Una sociedad se condena al caos cuando el cuerpo de hombres y mujeres no es reconocido y valorado

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FOTOGRAFÍA. MADRID (ESPAÑA), 30.06.2020. XXXIV promoción de la Escala Básica de la Policía Nacional destinados en prácticas a Madrid con su majestad el rey Felipe VI Felipe vi DE España. Lasvocesdelpueblo (Ñ Pueblo)

La sociedad soslaya la autodestrucción, la anarquía, no respetando la autoridad, que se fundamenta en tres pilares: padres, profesores y policía. Una sociedad se condena al caos cuando el cuerpo de hombres y mujeres que hacen valer la ley en la calle y cuidan del orden y seguridad en ellas, no es reconocido y valorado. La infamia llega cuando los ciudadanos, incluyendo políticos, les humillan. Pese a la vejación, civiles continúan convirtiéndose en policías y militares, y exponiéndose a no volver de las misiones con vida, o a hacerlo mutilados. Aunque su cuerpo llegue íntegro, una parte de su alma no suele tomar el avión, se queda en el lugar en que se han arriesgado a que les vuelen las pelotas para que España no sea una nación vulnerable a amenazas internacionales, para que personas como yo podamos leer en casa en silencio, al abrigo de la calefacción o el aire acondicionado, mientras ellos se enfrentan a la inmundicia del mundo.

Policías y militares contemplan cada día situaciones que la población civil no verá en su vida, y si llegan a conocerlas una vez, pasarán años en terapia. Para el monumento a la nación de naciones hubo partida económica, para servicios de salud mental de fuerzas de seguridad, para que sus miembros no se coman la pistola a causa del tormento que supone su vida laboral, apenas hay fondos. Cuando hombres jóvenes, hombres valientes, que conocen el significado del esfuerzo, la disciplina y el compañerismo, acudieron al noreste de España a defender lo jurado, la defensa de la Constitución, les entregaron como material de trabajo pelotas de goma, que después de utilizar debían recoger, como niños buenos, porque no hay dinero para hacer un pedido nuevo. Mientras, los santos héroes de la independencia aldeana les lanzan piedras, ácido a la cara, y lavadoras desde azoteas de edificios. Casi matan a Iván Álvarez, agente de la Unidad de Intervención Policial. Él y sus compañeros cobraron por arriesgar la vida 15 € la hora, durmieron la noche anterior en un barco cuyo nombre les denigra, y comieron de lata. Mientras, los presos tienen derecho a una alimentación digna. El actual presidente de gobierno que envió desprotegidos a esos hombres jóvenes para que se enfrentaran a terroristas, lució el día que visitó la zona un traje antibalas de 150.000 €. Qué valiente. En EE.UU. existe el movimiento Blue Lives Matter, las vidas de los policías importan. Esa usanza no cruzará el océano.

El cocinero Alberto Chicote, en mayo de 2019, denunció que en cuarteles militares españoles se sirve tortilla de patatas con moho, comida gusanada, y fruta podrida. El cocinero recibió esta información de mano de soldados, que se vieron obligados a mantener el anonimato para no ser acusados de traición. España, siempre atacando a los que la defienden. Miembros de las fuerzas de seguridad han sufrido desmayos durante los entrenamientos por insuficiencia alimentaria, y en Burgos han pasado más de un invierno durmiendo sin calefacción. Mientras, en los centros de personas que han cruzado la frontera ilegalmente y apedreando a policías, la caldera funciona a pleno rendimiento.

Cuando en Marruecos alguien intenta cruzar la frontera ilegalmente, quienes la defienden disparan a la cabeza, sin titubeos. Y el acto no acaba en los noticiarios porque no es novedad que un militar o policía defienda su nación. El país tiene problemas más graves que el cuerpo de seguridad haciendo su trabajo. Por supuesto, no aparece en ninguna parte una comitiva de progres.

La labor de los militares españoles parece ajena a España. Nadie se entera cuando regresan de misiones, donde se han dedicado, por ejemplo, a estabilizar la situación política en distintas zonas de África para que sus habitantes, desesperados por sobrevivir, no protagonicen nuevas invasiones a nuestra nación. En EE.UU. su regreso abre informativos, en España eso no ocurre ni en nuestros sueños más salvajes. Si se realiza una mención, pequeña y aséptica, no vaya a ofenderse alguien. Los mismos defensores de la libertad de expresión que

censuran aquello que les causa picor, que desprecian como forma de vida todo lo que calce uniforme (excepto los barrenderos), cuando quedan atrapados en la nieve llaman a la Unidad Militar de Emergencias. ¿Qué hacen estos hombres entonces? Cumplir con su obligación. Por España, pese a España.

¿Qué tiene que ocurrir para que se produzca un giro radical, cuándo despertaremos del buenismo, del borreguismo, dejaremos de tener miedo de la inquisición progre y empezaremos a defendernos con uñas y dientes, con orgullosa mano dura, sin paños calientes, de los ataques extranjeros, de todo aquello que obstaculice la unión, fortaleza y crecimiento de la patria?

Éste es mi pensamiento y corazón hechos tinta. Los progres censurarán mis palabras y me condenarán al infierno en el que no creen, porque no se puede consentir que alguien se aleje de la dictadura moderna.

España, jueves 2 de julio de 2020

Amaya Guerra