Carmen Posadas: «Ya nadie oculta que es frívolo» en su novela «La maestra de títeres»

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MADRID (ESPAÑA), 29.10.2018. La escritora Carmen Posadas durante la entrevista con Efe con motivo de la presentación de su nueva novela "La maestra de títeres". Posadas considera que la frivolidad es un componente muy necesario en la vida de las personas y que todas las épocas la han tenido, desde los años 70, con su pose intelectual, a la actualidad, "en la que ya nadie oculta que es frívolo". Efe.

Efe – Carmen Posadas, nacida en Uruguay en 1953 y nacionalizada en España, retrata en esta novela a la alta sociedad de Madrid, desde los años 50 a la actualidad, a través de personajes de ficción que mezcla con otros reales, un ambiente que ella conoció personalmente. «Quien mejor retrata a un país es quien viene de fuera», sostiene la escritora, Premio Planeta 1998, que asegura que aunque en los años 70 se renegara de la frivolidad «era un esnobismo como otro cualquiera, aunque la pose fuera intelectual». Madrid (España), lunes 29 de octubre de 2018. fotografía: MADRID (ESPAÑA), 29.10.2018. La escritora Carmen Posadas durante la entrevista con Efe con motivo de la presentación de su nueva novela «La maestra de títeres». Posadas considera que la frivolidad es un componente muy necesario en la vida de las personas y que todas las épocas la han tenido, desde los años 70, con su pose intelectual, a la actualidad, «en la que ya nadie oculta que es frívolo». Efe.

La escritora Carmen Posadas considera que la frivolidad es un componente muy necesario en la vida de las personas y que todas las épocas la han tenido, desde los años 70, con su pose intelectual, a la actualidad, «en la que ya nadie oculta que es frívolo».

De frivolidad y manipulación habla Carmen Posadas en su última novela «La maestra de títeres» (Planeta), un retrato de la España de los últimos 60 años a través de Beatriz Calanda, una dama de la «jet set» madrileña, asidua de las revistas del corazón, casada cuatro veces (con un actor de moda, un intelectual de izquierdas, un aristócrata y un banquero) y con cuatro hijas.

Un personaje de ficción, asegura Posadas en una entrevista con Efe, en la que aunque el lector pueda identificar en un principio a alguna persona real, luego se dará cuenta de que no es quien piensa: se trata de un «collage» realizado a partir de gente que la propia autora ha conocido a lo largo de los años.

Porque nadie, ni sus maridos ni sus hijas, sabe quién es Beatriz Calanda en realidad, y para descubrirlo la novela viaja a su adolescencia en el Madrid de la Transición y a la época de la juventud de su madre en los años de la posguerra.

Carmen Posadas, nacida en Uruguay en 1953 y nacionalizada en España, retrata en esta novela a la alta sociedad de Madrid, desde los años 50 a la actualidad, a través de personajes de ficción que mezcla con otros reales, un ambiente que ella conoció personalmente.

«Quien mejor retrata a un país es quien viene de fuera», sostiene la escritora, Premio Planeta 1998, que asegura que aunque en los años 70 se renegara de la frivolidad «era un esnobismo como otro cualquiera, aunque la pose fuera intelectual».

En su novela habla de tres prototipos de mujer: el de la protagonista, Beatriz, a la que retrata la frase «la verdad no existe, la verdad se fabrica» -señala Posadas-; el personaje de su madre, Ina, que no se siente identificada con la alta sociedad de los años 50 en la que vive; y la hija, Gadea, que también se rebela contra el mundo de la «jet».

Un mundo de exclusivas que cada vez tiene más profesionales, considera Carmen Posadas, gente que ha hecho de su venta su forma de vida y que lo practican voluntariamente aunque se quejen de que les persiguen los «paparazzi».

Y aunque en la actualidad es más difícil inventarse un pasado, «con las noticias falsas ahora a nadie le importa la verdad», recalca Posadas.

La escritora habla en esta novela de las relaciones entre madres e hijas y del papel que se supone que debían ejercer las mujeres en estas épocas diferentes, como el de la madre de la protagonista, que romperá con el molde que la cerrada sociedad madrileña de los años 50 le había adjudicado.

«Ha llegado el momento de contar las historias de mujeres» tras una historia de literatura «contada por ellos», destaca la escritora que considera no obstante que es «peligroso» llevar el debate del lenguaje inclusivo a extremos «absurdos».

Porque, indica, hay ejemplos como una propuesta para cambiar el nombre de los meses para que enero o febrero se llamen «enera» o «febrera», algo que a Posadas le parece «grotesco».

Propuestas como estas convierten en «grotesco» un problema muy serio, dice esta autora que cree que «la lucha feminista no puede llevar banderas grotescas» y sostiene que el lenguaje inclusivo irá entrando en el lenguaje por la sociedad sin imposiciones.