LGTBIQ+, no hay celebraciones sin reivindicaciones 

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FOTOGRAFÍA. BARCELONA (ESPAÑA), 06.06.2021. La pareja LGTBIG+ Nadia y Claudia disfrutan de su tiempo libre juntas. El 28 de junio es el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+. En conmemoración a dicho día, yo, Eva Moreno Robles, tengo el objetivo a partir de un reportaje, dar visibilidad al colectivo y denunciar que las personas que forman parte de este, aunque las leyes los amparen, socialmente no están del todo aceptados. Imagen de Eva Moreno Robles. Lasvocesdelpueblo (Ñ pueblo)

Redacción.- Barcelona (España), domingo 06.06.2021. Más de medio siglo después de los disturbios de Stonewall, el colectivo sigue luchando por conseguir sus derechos, que actualmente faltan en varios lugares del mundo. Mantener relaciones sexuales con alguien del mismo sexo está tipificado como delito en más de 69 países, según el Informe sobre homofobia de Estado publicado en 2020 por la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales (ILGA). Asimismo, de los 193 países que conforman la ONU, este delito está tipificado con hasta 8 años de prisión en 30 estados; entre 10 años hasta cadena perpetua en 27 países y con pena de muerte en 6 estados. La situación, además, se ha agravado en el último año debido a la pandemia de COVID-19, que ha reducido de manera considerable los espacios seguros para la comunidad LGTBIQ+. Esta situación ha sido aprovechada por diversos gobiernos en su mayoría de países subdesarrollados, para perseguir y oprimir a las personas que pertenecen al colectivo. Todos estos datos evidencian la clara protagonización de los países asiáticos y africanos respecto a las normativas contra las personas LGTBIQ+.

En el terreno legislativo, en cambio, los países de la Unión Europea son los que en su mayoría recogen más leyes de protección contra la discriminación por orientación sexual, según publica la ILGA. También otorgan un mayor reconocimiento legítimo a la unión familiar y otro tipo de uniones entre personas del mismo sexo. En cuanto al ámbito estatal, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), coloca a España como el quinto país que mejor protege los derechos y la integración de la comunidad LGTBIQ+, y también como uno de los que más ha avanzado en este terreno en las dos últimas décadas. La OCDE, además detalla que las leyes y normas españolas cumplen el 69% de los estándares internacionales marcados en 2019, de cara a la igualdad y la integración de estas personas.

A pesar de estos datos, España sigue mostrando signos de desigualdad y rechazo al colectivo LGTBIQ+, en cuanto al ámbito social. Según recoge la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA) en su Estudio sobre los delitos de odio y la discriminación contra las personas LGTBIQ+ 2020, la comunidad sigue enfrentándose a altos niveles de discriminación y exclusión. En España el 48% de las parejas homosexuales evitan coger de la mano a su pareja en público por miedo a amenazas o agresiones. Asimismo, con el 47%, los espacios públicos son los lugares donde más se niegan a mostrarse tal y como son por temor a la reacción de los demás. La FRA también hace referencia a la situación en los centros educativos, donde el 34% de los estudiantes LGTBIQ+ en España afirman haber sido ridiculizados en el ámbito escolar por su condición o identidad sexual. Los porcentajes expuestos manifiestan la problemática existente en torno a la juventud LGTBIQ+. Pero es importante destacar que esta cuestión no solo existe en las escuelas o institutos. Así lo expone el Ministerio del Interior en el Informe sobre la evolución de los delitos de odio en España 2019, donde el grupo comprendido entre 18 y 25 años son los perfiles de víctimas más amenazados debido a su orientación sexual y/o identidad de género. Con un total de 121 delitos de odio, se destaca que la mayoría han sido por lesiones y amenazas, estas últimas, en gran medida vía redes sociales e internet.

Todas las cifras reveladas por los diferentes estudios están respaldadas por una serie de testimonios. En primer lugar, tenemos a una pareja lésbica protagonizada por Nadia Cañero y Claudia Sánchez, de 21 y 22 años respectivamente. Con una relación estable de más de 3 años, no conviven en la misma casa, pero comparten la mayoría de su tiempo juntas gracias al trabajo y las diferentes amistades en común. Sus inicios estuvieron marcados por varias dificultades debido a que Claudia nunca había estado antes con una persona de su mismo sexo. «Darme cuenta de que no solo me gustaban los hombres, fue complicado para mí, nunca me lo había planteado», afirma Claudia. Destaca que, aunque ya llevan bastante tiempo juntas, aún no exteriorizan del todo su condición sexual. Al revés, si puede ocultarlo, lo hace: «A mí me preguntan si tengo novia y digo que no, el qué dirán puede hacerte mucho daño y prefiero evitarlo». En cuanto a situaciones incómodas vividas, Nadia explica que hace cuatro años aproximadamente estaba en el transporte público con su anterior pareja y un hombre se les acercó para increparlas mediante expresiones como «me ponéis enfermo, pero no en el mal sentido».

A continuación, nos encontramos con una pareja gay formada por Joan Ramírez y Antonio Aguilera. Conviven juntos hace poco más de cinco meses, gracias a que Antonio, bailador de flamenco de veinticuatro años, decidió trasladarse de Sevilla a Barcelona. Antonio expone que debido a su profesión ha tenido que ocultar su condición sexual: «No me he podido dar besos con mi pareja en las diferentes salas donde he trabajado, por orden de mi representante». Joan de veintidós años, es monitor infantil, profesión que le ha provocado tener que enfrentarse a diversas situaciones complicadas. «Los niños y niñas habitualmente me preguntan si tengo novia, a veces no sé cómo explicarles que no, que tengo novio» menciona Joan. Además, subraya que el problema en cuanto al rechazo del colectivo LGTBIQ+ radica mayormente en la educación que los padres enseñan a sus hijos, ya que las mentes retrogradas de los padres, y sus ideales, se continúan transmitiendo entre generaciones.

En tercer lugar, tenemos otra pareja homosexual integrada por María Puerto y Ainhoa Alegre. Las dos con veinte años de edad, exponen la difícil etapa escolar que tuvieron que vivir. María recuerda que cuando tenía doce años en el patio del instituto siempre jugaba con los chicos a fútbol, y debido a ello sufrió comentarios despectivos como «bollera o machorro», por el simple hecho de que le gustaran los deportes o se juntara más con personas del sexo masculino. Ainhoa por su parte, a los dieciséis años decidió explicar su condición sexual a sus compañeros de clase. A partir de ese momento y hasta el final de su etapa educativa, recibió bullying por gran parte de estos llegando incluso a tener que abandonar por un tiempo el colegio. «De repente todo el mundo dejó de hablarme, y si llegaban a dirigirse hacia mi persona, era para reírse o insultarme» cuenta Ainhoa. También destaca que el papel del profesorado dejó mucho que desear, porque eran los únicos que podían actuar para detener el acoso, pero en cambio, optaron por mirar hacia otro lado.

Por último, nos encontramos con Raquel Hernández, una chica de veintidós años, que debido a su condición sexual y su estética ha sido rechazada por diferentes sectores de la ciudadanía. «Que una chica como yo no siga los estereotipos marcados por la sociedad, provoca un rechazo por parte de las personas que comparten ideologías más conservadoras», afirma Raquel. También destaca que, ante la discriminación vivida, actúa de forma insegura. Asimismo, cabe destacar la colaboración de Samuel Medina, un joven de veintitrés años que no ha querido que su rostro sea fotografiado porque puede repercutir negativamente en su persona. Los diferentes testimonios junto con los diversos informes nombrados, evidencian la escasa aceptación social que la comunidad LGTBIQ+ tiene en actualmente en España. Que las leyes amparen a las personas del colectivo, no quiere decir que estas estén íntegramente protegidas del «verdadero» peligro, como es la normalización y aprobación de la sociedad. Por lo tanto, es imprescindible salir a las calles, el 28 de junio, a reivindicar tanto por los problemas sociales existentes hoy en día como son la desigualdad, el acoso y la discriminación, como por los derechos que escasean en otros países del mundo. Porque, aunque en ojos ajenos el día del Orgullo LGTBIQ+ sea una fiesta más dónde vas para «pasarlo bien», en realidad, es una reclamación de los derechos que hoy en día aún faltan, en menor o mayor cantidad, en todo el mundo.

Eva Moreno Robles (Texto y Fotografías)