Un guardia civil ante acoso separatista: «Soy de aquí. No me voy a ir de Cataluña»

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FOTOGRAFÍA. CATALUÑA (ESPAÑA), AÑO 2017. A 31 de julio de este año 3.545 guardias civiles prestaban su servicio en Cataluña. Casi dos meses después, el Parlament pedía la retirada del instituto armado de esta comunidad en una resolución que no ha extrañado a los cuatro agentes que han querido narrar a Efe sus motivos para quedarse o para irse. Un vehículo de la Guardia Civil en Cataluña. Efe

Lasvocesdelpueblo y Agencias. Barcelona (España), lunes 7 de octubre de 2019. Joan dice que tiene amigos que han pasado de ser «catalanistas», personas que deseaban la prosperidad económica de su tierra, a «independentistas» con los que ya le resulta más difícil conversar. «Me parece una vergüenza -enfatiza- que se quiera echar a alguien que hace su trabajo y que impide que otros cometan delitos». Y ha observado «desconfianza» y «rechazo» hacia «todo lo que es Policía Nacional y Guardia Civil», y eso le duele. Como le duele esa división en la sociedad catalana, que «está con nosotros o contra nosotros». «Antes no era así», asegura.

A 31 de julio de este año 3.545 guardias civiles prestaban su servicio en Cataluña. Casi dos meses después, la mayoría separatista en el Parlamento de Cataluña pedía la retirada del instituto armado de esta comunidad en una resolución que no ha extrañado a los cuatro agentes que han querido narrar a Efe sus motivos para quedarse o para irse.

Forman parte de los 3.545 que forman la plantilla de agentes en ese territorio, de los que 1.959 están destinados en la provincia de Barcelona y 654 de ellos en la Ciudad Condal, según los datos de la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior.

Son cifras que no han variado mucho desde 2011, con escasas oscilaciones en los últimos nueve años, si bien desde 2016 han experimentado un ligero aumento y hoy son 355 guardias civiles más que en esa fecha debido al alza que han registrado también las ofertas públicas de empleo en las fuerzas de seguridad en toda España.

El pasado 26 de septiembre de 2019, tres días después de la detención por la Guardia Civil de nueve miembros de los Comités de la Defensa de la República (CDR) de la célula terrorista del Procés, acusados de terrorismo por la Audiencia Nacional, la mayoría separatista en el Parlamento de Cataluña, con los votos a favor de JxCat, ERC y CUP, aprobó una resolución en la que se pide la «retirada» de los efectivos de la Guardia Civil en la Comunidad autónoma de Cataluña.

JOAN: «SOY DE AQUÍ. NO ME VOY A IR»

Pero Joan, un guardia civil nacido en Barcelona y con un árbol genealógico catalán que extiende sus ramas a siglos pasados, no va a irse. Reconoce a Efe que en algún momento llegó a pensarlo, pero hoy lo tiene claro: «Soy de aquí. No me voy a ir. Mi familia no tiene que verse afectada», apostilla, aunque entiende que algunos de sus compañeros quiera dejar Cataluña.

«Me parece una vergüenza -enfatiza- que se quiera echar a alguien que hace su trabajo y que impide que otros cometan delitos».

Joan trabaja en el puerto de Barcelona desde hace once años. Antes estuvo en Seguridad Ciudadana y «se nos quería mucho», recuerda. Pero desde 2017 -se lamenta- ha notado un cambio en el trato, con gente «reacia a hablar con nosotros».

Y ha observado «desconfianza» y «rechazo» hacia «todo lo que es Policía Nacional y Guardia Civil», y eso le duele. Como le duele esa división en la sociedad catalana, que «está con nosotros o contra nosotros». «Antes no era así», asegura.

Joan dice que tiene amigos que han pasado de ser «catalanistas», personas que deseaban la prosperidad económica de su tierra, a «independentistas» con los que ya le resulta más difícil conversar.

Como muchos de sus compañeros, prefiere que en el colegio de su hija no se sepa que es guardia civil. Quiere evitarle problemas. Como quieren evitarlos otras personas, generalmente dueños de negocios, que les expresan en privado su cariño por la Guardia Civil, pero…

Joan se queda en su tierra. Y tiene esperanza en ese «menos fanatismo y menos virulencia» que ya se atisba.

MIGUEL: «NI MI PELUQUERO SABE QUE SOY GUARDIA CIVIL»

Miguel, sin embargo, se irá. Es sevillano, lleva siete años en Cataluña, tiene una hija y ha decidido pedir uno de los 65 puestos a los que puede optar y aproximarse a su tierra. Como también han pedido irse muchos de sus compañeros.

Se irá con pena, porque su trabajo, también en el puerto, le gusta. Está «muy contento» en ese destino porque no hace una labor monótona. «Si lo tuviera en otro sitio, no me muevo», explica a Efe.

Tanto es así, que a los guardias que llegan nuevos les dice: «Si no fuera por esta situación política, la gente se vendría aquí, porque se trabaja muy bien».

Miguel llegó en 2012 a Girona, donde ya el independentismo comenzaba a movilizarse. Había trabajo para su mujer, pero el idioma era finalmente un problema, así que decidieron trasladarse a la provincia de Barcelona.

En Viladecans, según relata este agente, encontraron muy bien ambiente, pero luego decidieron irse a vivir a Barcelona a una casa cuartel, ante la que muchos días se producían y producen concentraciones.

«Silbatos, insultos, pintadas, objetos contra las ventanas…». Todo esto han vivido las familias de los guardias, pero también concentraciones de apoyo. «Vimos que no estábamos solos», relata Miguel.

Cuando le preguntan por su trabajo, dice que lo realiza en el puerto, pero no en calidad de guardia civil. «Ni mi peluquero sabe que soy guardia», añade.

A Miguel, la resolución del Parlamento de Cataluña le parece que puede alentar a la gente, que ya está «suficientemente caldeada». Y augura un periodo conflictivo porque el independentismo «ya ha dicho que se va a liar». Mientras, espera el momento para irse.

DAVID: «TENGO AMIGOS CATALANES, PERO CON ALGUNOS NO HABLO DEL TEMA»

Este jerezano también tiene decidido irse. Cuando tenga un hijo, que espera sea pronto, pedirá el traslado.

Llegó a Cataluña en 2008, estuvo dos años de servicio, se fue y volvió en 2013. Casi ocho años en total y aún está sorprendido por ese cambio en la sociedad catalana, por la crispación política y por la «tensión con la Guardia Civil», algo que en 2008, según dice a Efe, no existía.

Quizá por eso, y porque no sabe mentir, no tenía problema en decir que era guardia civil, «un trabajo normal». Pero ahora ya no lo hace.

Tiene amigos catalanes. «Con ellos no he tenido problemas, pero con algunos no hablo del tema», dice David, preocupado por lo que cree que se avecina.

Las noticias sobre los los terroristas de la célula terrorista dle Procés detenidos y sobre lo que se les incautó «no son nada halagüeñas». Quiere poner distancia con lo que ocurrió en el País Vasco, pero reconoce que, sobre todo entre los guardias más veteranos, «siempre tenemos el norte en mente».

Cree que los compañeros que tienen hijos lo pasan peor y considera que todos se sienten «un poco abandonados» por las «altas esferas» del cuerpo.

David ve con preocupación las declaraciones de los cargos políticos catalanes y vive con expectación el futuro inmediato. «No sabemos por dónde va a salir la cosa». Mientras, espera tener un hijo y confía en irse.

JOSÉ: «VOLVÍ A CANARIAS EN NOVIEMBRE. TODO ESTO ERA INSUFRIBLE»

José sí se ha ido. En noviembre del año pasado volvió a La Palma. «Era insufrible», explica a Efe, sobre todo la convivencia. Muchos compañeros se fueron también.

Y volvió después de cuatro años y medio de trabajo en el área de resguardo fiscal y frontera en Solsona (Lleida) y también en Manresa (Barcelona) entre 2009 y 2010.

Está casado con una catalana, que al principio fue más reacia al traslado a Canarias. «Echa de menos Cataluña», pero tras la detenciones de los CDR le ha dado la razón a su marido. «Menos mal que nos hemos ido», fue lo que le dijo a José tras conocer la noticia.

José tiene tres hijos y no hacía mucha vida social, pero la familia estaba adaptada, él ya se defendía en catalán y llegó a pensar en comprarse una casa.

Sí notaba cierta «frialdad» en algunos padres en las celebraciones de los cumpleaños. De hecho, según precisa, hacían dos grupos: «los catalanoparlantes por un lado y los castellanoparlantes por otro». Pero no le daba demasiada importancia.

Hasta que llegó el 1-O. Fue el «detonante», vio que tenía antigüedad para solicitar otro destino y lo hizo. Desde Canarias cree que «a la vista está que todo esto irá a peor».