Fidel Castro o el verbo torrencial, el clan de los Castro, una revolución que nunca acaba

0
1011
Imagen de archivo del fallecido expresidente cubano Fidel Castro Ruz (dcha), y su hermano Raúl Castro (i). Archivo Efe

Agencias – El líder cubano Fidel Castro, quien murió este viernes a los 90 años, guardó con especial celo su intimidad y pese a haber tenido una numerosa familia, entre hermanos, hijos, nietos o sobrinos intentó que su vida personal estuviera siempre marcada por la discreción. La Habana (Cuba), sábado 26 de noviembre de 2016. Fotografía: Imagen de archivo del fallecido expresidente cubano Fidel Castro Ruz (dcha), y su hermano Raúl Castro (i). Archivo Efe

El clan de los Castro, un régimen totalitario con controla todo un Pueblo señalando al enemigo externo

Descendiente de un emigrante español de Galicia -Ángel Castro- convertido en terrateniente y de la cubana Lina Ruz, fue el tercero de los siete hijos de la pareja, que encabezó la primogénita Ángela, y el segundo de los tres varones.

Aunque mantuvo con mucha reserva su entorno familiar, en su retiro, Fidel Castro se animó a comentar su infancia y juventud en «Guerrillero del Tiempo», un libro de memorias escrito por la periodista cubana Katiuska Blanco a partir de conversaciones con el expresidente cubano y presentado en 2012.

«Mi padre siempre fue muy cariñoso. Era un hombre de carácter, tenía mal genio, inspiraba respeto. Pero no discutía mucho ni estaba regañando. Era el símbolo de la autoridad», recordaba un anciano Fidel Castro a su padre en ese libro, donde destaca que era su madre quien se ocupaba de la disciplina en la finca familiar de Birán, en la provincia oriental de Holguín.

En ese libro, Castro comentaba que se llevaba bien con todos sus hermanos, -«con algunos más que otros»- y que fue Raúl, cinco años menor que Fidel, quien rápidamente le siguió en «conciencia política revolucionaria».

Su sucesor en la presidencia de Cuba lo siguió desde las primeras acciones de la revolución, y Ramón, el mayor de los varones Castro Ruz (fallecido en febrero de 2016), también participó en actividades contra el dictador Fulgencio Batista pese a que siempre estuvo más apegado a las faenas del campo en el terruño natal.

De sus hermanas, Ángela vivió en Cuba y falleció en 2012 en La Habana (donde no se informó de su muerte), Agustina también reside en la isla y Enma marchó a México y allí se casó en 1960, aunque mantiene los vínculos con la familia.

Juanita, antagonista política y crítica del proceso que encabezaron sus hermanos, está exiliada en Miami (EE.UU.) desde principios de la revolución castrista y publicó en 2009 el libro de memorias «Mis hermanos Fidel y Raúl: La historia secreta» escrito con la periodista mexicana María Antonieta Collins. Fidel recordó de ella su «carácter fuerte» en «Guerrillero del Tiempo».

El líder cubano también se rodeó de discreción en su vida sentimental. Durante muchos años se mantuvo en la sombra su esposa Dalia Soto del Valle, maestra de profesión, cuya relación con Castro, según algunos de sus biógrafos, data de hace más de 40 años, cuando se habrían conocido durante una campaña de alfabetización.

A Dalia Soto se la ha podido ver junto a Fidel Castro -en un discreto segundo plano- a partir del año 2010 cuando reapareció en algunos actos públicos tras haber permanecido cuatro años totalmente apartado por la enfermedad que le retiró del poder.

Casi 20 años más joven que Castro, rubia, de ojos verdes, Dalia se ha dejado ver también ocasionalmente en público acompañada de alguno de sus hijos, cinco varones cuyos nombres comienzan con A: Alexis, Alejandro, Ángel, Alex y Antonio. Estos han tenido una mayor proyección pública en los últimos tiempos.

Alex Castro Soto del Valle nació en La Habana en 1963, es graduado de ingeniería en Tecnología de la Industria Electroquímica en Moscú, pero a partir de 1998 ha ejercido como camarógrafo de la televisión estatal y sus fotografías aparecen en las páginas de varios medios oficiales.

En los últimos años se ha hecho cada vez más visible particularmente como autor de las fotos de su padre publicadas en los periódicos locales y la página web oficialista Cubadebate.

Antonio, nacido en 1969, es el médico especialista en ortopedia que atiende la selección nacional de béisbol de la isla y ocupa puestos directivos en las federaciones nacional y la internacional de Béisbol (IBAF).

Fidel Castro se casó por primera vez en 1948, con Mirtha Díaz Balart, cuando aún estudiaba la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana, y fruto de ese matrimonio tuvo a su primogénito Fidel, pero se divorciaron en 1954.

«Fidelito», sin duda el más conocido de los hijos de Castro, estudió Física Nuclear en la antigua URSS y estuvo al frente del programa nuclear de la isla desde 1980 hasta 1992, cuando su propio padre lo destituyó del cargo.

Después, fue asesor del Consejo de Estado, autor de varios libros, y suele aparecer con cierta frecuencia en actos públicos.

Entre los romances y amores fugaces que se le atribuyeron al líder cubano a lo largo de su vida, la más comentada ha sido sin duda la relación que mantuvo con Natalia Revuelta, una bella mujer de la alta sociedad casada con un médico prestigioso, que se involucró en las actividades de la revolución.

De esos amores nació en 1956 Alina Fernández, su única hija (aunque Castro nunca le dio su apellido), que vive en Estados Unidos y que en numerosas ocasiones se ha declarado adversaria política de su padre.

Natalia (Naty) Revuelta vivió en Cuba hasta su muerte en marzo de 2015.

Pero, quizá, quien tuvo el privilegio de ser la mujer más influyente en la vida de Fidel Castro fue Celia Sánchez, su más cercana colaboradora desde la guerrilla de la Sierra Maestra, devenida en su secretaria personal en los primeros tiempos de la revolución, y con quien además mantuvo una entrañable amistad hasta su muerte en 1980 víctima de cáncer pulmonar.

En cuanto a su hermano Raúl, quien tiene fama de ser más familiar de lo que lo fue Fidel, se casó con su compañera de lucha en Sierra Maestra Vilma Espín -fallecida en junio de 2007- con quien tuvo cuatro hijos: Déborah, Nilsa, Mariela y Alejandro.

Su hija Mariela es una de los descendientes de los Castro que ha alcanzado mayor proyección pública y mediática en los últimos años al frente del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) por sus reivindicaciones en favor de los derechos de la comunidad homosexual.

Fidel falleció a los 90 años de edad en la noche del 25 de noviembre, a las 22.29 hora local (3.29 GMT del sábado), informó este sábado su hermano, el presidente Raúl Castro en una alocución en la televisión estatal.

Los restos del líder histórico de la Revolución cubana serán cremados «atendiendo su voluntad expresa», explicó Raúl Castro, visiblemente emocionado.

Fidel Castro o el verbo torrencial

Capaz de pronunciar discursos ininterrumpidos durante horas y horas, Fidel Castro dejó con su prolífica oratoria frases para la historia que marcaron el imaginario de los cubanos y crearon toda una escuela de retórica revolucionaria.

imagen de archivo del expresidente cubano Fidel Castro durante su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Archivo Efe.
imagen de archivo del expresidente cubano Fidel Castro durante su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Archivo Efe.

Se desconoce con exactitud la cantidad de discursos que pronunció Fidel Castro hasta que enfermó en 2006, aunque algunos de sus biógrafos los cifran en más de 2.500, muchos de 5 horas de duración o más, y la mayoría pronunciados de pie.

Con alguno de ellos, en 1959, batió el récord de 9 horas seguidas hablando.

Su frase «condenadme, no me importa, la Historia me absolverá», pronunciada en 1953, durante el juicio por el frustrado asalto que encabezó contra el Cuartel Moncada, fue la primera de una larga colección de frases que hicieron famoso a Castro y su revolución.

Los cubanos tampoco olvidarán el «¿Voy bien Camilo?», la pregunta que formuló al jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, Camilo Cienfuegos, el 8 de enero de 1959, durante el discurso en el cuartel de Columbia, tras la entrada triunfal de los guerrilleros en La Habana.

«Vas bien, Fidel», respondió Cienfuegos, uno de los más populares líderes revolucionarios, desaparecido en octubre de 1959 en un accidente aéreo en circunstancias que nunca llegaron a aclararse.

Muy consciente del valor de las palabras y los grandes lemas, Castro confirió un papel destacado a la propaganda: «La propaganda no puede ser abandonada ni un minuto, porque es el alma de nuestra lucha», afirmó en 1953, durante su reclusión tras el fallido asalto al Moncada.

Después del triunfo de la revolución, el 1 de enero de 1959, y durante décadas muchas de sus frases fueron reproducidas en periódicos, carteles y pancartas públicas, y repetidas hasta la saciedad por funcionarios y otros dirigentes.

«Compañeros obreros y campesinos, esta es la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes. Y por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida», proclamó Castro en 1961, en vísperas de la invasión de Bahía de Cochinos, al declarar el carácter socialista de la revolución.

Con una polémica frase que le valió críticas y desafectos sentó las bases de su particular política cultural: «Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada (…) ¿Cuáles son los derechos de escritores y artistas, revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la revolución, todos; contra la revolución, ningún derecho», así lo advirtió en sus «Palabras a los intelectuales» en junio de 1961.

«En una fortaleza sitiada, toda disidencia es traición», con esa frase de San Ignacio de Loyola justificó en varias ocasiones la represión a opositores y críticos.

Al «imperio», su peor enemigo, como se refería generalmente a Estados Unidos, dedicó muchos de sus discursos sin escatimar retórica belicista y sin bajar la guardia ni el tono de sus descalificaciones contra los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca, con especial inquina contra los Bush, padre e hijo.

«Ellos (Estados Unidos) internacionalizaron el bloqueo, nosotros internacionalizamos la guerrilla», señaló alguna vez para explicar la ayuda prestada por Cuba a las guerrillas latinoamericanas.

En el año 2000, en una de sus tradicionales alocuciones en la Plaza de la Revolución por el Día de los Trabajadores, sintetizó su concepto de «revolución» en un párrafo reproducido luego en mensajes televisivos y afiches colocados en las paredes de muchas entidades públicas por todo el país.

«Revolución es sentido del momento histórico, es cambiar todo lo que debe ser cambiado, es igualdad y libertad plenas, es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos, es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos», afirmaba Castro en el inicio de esa definición.

Ante un auditorio de estudiantes universitarios en 2005, aseveró que uno de los mayores errores de la revolución cubana «fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo».

Algunas de sus afirmaciones en esa alocución fueron recibidas como una especie de «legado» y «advertencia» para las nuevas generaciones cuando subrayó: «Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos (refiriéndose a Estados Unidos) nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra».

Esas ideas fueron retomadas posteriormente por su hermano y sucesor en el Gobierno, Raúl Castro, para impulsar la «actualización» del socialismo cubano con un plan de medidas centrado en la economía del país.

Pero sin dudas, la consigna más recordada de Fidel Castro será: «Patria o muerte, venceremos».

Con ella, Castro concluía cada una de sus intervenciones, un remedo del grito «Independencia o muerte», utilizado por los mambises contra el Ejército español durante la guerra de Independencia de Cuba.

La enfermedad que lo apartó del poder en 2006 lo alejó también de los discursos hablados pero no de los escritos, como atestiguan sus «Reflexiones», la serie de artículos que escribió sobre diversos temas, la mayoría internacionales, en sus años de convalecencia.

Fidel Castro falleció a los 90 años de edad en la noche de este viernes, 25 de noviembre, a las 22.29 hora local (3.29 GMT del sábado), informó hoy su hermano, el presidente Raúl Castro en una alocución en la televisión estatal.

De «comandante en jefe» a «soldado de las ideas»: los últimos años de Fidel

Retirado del poder desde 2006, Fidel Castro pasó sus últimos años entre la convalecencia por su enfermedad, esporádicas apariciones, duros momentos por la muerte de amigos como Hugo Chávez y Gabriel García Márquez e históricos acontecimientos como el «deshielo» entre Cuba y EEUU.

El expresidente cubano, Fidel Castro. Archivo Efe.
El expresidente cubano, Fidel Castro. Archivo Efe.

La grave dolencia intestinal que el mismo Fidel Castro declaró secreto de estado y que llegó a ponerle entre la vida y la muerte convirtió al «comandante en jefe» de la revolución cubana en un «soldado de las ideas» que cambió su legendario uniforme verde olivo por la indumentaria deportiva con la que se le vio en sus años de jubilación.

Con su inédita proclama del 31 de julio de 2006, el líder cubano delegó las riendas del país en su hermano Raúl y comenzó una larga convalecencia que le mantuvo completamente apartado de la vida pública durante cuatro años, en los que no faltaron constantes especulaciones sobre su estado de salud.

Para sorpresa de propios y extraños, Fidel comenzó a reaparecer en 2010 en algunos actos públicos, en una especie de «resurrección» donde emprendió una particular «cruzada» sobre peligros para el planeta como una eventual guerra nuclear, el cambio climático o el problema alimentario.

Muy significativa fue su presencia, en abril de 2011, en la clausura del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) donde su hermano Raúl lo sustituyó como primer secretario al frente de la organización, con lo que se completó el traspaso de poderes iniciado cinco años antes.

Además de ser testigo excepcional de su propia sucesión, Fidel Castro asistió desde el retiro a las reformas para «actualizar» el socialismo cubano, un proceso que abrió tímidamente las puertas a la iniciativa privada y que acabó con históricas prohibiciones que él mantuvo durante más de medio siglo como los viajes al extranjero o la compraventa de viviendas o coches entre particulares.

También sufrió en los últimos tiempos la perdida de grandes amigos, en especial la del presidente venezolano Hugo Chávez, el principal socio de la isla en el siglo XXI y fallecido el 5 de marzo de 2013 a los 58 años tras una larga batalla contra el cáncer.

«El mejor amigo que tuvo el pueblo cubano a lo largo de su historia», así definió Fidel Castro, en un artículo tras su muerte, a quien fuera su pupilo político en América Latina y al que dedicó su atención personal, como una suerte de «médico de cabecera», durante las prolongadas estancias de Chávez en la isla para someterse a tratamientos.

Castro también sobrevivió a uno de los líderes internacionales más carismáticos del siglo XX: el expresidente sudafricano Nelson Mandela, fallecido en diciembre de 2013 y con quien mantuvo una relación de amistad y admiración mutua.

Y nada fácil fue para él la pérdida en abril de 2014 de Gabriel García Márquez, el universal escritor colombiano que estuvo unido al expresidente cubano por una estrecha amistad durante décadas que trascendió las críticas, los cambios políticos y el paso del tiempo.

Fidel Castro fue en vida testigo silente de uno de los principales acontecimientos en la historia de la revolución cubana:

el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el «imperio» al que por décadas dedicó sus más feroces críticas.

El acercamiento con Washington se hizo oficial el 17 de diciembre de 2014 con sendas comparecencias televisivas y simultáneas de los presidentes de Cuba, Raúl Castro, y de Estados Unidos, Barack Obama.

Desde su retiro en 2006, la enfermedad obligó al líder de la Revolución cubana a renunciar a sus largos discursos en público pero encontró una vía para expresar sus opiniones en las «Reflexiones», una serie de artículos de prensa cuya frecuencia languideció poco a poco.

Sin embargo su retiro no mermó un ápice el interés internacional que siempre suscitó la figura de Fidel: sus apariciones, la frecuencia de sus artículos o las fotos con las personalidades a las que recibía en su casa de La Habana sirvieron durante años para pulsar el estado del «comandante en jefe» en unos años donde no cesaron tampoco los constantes rumores sobre su muerte.

En las imágenes que de él se divulgaron en los últimos años se podía ver a un anciano Fidel de aspecto frágil, casi siempre sentado, con voz débil aunque animado y mucho más delgado que en sus épocas de esplendor.

Durante su largo mandato, la salud de Fidel Castro fue uno de los secretos mejores guardados de un país cuyos ciudadanos nada o muy poco supieron durante más de medio siglo de sus dolencias, salvo las que él mismo se encargaba de explicar con detalle.

En sus mejores tiempos, Fidel, amante de los deportes desde la infancia, presumía de forma física y durante años se burló de los frecuentes rumores que circulaban sobre todo tipo de enfermedades e incluso sobre su muerte.

Sobre la enfermedad que le obligó a delegar el poder nada se explicó oficialmente, aunque la tesis más extendida es que sufrió una «diverticulitis» derivada en peritonitis después de tres operaciones fallidas.

Fidel Castro, el líder revolucionario que puso a Cuba bajo el foco del mundo

Fidel Castro, el hombre que condujo el destino de Cuba durante casi medio siglo y uno de los líderes más controvertidos de la historia contemporánea, falleció hoy en La Habana a los 90 años, tras retirarse del poder en 2006 por una grave enfermedad.

Imagen de archivo del fallecido expresidente cubano, Fidel Castro. Archivo Efe.
Imagen de archivo del fallecido expresidente cubano, Fidel Castro. Archivo Efe.

Al frente de una revolución que puso a Cuba en el centro de la escena internacional y de un régimen que se ha prolongado 56 años, Castro fue actor y superviviente destacado en el tablero de las complejas tensiones de la segunda mitad del siglo XX entre socialismo y capitalismo, norte y sur, y ricos y pobres.

Fue tan admirado como mito revolucionario como acusado de dictador, pero hasta sus enemigos le reconocieron carisma y una capacidad de liderazgo poco comunes: a nadie dejó indiferente su polémica personalidad que reveló desde joven, cuando advirtió que solo buscaría el juicio de la historia.

«Condenadme, no me importa, la Historia me absolverá», fue la famosa frase que pronunció en 1953, con 27 años, ante el tribunal que lo condenó por el asalto al cuartel de Moncada, su primera acción armada contra la dictadura de Fulgencio Batista y que se considera el arranque de la revolución cubana.

Fidel Castro se mantuvo en el poder 49 años y 55 días marcados, entre otros hitos, por el enfrentamiento con Estados Unidos, su alianza con la URSS, la crisis económica en que se hundió la isla tras caer ese bloque y la revolución «bolivariana» capitaneada por su pupilo venezolano Hugo Chávez, que se convirtió en el principal aliado de la Cuba castrista en el siglo XXI.

Al hombre que gobernó con mano férrea la isla caribeña solo la enfermedad pudo apartarle del poder y en 2006 delegó todos los cargos en su hermano Raúl: fue así testigo de su propia sucesión y también de las reformas emprendidas por el menor de los Castro para intentar reanimar una economía socialista en ruinas.

Nacido el 13 de agosto de 1926 en Birán, en el oriente de Cuba, su padre fue un emigrante gallego que acabó terrateniente: su severidad unida a la formación que recibió de los jesuitas en uno de los mejores colegios de La Habana influyeron decisivamente en el carácter de Fidel Castro.

Fue en la Universidad de La Habana donde Fidel Castro se formó como líder estudiantil mientras concluía la carrera de Derecho y comenzaba sus andanzas políticas.

Tras el fracaso de Moncada estuvo en la cárcel durante casi dos años y luego se exilió a México: allí conoció al Che Guevara con quien volvió a Cuba a bordo del «Granma» con otros 82 expedicionarios para comenzar la lucha guerrillera de Sierra Maestra (1956-1959).

Derrotó a Batista en una guerra desigual donde aprovechó el descontento social de un país muy joven como estado independiente que vio en el jefe de los «barbudos» un líder capaz de reinventar la identidad nacional.

Fidel Castro creó en Cuba un «comunismo caribeño» con base marxista-leninista, pero sobre todo muy influido por el legado nacionalista del héroe independentista José Martí y trufado con recetas de cosecha propia, resultando un singular modelo «fidelista».

Fueron claves en la perpetuación de ese sistema su eficaz aparato de seguridad y el constante control social a través de organizaciones de masas como los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), «ojos y oídos» del régimen para que los propios cubanos vigilaran los movimientos de sus vecinos.

La dimensión política de Fidel Castro no se entiende sin su principal enemigo y obsesión: Estados Unidos, el «imperio» que, según La Habana, intentó deshacerse de él hasta 600 veces con los métodos más dispares.

Con Cuba bajo el embargo económico de su poderoso vecino desde inicios de la década de los 60, Castro sobrevivió a 11 inquilinos de la Casa Blanca y no dejó de criticar sus políticas, alimentando un fuerte sentimiento patriótico en la isla.

Pero también aprovechó el bloqueo estadounidense para imponer un estatus de «plaza sitiada» con el que justificó decisiones controvertidas y la represión a disidentes y críticos acusados siempre de contrarrevolucionarios y mercenarios al servicio de Washington.

Sin embargo, Fidel Castro vio en sus últimos días cómo su enemigo y su propio país, bajo el mandato de su hermano Raúl, daban un giro diplomático histórico con el anuncio, el 17 de diciembre de 2015, para restablecer relaciones diplomáticas después de más de medio siglo de enfrentamiento.

Durante las primeras décadas de la revolución, la Cuba de Fidel Castro fue un referente para la izquierda internacional: la resistencia de la pequeña isla apenas a 140 kilómetros de la principal potencia mundial reeditó el mito de David y Goliat con banda sonora de la Nueva Trova y un legado de iconos como el Che Guevara estampado en las camisetas de varias generaciones.

Y también porque impulsó reformas sociales sin comparación en la América Latina de la época, convirtió a la isla en una potencia deportiva y promovió una importante vanguardia cultural y artística, con la advertencia de que todo cabe dentro de la revolución pero nada contra ella, como amargamente padecieron muchos intelectuales críticos que acabaron exiliados o apartados.

En 1961, en vísperas de derrotar la invasión anticastrista de Bahía de Cochinos, declaró el carácter socialista de su Revolución y comenzó con la URSS una larga alianza que tuvo sus altas y bajas, incluida la tensa «crisis de los misiles» con EE.UU. en 1962, que puso al mundo al borde de una guerra nuclear.

Tres décadas después, la profunda dependencia de la URSS se desveló en toda su magnitud con la caída del bloque soviético y Cuba tuvo que declarar el «periodo especial», una economía de guerra en tiempos de paz donde la revolución tuvo que abrirse al dólar y al turismo.

Cuba no volvió a ser la misma tras aquellos duros años de escasez máxima, apagones de 16 horas y traumáticos episodios como la crisis migratoria de los «balseros», la profundización de la corrupción cotidiana, la reaparición de la prostitución o el denominado problema de la «pérdida de valores».

En el siglo XXI, Castro encontró una tabla de salvación en la alianza política y amistad personal que tuvo en el venezolano Hugo Chávez, cuyo petróleo fue y sigue siendo fundamental para el sostenimiento de Cuba, incluso después de la muerte del líder bolivariano, en 2013.

Poco antes de cumplir los 80 años, Fidel Castro delegó el poder en su hermano Raúl tras admitir una grave enfermedad intestinal que él mismo declaró secreto de estado y que le mantuvo entre la vida y la muerte.

Se apartó de la vida pública y comenzó a escribir sus famosas «Reflexiones» o artículos de prensa mientras su hermano Raúl asumía las riendas centrado en la «batalla económica» y la «actualización del socialismo».

En sus últimos años, Fidel Castro, que reapareció esporádicamente en algunos actos públicos, se dedicó a analizar cuestiones de índole internacional como el peligro de una guerra nuclear, el problema de la alimentación mundial o la crisis del sistema capitalista.

En ese periodo, los cubanos asumieron su retirada del poder y, más ocupados por resolver el difícil día a día de la isla, se acostumbraron a vivir sin su tutela directa.

Ahora se sabrá qué efectos tendrá la desaparición de Fidel Castro en las próximas páginas de la historia de Cuba, que además acaba de abrir una nueva etapa tras el deshielo diplomático con Estados Unidos.