Ana Maria Torrijos: El debate sobre lo sucedido en nuestra vida democrática durante el último curso parlamentario

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Ana Maria Torrijos El debate sobre lo sucedido en nuestra vida democrática durante el último curso parlamentario

Ana Maria Torrijos – Licenciada en Filología Clásica: El Debate-Balance 

El debate-balance sobre lo sucedido en nuestra vida democrática durante el último curso parlamentario, ha servido únicamente para la puesta en escena de las proclamas de las distintas fuerzas políticas. Muchos son los problemas que han puesto a prueba a los ciudadanos en ese período, la aún difícil situación económica agravada por la excesiva tasa impositiva, la ilegal confiscación de la soberanía en un pseudo-pseudo-referéndum nacionalista, los actos delictivos y de penalización política que se han descubierto y por mencionar alguno más, la trivialidad con que se toma la gestión de nuestros intereses como pueblo. Era de prever que los abordarían promoviendo propuestas y réplicas sea por parte del gobierno o de la oposición, pero fue un espejismo, que duró el tiempo que va de predisponerse cualquiera a presenciar la apertura del acto del Congreso hasta que no se pueda, por un instante más, ser receptor de los argumentos de los políticos…

La inestabilidad de España como Nación «Esto, no toca» según decía Jordi Pujol, no fue valorada, ni planteada, ni nombrada, por lo tanto, no hubo medidas para impedirla. El debate -EL ESTADO DE LA NACIÓN- como indica su nombre ha mostrado ser una apariencia ya que la preocupación estaba en cúal de los dos, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, había superado la prueba, de ahí que el acto se transformara en un mitin político, aplaudido y jaleado por una bancada u otra según el que tuviera el turno de palabra; pero no todo queda en el recinto del Congreso sino que luego se incorporaron los medios de comunicación y las sucesivas tertulias que nos bombardearon, igual que en un partido de pin-pon, con la puntuación que merecían los líderes, según la tendencia que abandera cada una de ellas.

Es tan rígido el formato que impide una controversia abierta y espontánea sobre los asuntos más intranquilizantes para la sociedad, lo que permite a cada representante político valerse de su guion escrito, alejado a veces de lo expuesto por el anterior orador al que pretendía replicar. El pleno de la Cámara de los Diputados se consigue cuando las dos fuerzas mayoritarias intervienen, después la plaga del absentismo domina el escenario, el sueldo que reciben no contempla su presencia en los escaños y una gran mayoría de sus señorías, no consideran ser oídos los comunicados de las restantes fuerzas políticas, que por cierto también son parcelas de la apuesta de los ciudadanos. Sólo cuando no alcanzan la mayoría absoluta para gobernar, requieren el apoyo de una de ellas cediendo cuotas de poder político y de soberanía, por no elegir el aliado fiel a los valores que transmite la Constitución.

Esta circunstancia narrada me obliga a recuperar el pasado reciente: desde que el Gobierno de la Generalidad diseñó un programa de inmersión lingüística obligatoria en catalán, excluyendo el castellano-español como lengua vehicular de la enseñanza; desde ese inicio, hará más o menos una veintena de años, muchos han sido los movimientos ciudadanos, agrupados en asociaciones, manifestaciones en la calle, recogida de firmas, petición de apoyo al defensor del Pueblo, al Parlamento Europeo, ruta por diferentes lugares del resto de España para informar de lo que acontecía a la sociedad catalana, conferencias, escuelas de verano… y últimamente varias sentencias de los tribunales apoyando el castellano como lengua transmisora de conocimientos en la escuela.

Miles de maestros se alejaron de Cataluña y otros ya no pidieron traslado a ella, plazas que fueron ocupadas por afines al proyecto identitario nacionalista; poco a poco los colegios públicos y concertados han ido imponiendo el Decreto sin posibilidad por parte de los padres, de ejercer su derecho de elección de lengua.

Engaños, presiones y fraudes en el sistema educativo, prácticas muy graves mientras los sucesivos gobiernos centrales no han hecho nada para defender la Ley. Mientras tanto la institución autonómica ha ido legislando en el sentido de su propio proyecto y controlando infinidad de entidades, colegios profesionales, sindicatos, centros culturales…

Y los políticos en campaña electoral, y protagonistas de un debate que no se ajusta a las necesidades de los ciudadanos. Si la economía es importante no deja de ser menos la honestidad, la responsabilidad y la solidaridad para con los demás y sobre todo cuando los demás ostentan la SOBERANÍA.

Ana Maria Torrijos