Las caras y retos de la gestora del PSOE tras el golpe de Estado de Susana Díaz y Felipe González

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De izquierda a dcha, arriba, el presidente de la gestora, Javier Fernández y los vocales, Mario Jiménez Díaz, María Jesús Serrano Jiménez, Ascensión Godoy, José Enrique Muñoz Lladró, María Dolores Padrón Rodríguez, Ricardo Cortés Lastra, Soraya Vega Prieto, Francesc Antich Oliver y Francisco Ocón Pascual. Archivo Efe.

Agencias – El PSOE debe decidir ahora entre abstención más apoyo a los presupuestos generales de Estado del futuro gobierno de Derechas (durante 4 años) y el NO a Rajoy y al PP; y NO a Podemos y Ciudadanos o No a Podemos con secesionistas; antes de 3 semanas para la convocatoria de nuevas elecciones generales  el 25 de diciembre de 2016. Madrid (España), domingo 2 de octubre de 2016. Fotografía: De izquierda a dcha, arriba, el presidente de la gestora, Javier Fernández y los vocales, Mario Jiménez Díaz, María Jesús Serrano Jiménez, Ascensión Godoy, José Enrique Muñoz Lladró, María Dolores Padrón Rodríguez, Ricardo Cortés Lastra, Soraya Vega Prieto, Francesc Antich Oliver y Francisco Ocón Pascual. Archivo Efe.

El nuevo Gobierno (la gestora) del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que se ha hecho cargo del PSOE tras el golpe de Estado contra el Ejecutivo legítimo del PSOE de Pedro Sánchez Pérez-Castejón –durante tras días: jueves, viernes y sábado 1 de octubre de 2016– tendrá como principales retos tratar de detener el derramamiento de sangre (político) interna por la fractura del partido y reorientar la estrategia ante la decisión que se tendrá que tomar sobre si facilitar o no por primera vez de su historia la gobernabilidad de un candidato de Derecha de manchado por la corrupción (partido sentado en el banquillos de los acusado como persona jurídica por robar a los españoles a través de su mafias del Gürtel), y sus políticas de recortes, reforma laboral, ley mordaza, amnistía fiscal a los ladrones del PP, etc..

El nuevo PSOE de la «mafiosa baronesa Susana Díaz» de decidir urgentemente, antes de 3 semanas, entre la abstención con pacto de gobernabilidad –aprobar los presupuestos del gobierno de Rajoy durante los 4 años de legislatura– con Mariano Rajoy y el No a Rajoy.

La nueva ejecutiva, cuyo mandato será hasta que se celebre un congreso extraordinario aún sin fecha, tiene también como tarea inmediata reestructurar la dirección del grupo parlamentario en el Congreso y en el Senado y evitar que se vea afectado por la división orgánica.

A la espera de concretarse cuándo celebrará su primera reunión, la gestora que dirige el presidente asturiano, Javier Fernández, deberá ponerse desde el primer día a fijar la hoja de ruta ante las cuatro semanas decisivas que hay por delante en las que se tiene que resolver la incógnita de si hay gobierno o elecciones.

La decisión de abstenerse o no ante Rajoy no es competencia de la gestora, sino del Comité Federal, que es el acuerda en última instancia las decisiones sobre pactos y posicionamientos ante una investidura.

Tras la convulsa reunión de ayer, sábado, el máximo órgano volverá a reunirse, previsiblemente, en la segunda mitad de este mes para tomar una decisión que se antoja clave para el devenir del PSOE, especialmente, ante la división en dos que hay en sus filas.

Cerrada la puerta a intentar un gobierno alternativo, como fue el empeño de Sánchez, son pocas las alternativas que restan. Javier Fernández no ha defendido, de forma expresa, la abstención a Rajoy, si bien el pasado viernes aseguró que las únicas opciones son que gobierne el PP al ser la lista más votada o ir a unas terceras elecciones.

Esta postura está en sintonía con la de otros dirigentes territoriales, como la andaluza Susana Díaz, para quien al PSOE no le queda otro remedio que estar en la oposición con 85 escaños.

Inclinarse por la abstención puede provocar nuevas convulsiones internas que agraven el delicado estado de salud del PSOE, ante la amenaza de algunos diputados de que se mantendrán firmes a sus convicciones y a votar no a Rajoy.

Ante lo sucedido en los últimos días tras la rebelión de los críticos y el agitado Comité Federal de ayer, a la gestora le va a corresponder tratar de calmar el partido.

Para ello, se ha optado por un perfil discreto de sus componentes, incluido el del propio Fernández, no muy dado a prodigarse en declaraciones a los medios, con la excepción del andaluz Mario Jiménez, portavoz del PSOE en el Parlamento autonómico.

Entre las primeras decisiones que se espera que tome la gestora es la reordenación de las direcciones de los grupos parlamentarios.

El portavoz en el Congreso, Antonio Hernando, y en el Senado, Óscar López, han sido leales a Sánchez hasta el final y firmes partidarios del no a Rajoy, por lo que se da por hecho su relevo.

En el Congreso, todas las miradas apuntan a Eduardo Madina para que asuma la portavocía. Madina aseguró el pasado viernes que trabajará para que los diputados socialistas sigan unidos y aislarles de los problemas orgánicos con el fin de que el grupo «se comporte como una unidad» en su estrategia y en las votaciones.

Por el momento, Sánchez ha dimitido de secretario general, pero sigue en su escaño, si bien cederá el cargo de presidente del grupo parlamentario.

Entre quienes podrían optar a este puesto está el diputado sevillano y exsecretario de Política Federal, Antonio Pradas, quien llevó a Ferraz el pasado miércoles las firmas de los miembros críticos de la Ejecutiva que dimitieron.

También se esperan cambios en el Parlamento Europeo, donde Elena Valenciano podría volver a ser la portavoz después de que en septiembre de 2014, cuando Sánchez llegó a la secretaría general, fuera desplazada del cargo por Iratxe García.

Otro de los retos que tiene pendiente la gestora es tratar de normalizar la relación con las federaciones, divididas en dos por el enfrentamiento entre Sánchez y los barones críticos.

Fernández cuenta con el aval de ser un referente moral del partido, aunque su inclinación por el bloque de los detractores del exlíder del PSOE ha provocado distanciamiento con otros dirigentes territoriales.

No menor será el reto de recomponer la relación y de restaurar la confianza entre los militantes, que también se han partido por la mitad por el debate entre el no a Rajoy o apostar por otra estrategia.