Torrijos: «Vuelve a planear sobre nosotros la sombra de la discordia: Una ideología, el Nacionalismo»

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Torrijos Vuelve a planear sobre nosotros la sombra de la discordia Una ideología, el Nacionalismo - copia

Ana María Torrijos en su carta semanal señala: «vuelve a planear sobre nosotros la sombra de la discordia: Una ideología, el Nacionalismo». Puntualiza Torrijos y sigue: «España no solo está aquejada por una precariedad económica, de la que saldremos, sino también está sumida en un desorden de valores, en una falta de seguridad de sus bienes materiales, de su vida y de civilización que en estos momentos parece peligrar (Libertad , Ley e Individuo)», asegura La licenciada en Filología Clásica en su carta que reproducimos íntegra, a continuación.

«En democracia, las personas son el centro de atención de todas las propuestas institucionales. Así empezó, en tiempos pasados, nuestro modelo de convivencia y aunque sufrió muchas vicisitudes a lo largo de los siglos, la administración a favor de la mayoría, la igualdad ante la ley, el mérito personal y el respeto a la libertad consiguieron implantarse en Europa, no sin pocas dificultades. No existe otro espacio cultural en el que se hayan conseguido de forma generalizada mayores cotas de bienestar económico, de desarrollo educativo y de respeto a los derechos individuales como en el ámbito occidental.

Cuando se habían dejado atrás las secuelas de las guerras y los muros de la intransigencia se habían derrumbado, vuelve a planear sobre nosotros la sombra de la discordia e incluso de la involución: Una ideología, el Nacionalismo, que para imponerse rompe la legalidad, y un movimiento totalitario, que viene de tierras lejanas y arrasa todo, hasta la vida humana. Ambas afecciones son un riesgo enorme para el funcionamiento de una sociedad libre y lo será aún más si somos incapaces de salvaguardar los valores que heredamos y por los que hemos trabajado y legislado. La revisión del pasado histórico, con sus éxitos y fracasos, y el cuestionarnos los errores que se han cometido, nos ilustrará a la hora de establecer medidas correctoras para eludir el desgarro social y la posible desaparición del código ético.

Ninguna sociedad puede mantenerse ajena a la ineficacia y sonambulismo de su equipo dirigente, si este no es capaz de gobernar con valentía. Hemos delegado en él nuestra soberanía y lo que es más entrañable nuestro futuro, nuestros intereses y nuestras familias. La ligereza que mostró un ministro de reciente nombramiento, de retirar la ley que rige el copago farmacéutico-ambulatorio, con solo una simple frase «porque no se cumple» (que banaliza el peso de la ley), después de haber sido la misma ley razonada y fundamentada en su implantación por su compañera de Partido y antecesora en el cargo, insisto, esta ligereza nos obliga a plantearnos: ¿Qué interés persigue la respuesta del miembro del ejecutivo?, ¿qué peso moral tendrá cuando pretenda obligarnos a cumplir algún decreto?.

No caben engaños, comportamientos contradictorios como fue la asistencia, con consenso, a manifestaciones fuera de nuestras fronteras ante la violencia yihadista cuando en el ámbito doméstico, desde luego con consenso, se facilita la impunidad de los actos filoterroristas, y con el amparo de dictámenes de organismos europeos, de no obligado cumplimiento, excarcelan a justicieros del terror, acompañados de pederastas y violadores.

Muchas manifestaciones alentadas por el gobierno, oposición o sindicalistas llenan las calles, pero ninguna, cuando niñas y mujeres son víctimas de esos sujetos, desequilibrados sexuales, que se les ha concedido la libertad para ocultar el supuesto plan-diálogo con los terroristas etarras. También están ausentes las feministas que gritan y se quejan ante cualquier reforma de la ley del aborto, en defensa según ellas, de los derechos de la mujer. ¿Es que la mujer no tiene derecho a su integridad, a su dignidad cuando se deja transitar por nuestras ciudades a obsesos del sexo, reincidentes?. Aún están en nuestra memoria las horribles imágenes del 11M, los muertos en las vías del tren, los ciudadanos prestando su ayuda, los bomberos, los sanitarios, las fuerzas del orden y los «políticos» mezquinos, desnaturalizados lanzándose unos a otros la desolación de un pueblo.

Es intolerable que unos señores desde sus blindados cargos oficiales se desentiendan de la mayoría de los ciudadanos y se lancen al vacío jurídico por insidiosos motivos, sea en busca de la nación utópica, que han inventado, en aras de estrategias pseudopolíticas o de intereses espurios. Los daños colaterales de estos comportamientos perjudican al Estado de derecho, a la existencia de la Nación española y sobre todo a la honradez y al respeto de las personas.

Se requiere una nueva forma de hacer política y un nuevo uso del lenguaje –comunicados directos, claros, de compromiso, y luego medidas eficaces para resolver todos los problemas-. España no solo está aquejada por una precariedad económica, de la que saldremos, sino también está sumida en un desorden de valores, en una falta de seguridad de sus bienes materiales, de su vida y de civilización que en estos momentos parece peligrar (Libertad, Ley e Individuo)».

Ana María Torrijos