Sindicatos deslegitimados

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FOTOGRAFÍA. MADRID (ESPAÑA), 21.09.2016. Los secretarios generales de UGT y CCOO, Pepe Álvarez (i) e Ignacio Fernández Toxo (d), respectivamente, durante una rueda de prensa. Efe

Redacción.- Tarragona (España), viernes 29 de octubre de 2021. Desde hace años el sindicalismo de clase está en crisis por no adaptarse a los nuevos tiempos. Hemos cambiado de siglo, la sociedad es más heterogénea y plural, se han acercado las diferencias sociales entre proletariado y capital, explotadores y explotados son conceptos obsoletos y ridículos, pues hay más libertad, derechos y oportunidades de prosperar. La nostalgia de tiempos pretéritos sigue presente en el ideario ortodoxo del comunismo y la izquierda recalcitrante, es evidente su decadencia y su continuo fracaso económico allí donde impera. Los líderes históricos que defendían sus reivindicaciones desde el puesto laboral junto a sus compañeros se han transformado en burócratas hedonistas que desprecian el sacrificio honesto, se jactan desde su impostura más allá de ser unos liberados para la zafia pereza, cuyo único día de trabajo es el día de huelga, donde perpetran el acoso y la amenaza bajo el eufemismo de piquetes informativos, que en realidad son coactivos para los que no siguen sus imperativas consignas.

Desnaturalizados, sin representación auténtica de los trabajadores, convertidos en correa de transmisión de los partidos de la izquierda política que los utiliza como arma arrojadiza contra la oposición democrática. Desprestigiados por su desfachatez insolidaria, por ser estómagos agradecidos en su infecto sectarismo ideológico, su indecente conducta social, pues olvidados e ignorados quedaron líderes como Marcelino Camacho o Nicolás Redondo, trabajadores que sufrieron represión y cárcel por defender la justicia social. Ahora se apuntan con frivolidad a temas políticos ajenos al mundo laboral como es, la defensa de los terroristas presos de ETA, un agravio lacerante para las víctimas que sufrieron el dolor y sólo claman justicia. Los dos grandes sindicatos UGT y CCOO, son una mera caricatura de lo que debían ser, comenzando por defender su independencia al servicio de sus afiliados que deberían financiarse con sus cuotas, renovar la organización sindical, para representar con dignidad y solvencia los intereses de los trabajadores que están afiliados, curiosamente cada vez menos. Contrariamente a lo que viene ocurriendo desde hace años que se han convertido en agitadores al servicio de unos pocos y privilegiados sujetos que no quieren perder su bicoca.

Prácticamente viven de la generosa subvención pública, mientras las cuentas son opacas para justificar en qué se utilizan esas cuantiosas ayudas. Los escándalos por malversación están siendo juzgados en los tribunales, el dinero a los cursos de formación se ha despilfarrado en suculentas mariscadas y otros asuntos más sórdidos e inconfesables. Se han convertido en una casta de parásitos amantes de la buena vida y huérfana de la relevancia social para servir a su cometido, defender y asesorar a los trabajadores. Afortunadamente queda una minoría de sindicatos responsables minoritarios y otros en sectores profesionales que mantienen su dignidad, independencia y principios para lo que fueron creados y que no voy a repetir. Organizaciones admirables que gozan del respeto de sus afiliados ante los que responden con su profesionalidad a nivel jurídico y de asesoría sin tener que rendir pleitesía a los políticos que les utilizan torticeramente a cambio de los favores económicos que pagamos los ciudadanos. El sindicalismo del siglo XXI debe ponerse las pilas y no ser una rémora para unos ciudadanos bastante fastidiados por las dificultades económicas, laborales y de salud que padecemos.

Antonio Morales Sánchez, emprendedor y ciudadano español