Kiko Amat: «La rareza es una magulladura no particularmente romántica»

0
850
BARCELONA (ESPAÑA), 07.04.2018. El escritor Kiko Amat posa durante una entrevista concedida a Efe. Amat nació y creció en el extrarradio. Aunque se alejara de su epicentro hace años, sigue volviendo a la periferia con sus artefactos literarios. Ahora con "Antes del huracán" regresa a su Sant Boi natal, con una historia nada pop, "dura y concisa", en la que la rareza tiene su peso. Efe.

Efe – Kiko Amat insiste en que es un mundo que quiere seguir reflejando y no obvia «que dejó cicatrices en mi y yo no cicatrizo nada». Asimismo, deja muy claro que la obra «no puede leerse en clave de costumbrismo benevolente, porque es una descripción dura y si se quiere política de lo que es el extrarradio». Barcelona (España), domingo 8 de abril de 2018. Fotografía: BARCELONA (ESPAÑA), 07.04.2018. El escritor Kiko Amat posa durante una entrevista concedida a Efe. Amat nació y creció en el extrarradio. Aunque se alejara de su epicentro hace años, sigue volviendo a la periferia con sus artefactos literarios. Ahora con «Antes del huracán» regresa a su Sant Boi natal, con una historia nada pop, «dura y concisa», en la que la rareza tiene su peso. Efe.

El escritor Kiko Amat nació y creció en el extrarradio. Aunque se alejara de su epicentro hace años, sigue volviendo a la periferia con sus artefactos literarios. Ahora con «Antes del huracán» regresa a su Sant Boi natal, con una historia nada pop, «dura y concisa», en la que la rareza tiene su peso.

En una entrevista con Efe, reconoce que en otros títulos suyos había hecho «un canto romántico a la rareza, mientras que aquí se muestra como una magulladura no particularmente romántica».

Publicada por Anagrama, en su quinta novela Amat lleva al lector hasta el ficticio hospital psiquiátrico Santa Dympna de Sant Boi de Llobregat (Barcelona), donde están Curro, que ingresó después de un grave brote de locura homicida, y su fiel Plácido, un hombre que ejerce como su mayordomo, siempre de punta en blanco, muy aficionado a todo lo relacionado con la Segunda Guerra Mundial.

En este paseo por los pabellones del psiquiátrico, el narrador también pone el foco en la infancia de Curro, en el año 1982, junto a su mejor amigo Priu, otro «nerd», con el trasfondo del Mundial de fútbol o la guerra de las Malvinas y una familia no muy estructurada, con una madre obesa y un padre amante de los abdominales.

Kiko Amat considera que otra diferencia con sus anteriores libros es que en éste «yo he desaparecido, lo que hago es utilizar la novela como canal para explicar una historia de la periferia de los años ochenta, al margen de mis gustos, inclinaciones artísticas, juicios, filias y fobias».

Sin olvidar un particular sentido del humor, porque «es una herramienta fundamental para escribir sin solemnidad», cree que el libro plantea preguntas que quedan por resolver sobre si: «¿es el entorno el que nos cambia?, ¿Se empeora con los años o ya lo llevamos todo de fábrica? ¿En que punto uno se convierte en otra persona?» ¿Por qué hay gente que se rompe y otra que no?».

Por otra parte, advierte que aunque pueda identificarse con Curro, envuelto en sus tics y en una lucha atroz por superar los traumas de su vida, «yo no soy él».

Para Amat, cuya madre trabajaba de enfermera en el hospital psiquiátrico de Sant Boi -real- y, donde de pequeño visitó «traumatizado» el lugar, «no es nada romántico estar loco».

A la vez, destaca que en esta novela ha aumentado la luz «empática» con respecto a los personajes peores. «El padre de Curro que es quizá el más malo, igual no te cae bien, pero entiendes lo que le pasa y eso para mi supone un triunfo literario, poder explicar las partes más negras y oscuras de los personajes».

Asimismo, deja muy claro que la obra «no puede leerse en clave de costumbrismo benevolente, porque es una descripción dura y si se quiere política de lo que es el extrarradio».

Preguntado si no se cansa de escribir sobre este lugar, con sus descampados, sus malos olores, sus cajas de cartón mojadas en la calle como una galleta maría en un vaso de leche, indica que no y que piensa continuar haciéndolo.

«Yo no soy -prosigue- un escritor de ideas, soy un narrador de historias y para mi eso es lo más importante. En la periferia hay ocho millones de historias. No tengo ningún miedo en quedarme junto a esta fuente y seguir inventando nuevos personajes y que las historias transcurran allí».

Además, indica, sin falsa modestia, que «tampoco hay muchos escritores que lo puedan hacer, pero yo escribo desde el conocimiento de esa clase media o media baja, tengo una mirada interior, no aérea».

Kiko Amat insiste en que es un mundo que quiere seguir reflejando y no obvia «que dejó cicatrices en mi y yo no cicatrizo nada».