Algunos de los cánceres que padece España son la soberbia y la agresividad

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FOTOGRAFÍA. SANTA COLOMA DE GRAMANET (CATALUÑA) ESPAÑA, 18.11.2018. Vista de los «Einsatzgruppen» (Escuadrones de la Muerte) del Primer «Reich» de la República Catalana, unos simpatizantes de miembros de organizaciones racistas que se hacen llamar "Comité de Defensa de la República Catalana" (CDR), "Unida Contra el Fascismo y Racismo" (UCFR), "Antifascistas" y colectivos de ultraizquierda, los llamados "Feministas", hoy montando una emboscada a las españolas y españoles asistentes a la marcha contra la agresión y violación de una mujer en el metro del barrio de Can Peixauet (Santa Coloma de Gramanet) Barcelona, la pasada madrugada del domingo, 11 de noviembre de 2018, por 15 inmigrantes islamistas magrebíes. Lasvocesdelpueblo (Ñ Pueblo).

El comienzo del fin, la anarquía, se produce cuando desaparecen los valores y la autoridad. No es necesario ser graduado o graduada en sociología para saberlo. Si un individuo carece de valores como modales, humildad y obediencia al representante del orden, se convierte en una bestia. Parece que la buena educación y la amabilidad son vestigio del pasado, y propios de gentes menesterosas. Se vive en un estado de letargo donde no existen idealismo, apreciación o límites. Una sociedad donde se consumen pornográficas cantidades de series televisivas, vídeos, autofotografías y trapos (la categoría «prenda de vestir» es superior). Sólo se sale de esa anestesia, sólo se abre la boca para atacar, exigir, o quejarse.

Resulta contradictorio que vivamos en la época más maleducada y grosera, y al tiempo uno no pueda expresarse con claridad, y cantar algunas verdades sin el miedo omnipresente a «ofender» a algún débil que no digiere la verdad incómoda, u opiniones ajenas. Se trata de un tipo de diversidad que no está de moda. No existe la tolerancia ni la libertad de expresión.

Los valores

Otra manifestación de la falta de valores se observa en el apabullante número de individuos agrestes que se mueven por calles, colegios y establecimientos con la idea en mente de que no tienen responsabilidades ni obligaciones, sólo derechos, como vivir levantando la voz a quien gusten, y que, si son analfabetos, vagos y groseros, son iguales a los cultos, trabajadores y educados. Porque hoy todos somos iguales, porque nada importa, porque en España puedes hacer lo que quieras. Se ha dejado de transmitir la idea de que las cosas, desde párvulos hasta la muerte, no se hacen como a uno le venga en gana, sino de una forma determinada; o la aprendes y aplicas, o quedas fuera de la sociedad. Debemos recordar las palabras de Karl Marx en Los estatutos de la Primera Internacional: «no más derechos sin deberes».

Algunos de los cánceres que padece España son la soberbia y la agresividad. La sociedad está condenada en el momento en que sus miembros carecen de la humildad para reconocer sus inmensas y numerosas lagunas, y de la voluntad de trabajo para paliarlas, buscando para ello a un preceptor que nos ilumine, nos saque del obscurantismo de la incultura, y a cambio nosotros mostrarnos agradecidos. Porque a esa persona le debemos ser más y mejor.

También encontramos una falta de valores en el examen para obtener el carné de conducir: sólo se evalúa lo técnico, no se incluye en el temario una esencial parte ética: tomar conciencia de que, si no eres responsable al volante, si no prestas tanta atención como te sea humanamente posible, puedes dejar a un ser humano paralítico, o a ti mismo. Mientras se permita sentarse en el asiento del conductor a una persona que no ha recibido formación ética, se estará permitiendo que las carreteras estén tomadas por niños. Se está ofreciendo un arma mortal a un inconsciente.

Otro valor caído en desuso es el del aprecio, de materiales y personas. No se valora nada, ni la comida, ni la calefacción, ni los útiles de escritura, tampoco las distintas personas en la vida cotidiana que, mediante pequeñas y grandes acciones, ayudan a uno cuando no es independiente. No se intenta ahorrar recursos naturales ni se cuida los bienes, privados o públicos; compras otro. Cuando la Tierra se agote, no podrás adquirir una nueva.

Tampoco se ahorra dinero, se vive con irresponsabilidad. No se piensa en el mañana, que indefectiblemente llega. Cuando el invierno se presenta, la cigarra pide con descaro a la laboriosa hormiga que comparta. Ésta, justamente, ha de dejar que la primera muera de frío o hambre. Porque hacer las cosas bien no debe tener la misma consecuencia que hacerlas mal. La crisis económica de 2008 se produjo a causa de decisiones erróneas por parte de altos políticos y economistas (no del empleado de la oficina bancaria del barrio), y de la masa de personas que vivieron peligrosamente y se quemaron. No ahorraron, vivieron por encima de sus posibilidades, y se arrastraron a sí mismas y a sus hijos a la pobreza. Entonces, que papá Estado nos salve de nuestra negligencia. Estas personas se colocaron al borde del precipicio, y cuando el viento les empujó al vacío… la culpa es del tiempo.

Actualmente la falta de autoridad es tendencia. Cuando un sujeto perdió las elecciones en Andalucía en diciembre de 2018, anunció que el resultado no podía consentirse. También que los grupos que (en su opinión) no habían votado al partido ganador, debían «tomar las calles». Me permito ilustrarle en contenido de primer año de Derecho: alentar la violencia es ilegal. Aunque quién dice que en España no puedes pasarte la ley por el arco del triunfo. Todo es una fiesta, ¿no? ¿Quién es el derechista que quiere aplicar la ley sobre mí? Qué facha, lo tengo más claro… En cuanto a «no poder consentir» el resultado de esas elecciones: ¿no son los izquierdistas los que desgastan los términos democracia y tolerancia? Dicho personaje debería ser aleccionado por el señor Albert Rivera en materia de perder con dignidad. También debe instruirse en congruencia, y mudarse a Vallecas o Tetuán, a un apartamento de 40 m2, para vivir rodeado de los suyos: clase baja, los pobres de la tierra, la gente de verdad. Como la familia de ultramar Castro, que posee una de las mayores fortunas de la historia del dinero, en un país donde el 60% de los edificios sufren daños estructurales. Viva el repartir. No se trata de un caso aislado, en el izquierdismo prolifera la falta de conexión entre la teoría y la práctica, la prédica y los actos: los ministros españoles socialistas, eternos defensores de la educación pública, invariablemente han enviado a sus vástagos a centros educativos no sólo privados, sino a aquellos que se cuentan entre los mejores de España. ¿Por qué no les envían al instituto del barrio, sin coche oficial ni guardaespaldas? Viva la igualdad.

La anarquía avanza como los bárbaros: en mayo de 2007 dos jóvenes españoles arrancaron la bandera nacional letona cuando se encontraban en dicho país. Un diplomático español hubo de viajar a Riga para explicar al brazo ejecutor de la ley nacional, que en España no se enseña a respetar nada y que aquí el amor a la patria es un concepto demodé, que viola los derechos de los apátridas y antiespañoles.

Las pantallas

Otro de los males modernos son las pantallas. Han hecho aumentar la larga lista de adicciones humanas, su retirada ya causa a miles de personas síntomas de abstinencia. Ahí no termina el perjuicio: estamos tan ocupados en saturar la red con “jajaja, estoy comiendo una manzana”, que hemos dañado gravemente nuestro juicio sobre qué merece la pena compartirse, con lo que ello supone, ocupar un espacio y llamar la atención, en una sociedad abarrotada de todo y llena de juglares espásticos.

Las pantallas están íntimamente unidas a la multitarea: nos obligamos a realizar tres labores a la vez, y con ello hemos deteriorado de forma preocupante nuestra capacidad para prestar atención y lograr calidad: en cualquier escrito se ha de resaltar la palabra clave en negrita o tamaño grande, y aun así hay que explicarlo en voz alta: estamos tan hiperconectados, tan hiperestimulados, que siempre pasamos por alto lo importante, y nos han de bombardear con ello procurando elevar la voz por encima del ruido creciente, y dejar notificaciones en tres redes sociales distintas para asegurarse de que el mensaje va a llegar al cerebro, agotado. Y un sistema nervioso presionado refuerza los comportamientos agresivos.

Nos obsesionan las noticias, enfermizamente corremos para conocer antes que el resto que a cinco mil kilómetros ha estallado una bomba (cuando ni siquiera sabemos colocar ese país en el mapa), al tiempo que no tenemos idea alguna de lo que ocurre en las vidas de aquellos con los que compartimos techo. Los móviles han invadido y violado cada rincón de la vida: bibliotecas, iglesias, hospitales, colegios, domicilios (que sólo a veces son hogares). Es casi imposible acudir al cine o al ballet sin que la luz de la pantalla del inalámbrico de un homínido en la sala te desconcentre y rompa la magia. Cómo no van a sufrir los niños hiperactividad y problemas para concentrarse si desde el momento en que son destetados les meten la cara en una pantalla, para que no molesten: la época en que menos niños no deseados nacen, es la época en que menos se educa y más se vive para librarse de aquellos que han sido concebidos con deliberación, incluso pagando clínicas de fertilidad y sufriendo estragos en la salud a causa de los tratamientos durante meses o años.

¿Qué tiene que ocurrir para que se produzca un giro radical, cuándo despertaremos del buenismo, del borreguismo, dejaremos de tener miedo de la inquisición progre y empezaremos a defendernos con uñas y dientes, con orgullosa mano dura, sin paños calientes, de los ataques extranjeros, de todo aquello que obstaculice la unión, fortaleza y crecimiento de la patria?

Éste es mi pensamiento y corazón hechos tinta. Los progres censurarán mis palabras y me condenarán al infierno en el que no creen, porque no se puede consentir que alguien se aleje de la dictadura moderna.

España, 02 de julio de 2020

Amaya Guerra