¿Qué significó para historia de España Clara Campoamor?

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FOTOGRAFÍA. ESPAÑA, AÑOS 1931 Y 1933. Qué significó para historia de España Clara Campoamor. Vamos a recordar esa parte de la historia con el respeto que merece ser inmortalizada, para refrescar la realidad que significó el hecho histórico y que la ideología izquierdista española no se apropie del derecho de sufragio de la mujer. Imágenes facilitadas por Luís Torres Piñar/Lasvocesdelpueblo (Ñ Pueblo). Lasvocesdelpueblo (Ñ Pueblo)

Redacción.- Barcelona (España), 9 de junio de 2023. Clara Campoamor, abogada y escritora, brilló por su tenacidad en aras de la igualdad e equiparación de derechos con el hombre en lo referente al sufragio. En éste indudable éxito, Campoamor tuvo como principal y más obstinada antisufragista a otra mujer diputada; Victoria Kent, en el transcurso del debate en el Congreso de los Diputados el 2 de octubre de 1931, en el que se aprobó definitivamente el reconocimiento a la mujer española, poder votar en las elecciones.

Esta aprobación, venía a corregir la injusticia contemplada en la Constitución de Cádiz de 1812 (La Pepa), en la que se reconocía a la mujer el derecho de ser elegida parlamentaria, pero no podía hacer uso del derecho de sufragio.

Vamos a recordar esa parte de la historia con el respeto que merece ser inmortalizada, para refrescar la realidad que significó el hecho histórico y que la ideología izquierdista española no se apropie del derecho de sufragio de la mujer, que fue obra de una mayoría simple, votada tanto por el lado izquierdo como por el derecho del Congreso, pero precisamente el PSOE, no brilló por su voto mayoritario favorable entre sus filas.

Con la proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931, se acordó además, llevar a cabo importantes modificaciones en la Constitución española. En estas elecciones fueron nombradas por primera vez en la historia de España, tres mujeres parlamentarias, sin derecho a voto electoral, sí, parlamentario. Y fueron:

Victoria Kent Siano (Málaga, 1891-1987, EE.UU.) Fue la primera mujer colegiada en el Colegio de Abogados de Madrid en el año 1925, siendo además la primera mujer en el mundo, que ejerció su cargo ante un tribunal Militar, al asumir la defensa de Álvaro Albornoz en el año 1931, durante el reinado de Alfonso XIII, bajo la presidencia del Gobierno de; Primo de Rivera. Albornoz, fue juzgado por Rebelión militar, siendo absuelto tras la defensa de Kent, basada en el alegato:

«…que no se podía acusar de rebelión militar a don Álvaro Albornoz, al encontrarse detenido cuando se publicó el Manifiesto republicano»

Aprovechando su estancia en Madrid, se afilió en la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), y en el Partido Republicano Radical Socialista, por el que salió elegida parlamentaria en las elecciones del 28 de junio de 1931.

Su ficha según consta en el archivo histórico del Congreso de los Diputados, es:

KENT SIANO, VICTORIA

Elecciones: 54.

Elecciones 28.6.1931

Legislatura: 1931-1933

Circunscripción: Madrid

Distrito: Madrid (provincia)

Votos obtenidos: 65254

Nº credencial: 73

Fecha de alta: 04/07/1931

Fecha de baja: 09/10/1933

Fecha de jura/promete: 27/07/1931

Fracción política: Radical Socialista

Profesión: Abogado

DATOS BIOGRÁFICOS

Fecha y lugar nacimiento: 03.03.1892 en Málaga

Fecha y lugar fallecimiento: 26.09.1987 en Nueva York (Estados Unidos)

OBSERVACIONES

Fecha de alta la del sello de registro de entrada. Directora General de Prisiones.

Clara Campoamor Rodríguez (Madrid, 1888-1972, Lausana) Abogada, escritora, fue la segunda mujer colegiada en el Colegio de Abogados de Madrid, tan solo un mes después de haberlo hecho; Victoria Kent. También afiliada a la ANME, destacó por ser una de las más activas en representación de la asociación en los congresos, nacionales e internacionales. Con la proclamación de la II República, se afilió en el Partido Radical, una vez éste, hubo incluido en sus estatutos, los ideales; republicanos, liberal, laico y democrático. Fue elegida parlamentaria en las elecciones del 28 de junio de 1931.

Su ficha según consta en el archivo histórico del Congreso de los Diputados, es:

Nombre: CAMPOAMOR Y RODRÍGUEZ, CLARA

Elecciones: 54. Elecciones 28.6.1931

Legislatura: 1931-1933

Circunscripción: Madrid Distrito: Madrid (provincia)

Votos obtenidos: 68470

Nº credencial: 35

Fecha de alta: 04/07/1931

Fecha de baja: 09/10/1933

Fecha de jura/promete: 27/07/1931

Fracción política: Republicano Federal

Profesión: Abogado

DATOS BIOGRÁFICOS

Fecha y lugar nacimiento: 12.02.1888 en Madrid

Fecha y lugar fallecimiento: 30.04.1972 en Lausana (Suiza)

OBSERVACIONES

Fecha de alta la del sello de registro de entrada. Oficial en Instrucción Pública. Profesora especial de adultos. Presidenta del Jurado mixto de Vestido y Tocado.

Margarita Nelken Mansberger (Madrid, 1894-1968, México) Escritora y crítica de arte. Se afilió al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), por la que fue electa parlamentaria en las elecciones de 28 de junio de 1931. Se mostró junto con Victoria Kent, contraria al sufragio de las mujeres.

Su ficha según consta en el archivo histórico del Congreso de los Diputados: Nombre:

NELKEN MANSBERGER DE PAUL, MARGARITA

Elecciones: 54.

Elecciones 28.6.1931

Legislatura: 1931-1933

Circunscripción: Badajoz

Votos obtenidos: 59783

Nº credencial: 489

Fecha de alta: 10/10/1931

Fecha de baja: 09/10/1933

Fecha de jura/promete: 19/11/1931

Sustituye a: MORAN BAYO, JUAN

Fracción política: Socialista

Profesión: Escritora

DATOS BIOGRÁFICOS

Fecha y lugar nacimiento: 05.07.1894 en Madrid

Fecha y lugar fallecimiento: 09.03.1968 en México

OBSERVACIONES Elección parcial de 4 de octubre de 1931.

Fecha de alta la del sello de registro de entrada. Se le otorgo la nacionalidad española a condición de que solicite ser reconocida como tal en el acto de hacer la promesa parlamentaria.

La lucha de la mujer para conseguir su emancipación y librarse del yugo del hombre, no fue fácil. Se necesitaron cientos de movilizaciones a mediados del siglo XIX, por todo el mundo, cuestión que terminó consiguiendo el reconocimiento al sufragio en gran parte de Europa y Estados Unidos. En España, se alcanzó el derecho de forma inequívoca e irrevocable, primero en la sesión Parlamentaria defendida con ardor por Clara Campoamor y en segundo lugar, una vez se modificó el artículo 36 de la Constitución y su publicación en el BOE número 344, de 10 de diciembre de 1931.

El día uno de octubre de 1931, siendo Presidente de la II República; Niceto Alcalá Zamora, bajo la Presidencia del Congreso del; Excelentísimo Señor Don Julián Besteiro Fernández, se celebró la Sesión Parlamentaria, en el Orden del Día venía el Proyecto de Constitución, en la reforma de su artículo 34 referente al derecho de sufragio de las mujeres.

El intenso debate con discrepancia en el voto, estuvo representado por Victoria Kent, defendiendo en NO al sufragio y defendiendo el SI, Clara Campoamor. La señora Kent, pide la palabra —que le es concedida por el Presidente Besteiro— para explicar las razones de su voto negativo al sufragio de las mujeres. (Texto extraído íntegramente del Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados) La Srta. KENT:

Señores Diputados, pido en este momento a la Cámara atención respetuosa para el problema que aquí se debate, porque estimo que no es problema ni mío, ni problema que debemos pasar a la ligera ; se discute, en este momento, el voto femenino y es significativo que una mujer como yo, que no hago más que rendir un culto fervoroso al trabajo, se levante en la tarde de hoy a decir a la Cámara, sencillamente, que creo que el voto femenino debe aplazarse. Que creo que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española.

Lo dice una mujer que, en el momento critico de decirlo, renuncia a un ideal. Quiero significar a la Cámara que el hecho de que dos mujeres, que se encuentran aquí reunidas, opinen de manera diferente, no significa absolutamente nada, porque, dentro de los mismos partidos y de las mismas ideologías, hay opiniones diferentes. Tal ocurre en el partido radical, donde la Srta. Campoamor figura, y el Sr. Guerra del Rio también. Por tanto, no creo que esto sea motivo para esgrimirlo en un tono un poco satírico, y que a este problema hay que considerarle en su entraña y no en su superficie.

En este momento vamos a dar o negar, el voto a más de la mitad de los individuos españoles y es preciso que las personas que sienten el fervor republicano, el fervor democrático y liberal republicano, nos levantemos aquí para decir: es necesario aplazar el voto femenino. Y es necesario, señores diputados aplazar el voto femenino, porque yo necesitaría ver, para variar el criterio, a las madres en la calle pidiendo escuelas para sus hijos; yo necesitaría haberlas visto en la calle, a las madres prohibiendo que sus hijos fueran a Marruecos; yo necesitaría ver a las mujeres españolas unidas todas pidiendo lo que es indispensable para su salud y la cultura de sus hijos. Por esto Señores diputados, por creer que con ello sirvo a la República, como creo que la he servido en la modestia de mis alcances, como me he comprometido a servirla mientras viva, por este estado de conciencia es por lo que me levanto en esta tarde a pedir a la Cámara que despierte la conciencia republicana, que avive la fe liberal y democrática y que aplace el voto para la mujer.

Lo pido porque no es que yo con ello merme en lo más mínimo la capacidad de la mujer, no señores diputados, no es cuestión de capacidad, es cuestión de oportunismo para la República. Por esto pido el aplazamiento del voto femenino o su condicionalidad, pero si condicionamos el voto de la mujer, quizás pudiéramos cometer alguna injusticia. Si aplazamos el voto femenino no se comete injusticia alguna, a mi juicio. Entiendo que la mujer, para encariñarse con un ideal, necesita algún tiempo de convivencia con el mismo ideal. La mujer no se lanza a las cuestiones que no ve claras y por eso entiendo que son necesarios algunos años de convivencia con la República; que vean las mujeres que la República ha traído a España lo que no trajo la monarquía; esas veinte mil escuelas de que nos hablaba esta mañana el ministro de Instrucción pública, esos laboratorios, esas universidades populares, esos Centros de cultura donde la mujer pueda depositar a sus hijos para hacerlos verdaderos ciudadanos.

Cuando transcurran unos años y vea la mujer los frutos de la República y recoja la mujer en la educación y en la vida de sus hijos los frutos de la República, el fruto de esta República en la que se está laborando con este ardor y con este desprendimiento, cuando la mujer española se dé cuenta de que solo en la República están garantizados los derechos de ciudadanía de sus hijos, de que solo la República ha traído a su hogar el pan que la monarquía no les había dejado entonces, señores diputados, la mujer será la más ferviente, la más ardiente defensora de la República, pero en estos momentos, cuando acaba de recibir el Señor Presidente firmas de mujeres españolas que, su buena fe, creen en los instantes actuales que los ideales de España deben ir por otro camino, cuando yo deseaba fervorosamente unos millares de firmas de mujeres españolas de adhesión a la República, cuando yo deseaba miles de firmas y miles de mujeres en la calle gritando ¡Viva la República! y ¡Viva el Gobierno de la República!, cuando yo pedía que aquella caravana de mujeres españolas que iban a rendir un tributo a Primo de Rivera, tuviera una compensación de estas mismas mujeres españolas a favor de la República, he de confesar humildemente que no la he visto, que yo no puedo juzgar a las mujeres españolas por estas muchachas universitarias que estuvieron en la cárcel, honra de la juventud escolar femenina, porque no fueron más que cuatro muchachas estudiantes. No puedo juzgar tampoco a la mujer española, por estas obreras que dejan su trabajo diariamente para sostener, con su marido, su hogar.

Si las mujeres españolas hubiesen atravesado ya un periodo universitario y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino. Pero en estas horas yo me levanto justamente para decir lo contario y decirlo con toda la valentía de mi espíritu, afrontando el juicio que de mi puedan formar las mujeres que no tengan ese fervor y estos sentimientos republicanos que creo tener. Es por esto por lo que claramente me levanto a decir a la Cámara, o la condicionalidad del voto o su aplazamiento, creo que su aplazamiento sería más beneficioso, porque lo juzgo más justo, con así mismo que después de unos años de estar con la República, de convivir con la República, de luchar por la República y de apreciar los beneficios de la República, tendríais en la mujer el defensor más entusiasta de la república. Pero hoy señores diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer. Yo no puedo sentarme sin que quede claro mi pensamiento y mi sentimiento y sin salvar absolutamente para lo sucesivo mí conciencia. He ahí lo que quería exponer a la Cámara.

Miembros de su partido y demás diputados contrarios al sufragio de las mujeres, se levantaron entusiasmados de sus asientos aplaudiendo a la ponente, mientras abandonaba el atril para dirigirse a su escaño.

Clara Campoamor, pide la palabra…

El Presidente se la concede.

La Srta. Campoamor:

Señores diputados, lejos yo de censurar no de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent; comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer; al verse en trance de negar, como ha negado, la capacidad inicial de la mujer. Creo que, por su pensamiento ha debido pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France (El futuro está oculto detrás de los hombres que lo hacen), cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos.

Respecto a la serie de afirmaciones que se ha hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he de decir, con toda cordialidad necesaria, con toda la consideración necesaria, que no están apoyadas en la realidad. Tomemos al azar algunas de ellas. Que ¿Cuándo las mujeres se han levantado para protestar por la guerra de Marruecos? Primero ¿por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en Zaragoza cuando la guerra de Cuba, más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación pro responsabilidades del Ateneo con motivo del desastre de Annual, más que las mujeres, que iban en mayor número que los hombres?

¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se las concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y universitarias no se está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas como las otras las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener el Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora
aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y ha de ponerse un lazareto a los de la mujer?

Pero además, señores diputados, los que votasteis por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si habéis votado solos, si os votaron solo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer? Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye para nada en la vida política del hombre, estáis — fijaos bien— afirmando su personalidad, afirmando la resistencia a acataros. ¿Y es en nombre de esa personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis las puertas a la mujer en material electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer eso? N; tenéis el derecho que os dada la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero o tenéis el derecho natural, el derecho fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un Poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese Poder no podéis seguir detentándolo.

(Señor Tapia interrumpe diciendo: Se manifiesta en las procesiones)

En las procesiones señor Tapia, van muchos más hombres que mujeres.

¿Es que no les remuerde la conciencia a ninguno de los diputados republicanos presentes de haber pasado a la historia en fotografías llevando el palio en una procesión. Pues no hablemos de esas cosas, porque lo que aquí importa es el principio.

(Señor Pérez Madrigal, dice: Lo que importa es la República…)

Ese es el principio: a mí, señor Pérez Madrigal, la República me importa tanto, popr lo menos —y digo, por lo menos por consideración respetuosa— que a Su Señoría, y precisamente porque la República me importa tanto, entiendo que sería gravísimo error político apartar a la mujer del derecho del voto.

(Señor Pérez Madrigal, dice: La restauración es lo mismo que conceder el voto a la mujer)

Está equivocado Su Señoría; cuanto Su Señoría afirma en ese sentido es una hipótesis…

(Señor Pérez Madrigal, dice: Tan respetable como la de Su Señoría)

Y frente a esa hipótesis, yo tengo la mía: la de la conciencia, la de la fe, la del fervor; no tiene derecho Su Señoría en nombre de esa hipótesis, a cerrar el paso a más de la mitad de la raza española.

(Señor Pérez Madrigal, dice: No se le cierra el paso, es cuestión de tiempo, es una cita para el año que viene)

(El Señor Presidente Besteiro, dice: Ruego a la Cámara que guarde silencio)

Señorita Campoamor; Yo ruego a la Cámara que me escuche en silencio; no es con agresiones y no es con ironías como vais a vencer la fortaleza; la única cosa que yo
tengo aquí ante vosotros, Señores diputados, que merezca la consideración y acaso la emulación es precisamente, defender un derecho a que me obliga mi naturaleza y mi fe, con tesón y con firmeza. No quisiera recoger interrupciones para no alargar la discusión; pero, puesto que lo oído en el aire que «dentro de un año», ¿es que creéis que dentro de un año la mujer si iba a estar capacitada? ¿Es que creéis que para esa época vais a conquistar su ideología? Pues ¿Por qué no empezáis la cruzada rápidamente para conquistarla antes? ¿Es que para vencer esa naturaleza acaso necesitáis el plazo de un año?

Se lanzaba ayer desde esos bancos (señalando a los de la minoría radical socialista), el nombre de la señorita telefonista de Ayerbe, diciendo que se convirtió en espía; frente a ese os cito yo como símbolo de otras, el de otra mujer, el de Mariana Pineda.

Per vengamos a la pura esfera de los principios. He de comenzar por decir, señores diputados, que mi situación especial en la Cámara, precisamente, es un poco la de Saturno, le da devorar mis argumentos; yo no quisiera que sobre la Cámara se sintiera la pesadumbre de la mujer.

De aquí que, en vez de extenderme refutar por menudo, como podría hacer, los argumentos vertidos, haya de concretarme, precisamente por temor a cansaros, a remitirme a lo que ayer os dije. Me encuentro en esa posición en que nosotros los abogados hemos visto tantas veces al delincuente en el banquillo de los acusados: le sobran, acaso, razones, argumentos para contrarrestar las acusaciones; pero solo frente a todos, tal vez cree que debe congraciarse un poco con el silencio, y su timidez vence a su natural obligación de defensa. Por eso he de limitar mucho mi intervención en la tarde de hoy.

No se trata aquí esta cuestión desde el punto de vista del principio, que harto claro está, y en vuestras conciencias repercute, que es un problema de ética, de pura ética, reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fichte (Johann Gottlieb), en 1796, se ha aceptado, en principio también, el postulado de que solo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre. Y en el Parlamento francés en 1848, Víctor Considerant, se levantó para decir; que una Constitución que concede el voto al mendigo, al doméstico y al analfabeto —que en España existe—, no puede negársele a la mujer. No es desde el punto de vista del principio, es desde el temor que aquí se ha expuesto, fuera del ámbito del principio —cosa dolorosa para un abogado—, como se puede venir a discutir el derecho de la mujer a que le sea reconocido en la Constitución el de sufragio. Y desde el punto de vista práctico, utilitario, ¿de qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Lorenzo Luzuriaga, acerca del analfabetismo en España.

Hace él un estudio cíclico desde 1868 hasta el año 1910, nada más, porque las estadísticas van muy lentamente y no hay en España otras. ¿Y sabéis lo que dice lsa estadística? Pues dice que, tomando los números globales en el ciclo de 1860 a 1910, se observa que mientras el número total de analfabetos varones, lejos de disminuir, ha aumentado en 73.082, el de la mujer analfabeta, ha disminuido en 48.098; y refiriéndose a la proporcionalidad del analfabetismo en la población global, la disminución en los varones es solo de 12.7 por cien, en tanto que en las hembras es de 20.2. Esto quiere decir simplemente, agrega el autor, que la disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los hombres y que de continuar ese proceso de disminución en los dos sexos, no solo llegarán a alcanzar las mujeres el grado de cultura elemental de los, sino que lo sobrepasarán. Eso en 1910. Y desde 1910 ha seguido la curva ascendente, y la mujer, hoy día, es menos analfabeta que el varón. No es pues, desde el punto de vista de la ignorancia desde el que se puede negar a la mujer de la entrada en la obtención de este derecho.

Otra cosa, además, al varón que ha de votar. No olvidéis que no sois hijos de varón tan solo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos.
En ausencia mía y leyendo el «Diario de Sesiones», pude ver en él, que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible, y con espíritu heredado de Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la mujer.

A eso, un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento, queremos votar con nuestra mitad capaz masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y de mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser. Este principio lo oía yo explicar con clarividencia magnifica al insigne maestro Unamuno, refiriéndose a una discusión con doña Emilia Pardo Bazán, discusión en que ésta se hallaba atenazada con el argumento de la incapacidad heredada y, al fin, él de dio la salida en este magnífico argumento que luego han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres, no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros. Desconocer esto, es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis, sois libres de ello, pero solo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo solo por su claridad y no con espíritu agresivo), detentado, porque os distéis a vosotros mismos las leyes, pero no porque tengáis un derecho natural para poner el margen a la mujer.

Yo señores diputados, me siento ciudadana antes que mujer, y considero que sería un profundo error político, dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros, a la mujer que, como con otras fuerzas nuevas en la Revolución francesa, será indiscutible una nueva fuerza que se incorpora al Derecho y no hay sino empujarla a que siga su camino. No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura, no dejéis a la mujer que piense si es avanzada, que su esperanza de igualdad está el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas, consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la República atrayéndoos y sumándoos esta fuerza que espera ansiosa el momento de su redención.

Cada uno habla a virtud de una experiencia y yo os hable en nombre de la mía propia. Yo soy Diputado por la provincia de Madrid, la he recorrido, no solo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre he visto que los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la masculina, y he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven, que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en cárceles, que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Alexander von Humboldt: «…la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos , es caminar dentro de ella».

Señores diputados, he pronunciado mis últimas palabras en este debate. Perdonadme si os molesté, considerando que es mi convicción la que habla, que hablo como republicana que ante un ideal lo defendería hasta la muerte, que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de igual modo que Breno, colocó su espada, para que se inclinara a favor del voto de la mujer, y que además sigo pensando y no por vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo sirve en estos momentos a la República española.

Mientras Campoamor abandonaba el atril para dirigirse a su escaño, lo hacía recibiendo los calurosos aplausos de sus partidarios sufragistas. Continuaron varios diputados más defendiendo sus respectivas posiciones.

Llegado el momento de la votación, el Señor Presidente, dice:

Si se aprueba el artículo 34 (36) del dictamen de la Comisión, se pidió por suficiente número de señores diputados, que la votación fuera nominal.

Verificada la votación, dio el resultado siguiente: Votos a favor del sufragio de la mujer: 161 Votos en contra del sufragio de la mujer: 121 La importancia de todo cuanto acabamos de leer, todavía hoy tiene repercusiones.

Queda reflejado que el peor enemigo de las mujeres, debe de empezar a buscarse dentro del mismo sexo, como se ha contrastado, 160 hombres y una sola mujer de diferentes ideologías, votaron a favor de un derecho natural vetado injustamente desde siglos. En sentido contrario 119 hombres y dos mujeres, optaron por continuar negando el derecho.

Luis Torres Píñar