Segunda República| El ministro de Agricultura Manuel Giménez Fernández, El bolchevique blanco

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FOTOGRAFÍA. MADRID (ESPAÑA), (1931-1939). El ministro de Agricultura de la Segunda República, Manuel Giménez Fernández. Efe

Efe.- Sevilla (España), miércoles 13 de abril de 2022. Biógrafo de Bartolomé de las Casas, catedrático de Derecho Canónico, Manuel Giménez Fernández fue conocido como «El bolchevique blanco» porque, hombre de comunión diaria, cuando fue ministro de Agricultura de la Segunda República antepuso sus inquietudes sociales a las de su propia clase, como ahora señala una biografía.

El presidente del Gobierno Felipe González, que fue discípulo suyo en la Universidad de Sevilla, declaró que «don Manuel Giménez Fernández despertó en mí el sentido de la política», mientras que, hombre que por su marcada independencia cosechó enemistades en su propio partido, hizo de la idea evangélica «Sólo la verdad nos salvará» el lema de su vida.

La biografía de Manuel Giménez Fernández, a cargo de Leandro Álvarez Rey, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, sirve de estudio introductorio a la obra de Giménez Fernández titulada «Bartolomé de las Casas, precursor de la justicia social», que ha reeditado la editorial Urgoiti, especializada en Historia y en historiadores.

FOTOGRAFÍA. MADRID (ESPAÑA), (1931-1939). El ministro de Agricultura de la Segunda República, Manuel Giménez Fernández. Efe

Álvarez Rey destaca que Giménez Fernández, antes de estudiar Derecho, cursó Filosofía y Letras y obtuvo el premio extraordinario de licenciatura con apenas 19 años, y después, como joven profesor auxiliar, impartió enseñanza en las Facultades de Derecho y de Filosofía y Letras y no fue hasta los años de la Guerra Civil y de la posguerra cuando se centró en la figura de Bartolomé de las Casas.

«Mi opinión es que fue en los años de la Guerra Civil y de la inmediata posguerra, durísimos para él y para su más cercano entorno familiar, cuando Giménez Fernández encontró en Las Casas una especie de trasunto de su propia experiencia vital», escribe Álvarez Rey para añadir:

«Un hombre defensor de la justicia social, que denunció e intentó corregir los abusos de su época, profundamente religioso, equivocado a veces, cargado de buenas intenciones y sobre todo incomprendido y repudiado por los suyos».

Como ministro de Agricultura, Manuel Azaña definió en sus «Diarios» a Giménez Fernández como «un conservador utópico, de aspecto tosco…», y Álvarez Rey corrobora que, en efecto, fue «un hombre muy diferente a esos señoritingos que constituyeron lo que él siempre llamó los ‘conservaduros’ de la CEDA».

Por más identificado que estuviera con la figura de Bartolomé de las Casas, el interés americanista de Giménez Fernández no se detuvo en el dominico y en su bibliografía figuran títulos como «Hernán Cortés y su revolución comunera en la Nueva España», «Las doctrinas populistas en la Independencia de Hispanoamérica y «Las Cortes de la Española en 1518», entre otros.

Con ese recorrido académico, en 1946 fue nombrado para desempeñar la cátedra de «Historia de la Iglesia y de las Instituciones Canónicas Hispanoamericanas» de la Universidad de Sevilla, mientras que entre 1949 y 1954 fue jefe de Investigación de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos.

En ambas áreas de conocimiento, la jurídica y la histórica, dejó, como también en la política, «una fama de hombre recto y justo, desinteresado y entregado», según dijo de él el magistrado y catedrático de la Universidad de Málaga José Calvo González.

Una definición de la que Álvarez Rey, en la conclusión de su semblanza biográfica, considera que «no es un mal epitafio para un hombre que siempre defendió, en un país como el nuestro, la democracia, la dignidad del ser humano y la justicia social».