Silencio en España ante el COVID-19 por los proyectos incendiarios del feminismo el 8M

0
864
GRAFCAT4095. BARCELONA, 02/04/2020.- El parking del tanatorio de Collserola (Barcelona), actualmente cerrado al público, se ha convertido en un tanatorio de campaña donde, utilizando los grandes refrigeradores disponibles para emergencias y catástrofes, se almacenan los féretros que provienen de los hospitales con el fin de evitar el colapso de las morgues, este jueves, cuando se cumple el vigésimo día del estado de alerta decretado por el Gobierno por la pandemia de coronavirus que ha provocado mas de 10.000 muertos en España. EFE/Quique Garcia

Hablar, hablar, hablar es lo que hacemos cuando empezamos a desarrollar nuestras aptitudes y dejamos de gatear, de hacer equilibrios para mantenernos en pie, de dar nuestros primeros pasos, de caernos y volver a empezar. Así de firmes vamos sumando experiencias y buscamos las mejores formas de expresar lo que en cada momento vivimos, siempre hay una palabra.

Pero hoy es el día que parecen haberse alejado todos los sonidos posibles para replicar y protestar ante los acontecimientos que se acumulan. El número de fallecidos e ingresados por causa del Coronavirus aumenta y parece no tener descanso. Una pandemia que el Gobierno no quiso constatar pues su interés estaba fijo en otros quehaceres más productivos a corto plazo. Necesitaba seguir inyectando a la sociedad consignas ideológicas, proyectos incendiarios del feminismo, un feminismo muy alejado de lo que es revindicar igualdad para todas las mujeres con relación a los hombres, como ciudadanas de pleno derecho, no contra los hombres, meta casi exclusiva del feminismo actual, nefasto para la convivencia.

Si los españoles ante una crisis sanitaria y económica de consecuencias imprevisibles, no se ven respaldados por la falta de diligencia en priorizar las obligaciones de gestión, todo lo contrario se sienten burlados por las distintas comparecencias informativas, contradictorias, vacías de contenido, en clave de futuro, descartando el presente, mensajes plañideros propios de un escenario funerario, no de una plataforma abierta a la esperanza con cifras fiables de los test, de las mascarillas y de los respiradores disponibles, es lógico que consideren o por lo menos que se planteen considerar al ejecutivo «incompetente».

Aún quedan varias semanas de encierro en las casas con toda la inseguridad provocada y atizada por unos ministros ineptos, que no están en sus puestos por ser especialistas en su materia, sino por ser compañeros sentimentales o estar cercanos al nacionalismo. La coyuntura sanitaria se ha planteado como excusa para introducir un dirigismo informativo, * ruedas de prensa repletas de preguntas filtradas, mentiras y más mentiras en boca del portavoz de turno con la intención de contrarrestar los datos que llegan a todo aquel que desee conocerlos, * los medios informativos, reacios a ser eco de las directrices institucionales, arrinconados o casi callados, * programas televisivos de debate, repletos de pregoneros del poder ejecutivo, falseadores de la realidad sin sonrojo alguno.

Las calles muestran la situación en la que se vive, una pandemia terrorífica que obliga a recluirse en los hogares, no en las casas; en los hogares porque es ese el ambiente que nos abraza, la familia , los amigos, conocidos, unos en el mismo espacio real, otros en el abrazo desde el móvil, el saludo en las redes, rompiendo el silencio con aplausos y vítores a los que desde sus lugares de responsabilidad son los que realmente atienden, los sanitarios, el ejército, las fuerzas del orden, y un sinfín de profesionales entregados a la solidaridad. Frente a toda esta esperanzadora imagen, la triste presencia televisiva de un Gobierno incapaz de responder con eficacia a lo que está obligado, gestionar y defender el día a día de la sociedad.

Es intolerable que pidan lealtad a la oposición y que aboguen a no usar la pandemia con fines políticos, que enfrenten lo público a lo privado, que clamen por la libertad de expresión, mientras ellos en momentos ya pasados interfirieron hasta la saciedad en el atentado del 11M y en otros muchos sucesos posteriores, mientras prefieren para ellos la sanidad privada a la pública y mientras amordazan a todo medio informativo que quiera ajustarse a la verdad.

Los cauces que el Parlamentarismo nos proporciona para que la libertad y la ley sean los pilares de referencia en la ruta hacia la paz social, están siendo sorteados en aras de una innoble

finalidad que no es otra que seguir viviendo como parásitos aunque para ello tengan que apoyarse en unas muletas de arribistas, demagogos, y sobre todo de inquisidores.
El silencio al que estamos obligados por respeto a los muchos ciudadanos atacados por la pandemia, tiene que romperse en cuanto se supere y entonces ha de ser la oposición la que inicie su tarea de exigir responsabilidades. La democracia no se ajusta en exclusiva al partido político ganador en los comicios, tiene otro ingrediente muy importante, los que están fuera de la bancada azul. Ellos son los que deben vigilar los excesos que puedan cometer los ejecutores del poder, ellos son los que tienen que proponer alternativas, debatirlas y votarlas, sin olvidar que ante una labor bien gestionada, están obligados también a apoyarla.

Desde el día uno en el que se cierre el estado de alarma, el Congreso ha de trabajar a pleno rendimiento, sin pausa y sin miramientos, muchas son las pruebas que se tienen de la incapacidad, de la prevaricación, del sectarismo pero no sólo del partido que lidera Pedro Sánchez sino también de los que han estado al acecho y cavando la desestabilización del Estado.

Hay que empezar a cumplir la ley, todos hemos de someternos a ella y no podemos permitir que se la burle, se la adultere, se premie a los que han posicionado fuera de ella. Éste es el más grave hecho que no puede permitir una sociedad que aspire a la verdad. Nunca más silencios cómplices.

Ana María Torrijos