Reflexión de Ana Maria: «Un galimatías de declaraciones enfatizadas sobre la Constitución Española del 1978»

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FOTOGRAFÍA. 03.12.2014. La presidente de VOX Barcelona, A. H. T. (2 d), junto a un miembro de su Comité Ejecutivo Provincial (CEP) (d), y la presidente de HazteOir en Barcelona (3 d) durante el acto. Militantes de la ultraizquierda y del separatismo movilizado por la organización extremista afines al partido Candidatura de Unidad Popular (CUP), conocida como «Arran Jovent» irrumpen en un acto de VOX en defensa de la familia a gritos de «aborto libre y gratuito», esta tarde en San Cugat del Vallés, comarca del Vallés Occidental, en la provincia de Barcelona. La formación verde se ha comportado con mucha educación hasta que estos individuos han abandonado la sala del acto del Centro Cívico de la ciudad. Joseph Azanméné Ngabgué/Lasvocesdelpueblo (Ñ Pueblo)/Lasvocesdelpueblo (Ñ Pueblo)

Ana Maria Torrijos , foto en San Cugat del Vallés - copia

Nueva reflexión de Ana Maria Torrijos sobre Carta Magna Española: «Un galimatías de declaraciones enfatizadas sobre la Constitución del 1978, en su treinta y seis aniversario han llenado el espacio político. Hay quienes abogan por una Carta Magna federalista, otros de soslayo niegan la reforma y afirman defenderla, un tercer grupo la atacan por impedir la libre decisión de los pueblos»

La revolución tecnológica ha ofrecido al hombre el portal abierto a una información globalizada, con solo los límites que el mismo se imponga. Este acceso providencial le facilita conocer, comprender y deliberar asuntos múltiples, y el bagaje adquirido, unido al derecho de opinar con el respaldo del artículo veinte de la Carta Magna, le coloca en una plataforma privilegiada concediéndole ese mínimo necesario de estabilidad en el ejercicio de su parcela de soberanía.

Los avances sobrevenidos, aunque a la persona le faciliten orientar la acción política y rectificar errores casuales e incluso aquellos que son fruto de interesadas decisiones, pueden llegar a enmudecerla y colocarla en un limbo artificial si ella, como sujeto pensante, no pone barreras a la manipulación identitaria, al deseo de revancha o al miedo ante el mal peor.

La sociedad es mucho más que ese limitado diseño, es un conjunto de individuos con ansias de vivir, de desarrollar una profesión, de cuidar a sus hijos y facilitar su educación, de decidir por ellos mismos sus gustos, sus actos, de querer estar aquí o allá, o en cualquier parte si es lo que desean, de verse apoyados por la justicia, sentir la tranquilidad que les proporciona el saber que sus condicionantes están en ellos, en su predisposición, no en lo que unos políticos desde el hemiciclo decidan en servicio no del pueblo sino para perpetuarse en el poder con todos los privilegios que eso conlleva.

Si en la práctica el ciudadano encuentra obstáculos para trasladar la exposición teórica de la información recibida a la acción concreta, provocará en él una reacción invertida a lo que era de suponer, y en vez de afirmar su protagonismo, por consiguiente, sentirse realizado al ajustarse a la atinada frase del filósofo griego Platón «el hombre es un animal político», lo único que se conseguirá es frustrar sus aspiraciones y empujarlo si es que quiere sobrevivir, a la inhibición negativa para la democracia, o a revelarse y tomar decisiones impredecibles, posiblemente muy difíciles de sortear y después de rectificar.

Los diputados de la Cámara Legislativa a las órdenes de los partidos políticos, y ellos supeditados a sus cúpulas dirigentes, por cierto una minoría, han pervertido el sistema al hacerlo inviable a la libertad individual por querer colectivizar la persona y desdibujarla entre el grupo, más fácil de dirigir. Todos los recursos que modelan una sociedad abierta, fecunda y proyectada a la convivencia y como reto a la paz social, necesitan independencia de la acción política en los espacios en los que ella por propia iniciativa puede abarcar.

Un galimatías de declaraciones enfatizadas sobre la Constitución del 1978, en su treinta y seis aniversario han llenado el espacio político. Hay quienes abogan por una Carta Magna federalista, otros de soslayo niegan la reforma y afirman defenderla, un tercer grupo la atacan por impedir la libre decisión de los pueblos; en el debate también se suman algunos titulares de prensa, constitución si, constitución no, y redondean el círculo mediático las histriónicas sesiones televisivas, pero no seríamos justos si excluyéramos a los desleales a la Ley de leyes desde el principio de la democracia, y que hace pocas fechas la han torpedeado con un fraude de votación.

Ahí está nuestro reto, exigir soluciones a problemas auténticos y no entrar en el juego de las fuerzas políticas que aplastadas por la corrupción, pretenden utilizar la controversia constitucional con el propósito de ocultar sus actuaciones nefastas y no pocas delictivas. Al ocupar sus puestos en las Instituciones la juran, la prometen… por imperativo legal, ante el jefe del Estado con retransmisión televisiva incluida, para al día siguiente olvidarla, falsearla o traicionarla; la Constitución que nos ha dado el período mas largo de convivencia y nos ha proporcionado la libertad, debe ser aplaudida en cada fecha que coincida con su publicación, y no representar un acto lánguido y deslucido, con la ausencia de casi todos los presidentes autonómicos (representantes del Estado) a la que deben su cargo y sueldo.

Nadie puede negar que tiene términos confusos, que deja a su libre interpretación párrafos enteros, que abre sin saber los límites, las competencias, pero puesta en práctica su letra, nos permite ser responsables de estar en la Historia. Por eso tenemos que encontrar el momento y los políticos adecuados que deban emprender junto con los ciudadanos su reforma, no para encajar a nadie en particular sino para que todos unidos, prosperemos y vivamos en concordia. <foto – Joseph A./Lasvocesdelpueblo>

Ana Maria Torrijos