los líderes políticos han hecho durante la campaña electoral, superar el 70 por ciento de participación en las elecciones generales de mañana se presenta como un reto para todas las formaciones políticas.

Y eso porque en las dos últimas convocatorias electorales la participación se quedó muy cerca de ese 70 por ciento, con un 69,67 en las elecciones generales de diciembre de 2015 y un 69,84 en las de junio de 2016.

Unas cifras inferiores en todo caso a la media del período democrático, que se sitúa en el 72,8 por ciento, con el pico más alto en las elecciones constituyentes de 1977, en las que votó el 78,83 por ciento del electorado.

La cota más baja se dio en los comicios de marzo de 1979, cuando la participación descendió hasta el 68,04 por ciento, llevando la abstención hasta un récord del 31,96 por ciento, que nunca ha vuelto a repetirse.

También tienen su peso en los comicios los sufragios de los que, aunque no se quedan en casa, optan por votar en blanco o depositan una papeleta nula, bien por error involuntario o de manera consciente a modo de protesta.

Para el voto en blanco, el CIS ha pronosticado un 2,3 por ciento en su barómetro preelectoral del 28-A, si bien el porcentaje real nunca ha llegado a ser tan alto en unas elecciones generales.

De hecho, en las elecciones de 2015 y 2016 el número de votantes en blanco descendió notablemente respecto a comicios anteriores, hasta dejar en la mitad la cota máxima alcanzada en 2000 y 2004, cuando votó en blanco el 1,58 por ciento del electorado.

Así, en las últimas generales los votantes en blanco cayeron al 0,74 por ciento (179.081 electores); en 2015 su número fue algo superior -con 188.132 papeletas que suponían el 0,75 por ciento del electorado- y antes, en 2008, el porcentaje había sido del 1,11 por ciento, con 286.182 votantes.

El menor número de votos en blanco se contabilizó en 1977, un 0,25 por ciento que fue subiendo de manera sostenible elección tras elección hasta llegar al 1,58 por ciento de 2004.

A partir de entonces se invirtió la tendencia, al descender los votos blancos al 1,37 por ciento en 2011, con un 0,75 por ciento en 2015 y el 0,74 por ciento en 2016.

El barómetro preelectoral del CIS apuntaba además que el 0,8 por ciento de los encuestados votaría nulo mañana domingo, un porcentaje ligeramente inferior al que se registró en el Congreso en junio de 2016, que fue del 0,93 por ciento.

Tradicionalmente, el número de votos nulos en el Senado es muy superior al del Congreso, y así ocurrió en junio de 2016, cuando según el Ministerio del Interior se computaron 606.435 votos nulos en la Cámara Alta (el 2,53 por ciento del electorado) frente a los 225.504 del Congreso.

El sistema de listas abiertas en el Senado, que obliga al votante a marcar en la papeleta a los candidatos (tres como máximo en las circunscripciones con cuatro escaños; dos en las islas que eligen tres senadores y uno en las restantes) influye en estos votos nulos.

En la Cámara Baja, el mayor porcentaje de votos nulos se contabilizó en 1982, cuando alcanzó el 1,95 por ciento de los sufragios, y el menor, en 1996, con el 0,50 por ciento.