Pablo Hasel ha hecho de la apología del odio su negocio, por François Meylan 

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FOTOGRAFÍA. UNIVERSIDAD DE LÉRIDA (CATALUÑA) ESPAÑA. 16.02.2021. Vista del delincuente rapero de ultraizquierda, Pablo Hasel, durante su detención tras negarse a ingresar voluntariamente en prisión después de ser procesado, juzgado y condenado por la Justicia por el delito de enaltecimiento del terrorismo de la banda terrorista separatista comunista ETA, del Grapo y de la banda terrorista islamista Al Qaeda. Efe 

Muchos medios de comunicación son complacientes al afirmar que el rapero Pablo Rivadulla Duró (Pablo Hasel) ha sido condenado por presuntas injurias públicas a la monarquía. La verdad es más grave que unos «titulares» que buscan, una vez más, vender.

Pablo Hasel ¯cuyo nombre real es Pablo Rivadulla Duró—, rapero entre tantos otros, hasta hace poco totalmente desconocido, ha elegido la provocación y la apología del odio para llamar la atención. Una forma de lidiar con un talento que obviamente no tiene. De ahí a considerarlo un artista hay un paso que su servidor no dará.

Me he preguntado por la definición de arte. La que me dio un profesor de Bellas Artes ya jubilado se ajusta a mi concepción de la grandeza: «El arte es el resultado de la superación de uno mismo». «¿Es una exageración pedir perdón a organizaciones terroristas como ETA, que ha asesinado cobardemente a más de 800 personas, entre ellas ciudadanos desarmados, mujeres y niños, en un país donde el ejercicio de la democracia no es cuestionado por ninguna institución seria de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o del Estado?

Probablemente, que es una superación de uno mismo en la estupidez pero ciertamente no es arte.

Pablo Rivadulla Duró tenía hasta el pasado viernes, 12 de febrero de 2021, por la noche para ingresar voluntariamente en prisión y comenzar a cumplir la condena de nueve meses que le impuso la justicia. Condenado por enaltecimiento del terrorismo, así como por injurias y calumnias contra la corona y el Estado.

Por lo tanto, no comentaré la naturaleza de la sentencia. Sólo me pregunto por las disposiciones penales, en la medida en que existan, de otros países europeos con respecto a un individuo que profiere públicamente insultos y amenazas. Porque la persona en cuestión también ha amenazado a un testigo.

También me pregunto qué repercusión tendría esto en nuestros medios de comunicación, muchos de los cuales intentan satisfacer a una izquierda moralista que sólo es progresista de nombre, si Hasel pidiera perdón por el nazismo en lugar de por los asesinos separatistas vascos o los «Grapo», otro movimiento criminal.

¿Y qué diría el colectivo de artistas -artistas de verdad esta vez- que recientemente firmaron una tribuna de apoyo a Pablo Rivadulla Duró si sustituyeran a la policía, a los Borbones y a la España supuestamente «fascista» que el «rapero-artista» pide implícitamente que sea borrada de la faz de la tierra por «judíos», «negros» o «árabes»?

Por último, ¿qué hacía todavía en este país donde el aire es tan irrespirable?

Lamentablemente, su condena por la justicia penal le dio una publicidad que nunca habría obtenido por otros medios. Como mínimo, merece la desaprobación y la indiferencia. El problema es que en cuanto legislamos la respuesta a la llamada al odio y al asesinato es difícil aplicar la ley sólo cuando no es probable que se produzcan disturbios. Ciertamente, aún queda mucha labor pedagógica por parte de nuestros intelectuales y otros creadores de opinión para explicar la gravedad del comportamiento de Pablo Hasel.

Recordemos que en la vecina Francia se han perpetrado odiosos asesinatos por parte de desequilibrados inspirados en llamadas al odio y al asesinato en las redes sociales.