«Palabras españolas», por Amaya Guerra

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FOTOGRAFÍA. MUNDO, AÑO 2018. Una mujer tomando café en la terraza de un restaurante, hablando por teléfono, en una zona turística. Imagen creada por Freepik. Lasvocesdelpueblo (Ñ Pueblo)

La lengua española es una de las más ricas de la historia de la comunicación verbal. Desde hace años, y gracias al autodesprecio tan típicamente español así como a la globalización mal entendida, cada vez más españoles son incapaces de expresarse exclusiva y correctamente en la lengua nacional. La parla española se ha visto arrinconada, usurpada de su lugar legítimo, y humillada al ser entrelazada con y sustituida por una colección de palabros androides y términos extranjeros, principalmente del inglés.

Es tendencia humana común despreciar lo que desconocemos, o buscar excusas para descargar la conciencia (quien la tenga) o evitar ser cuestionado. Una parte de aquellos que carecen de conocimiento alguno de inglés, se lavan las manos argumentando «lo que hay que hacer es saber español», «no me hace falta, ya hay muchos países en el mundo que hablan español», «yo sé latín, que es la base de las lenguas romances».

En la sociedad del siglo XXI conocer la lengua de Joseph Conrad supone un gran beneficio, sólo en algunos puestos de trabajo es esencial. Ciertos individuos lo consideran tan importante como respirar: la mayoría de ellos se desmaya ante o ridiculiza a los ajenos a lo anglosajón, aunque ellos se limiten a usar palabritas salteadas en inglés y a utilizar al pronunciarlas un acento artificioso de arlequín. Lo importante es la superficie, las apariencias, lo barato y rápido, no saber que el primer diccionario inglés lo redactó el clérigo Robert Cawdrey en 1604 (un año después de la muerte de Isabel I), o sentarse con una gramática inglesa de cuatrocientas páginas para aprender a hablar con propiedad.

El ser humano busca el elitismo, generalmente escogiendo, según la mentalidad imperante en ese momento histórico, formas de diferenciarse y considerarse miembro de un grupo especial, mejor y superior a los que no están en el círculo. Se trata de personas sin personalidad ni juicio que siguen ciegamente la dictadura contemporánea. Hoy se adhieren al inglés o al permiso de conducir, en el pasado cosían, hacían misa diaria, se pavoneaban en calesa a hora punta por la avenida principal, o se reproducían diez veces (al estar las mujeres fértiles tan bien consideradas).

Por supuesto que saber hablar, escribir y leer inglés es utilísimo en el siglo XXI, pero no lo es más que tener sólidas bases matemáticas (el nivel ha caído en picado y es irrisorio), ejercer la compasión, o despegarse los ojos del ombligo. Estas habilidades, sin embargo, no están de moda.

Siempre me he comunicado con mi madre en español, y a través de su figura, su voz, su dialecto castellano de Burgos y su registro invariablemente culto, he aprendido a escuchar, leer, escribir y pensar. Por ello el español siempre ha sido y será mi lengua materna. Llevo estudiando inglés de manera consistente y seria desde los doce años; lo he hecho no por mandato escolar o presión social, sino por pasión y amor, y por ello es tan aceptable y maravilloso como todas las actividades guiadas por esos principios, desde aprender ganchillo hasta cualquiera de las trescientas lenguas vivas habladas en China o las dos mil en África.

A lo largo de los años he adquirido conocimiento académico amplio en la lengua de Henry James, que además ha sido el vehículo de comunicación, es decir, de sustentación, de más de una relación humana trascendental que he mantenido. Es por todo ello una segunda lengua para mí, en absoluto extranjera, porque constituye una parte de mi identidad.

Desde hace varios años cada vez más españoles desconocen su propia lengua, son incapaces de comunicar una idea completa, equivalente a un párrafo largo escrito, exclusivamente en español, además correcto: sin exabruptos, tacos, palabras baúl, «eh», «eso», «ya sabes», y una suerte de extranjerismos y palabras nacidas de una pantalla hace menos de veinte años. La comunicación ha acabado reducida a un esputo robótico, inhumano y desarraigado, vacío de contenido y por supuesto belleza. Tienen títulos académicos… pero no saben hablar. Demencial y trágico.

A continuación ofrezco una lista de palabras españolas olvidadas, con frecuencia sustituidas sin vergüenza ni reflexión por lo primero que llega del extranjero (típico en España). También incluyo traducciones españolas correctas de términos nacidos en inglés, que se utilizan en esta lengua o traducidos, con absurdo, de forma literal.

Remake/Reboot = nueva versión

Spin-off = serie derivada

Revival = resurgimiento, recuperación, vuelta, regreso

Biopic = película biográfica

Aplicar = solicitar empleo, postular a

Crowdfunding = financiación colectiva, micromecenazgo

Airbnb = pupilaje

Origami = papiroflexia

Crochet = ganchillo

Patchwork = tela o colcha de retales o retazos

Cupcake = pastelito o magdalena

Brownie = pastelito de chocolate y nueces

Muffin = magdalena o bollo de pan dulce

Manager = representante, gerente

Staff = plantilla, personal

Tour = gira

Sold out = entradas agotadas

Pop-up (en internet)= ventana emergente

Libro pop-up = libro con ilustraciones animadas o en 3D

Tienda pop-up = tienda efímera o fugaz

Startup = empresa emergente

Stock = existencias, suministro

Merchandise = mercancía, mercadería, productos de publicidad de una marca o persona.

Banner = publicidad en internet

Eslogan = lema publicitario

Retail= venta al por menor

España, miércoles 2 de septiembre de 2020.

Amaya Guerra

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Amaya Guerra
Amaya Guerra es aprendiz de todo y maestra de nada. Ferviente creyente en las Humanidades, en las posibilidades del ser humano de superar la crueldad, la estupidez y la ineficiencia, de lograr el avance de la civilización, mediante el cultivo del intelecto y la sensibilidad, mediante el reconocimiento de la experiencia, y la transmisión de valores morales (esfuerzo, seriedad, exigencia y disciplina). En España la izquierda representa el neofranquismo, en la actualidad sufrimos la misma falta de libertad de expresión y respeto a la diversidad que en 1950: se ataca a la disidencia por el hecho de ser (aunque su comportamiento sea pacífico y legal). Hace décadas se fusilaba en el paredón, hoy se aniquila en internet. Existen pocas verdades universales, la visión propia suele depender de la perspectiva desde la que se mira; ésta es la mía. No necesito seguidores ni palmadas en el hombro, sólo argumentos y contraargumentos. Aquellos que no nos doblegamos ante el totalitarismo del siglo XXI (fin de las libertades individuales, verdad oficial, vigilancia y control absolutos del individuo a través de la tecnología), aquellos que no cedemos ante la deshumanización, encarnamos la Resistencia. Por lo tanto, unámonos... y ejerzamos.