Trump se entrega en su primera semana a cumplir promesas de campaña electoral

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El presidente de EEUU, Donald J. Trump, ayer en el Pentágono en Arlington, Virginia. EFE

Efe – El presidente de EEUU, Donald Trump, se ha entregado en su primera semana en el cargo a cumplir promesas de su campaña electoral, incluso algunas de las más controvertidas, con lo que ha enterrado las esperanzas en que suavizaría su agenda nacionalista y populista al llegar a la Casa Blanca. Washington (Estados Unidos), sábado 28 de enero de 2017. Fotografía: El presidente de EEUU, Donald J. Trump, ayer en el Pentágono en Arlington, Virginia. Efe.

Su mensaje de que es momento de dejar de hablar y pasar a la «acción», pronunciado en su discurso de investidura del 20 de enero y varias veces más en estos últimos días, estaba claro para algunos desde hace mucho tiempo.

Trump «nunca ha tomado una posición en la que no crea», explicaba esta semana al diario The Washington Post un ex asesor suyo, Sam Nunberg, al sostener que ahora se ha puesto de manifiesto que estaban equivocados todos los que pensaban que «no iba a ser un presidente orientado a resultados en el programa con que compitió, que él diseñó».

Sarah Huckabee Sanders, principal adjunta al portavoz de la Casa Blanca, resumía al mismo diario que Trump «formuló un plan para ganar la Presidencia, ganó, y ahora está implementando las políticas por las que hizo campaña», porque «no es alguien que se sienta y espera que sucedan las cosas».

Ningún presidente de la historia moderna de EEUU ha comenzado su mandato con tal cantidad de iniciativas sobre muy diversos temas presentadas en un plazo tan corto.

El mismo 20 de enero, el día de su investidura, Trump firmó una orden para comenzar a desmantelar la reforma sanitaria de su antecesor, el expresidente Barack Obama.

Pero la agenda frenética de emisión de órdenes ejecutivas y memorandos comenzó verdaderamente el lunes, el primer día laborable de Trump en la Casa Blanca.

Ese día el mandatario ordenó retirar a EEUU del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), sobre el que advirtió durante su campaña que sería «un desastre potencial» para el país y pieza clave del legado comercial y en Asia-Pacífico de Obama.

Pero también firmó otra orden que prohíbe el uso de fondos del Gobierno para subvencionar a grupos que practiquen o asesoren sobre el aborto en el extranjero, una política republicana que data de la década de 1980 y que Obama había cancelado, y una tercera que congela las contrataciones de funcionarios del Gobierno federal, exceptuando las de las Fuerzas Armadas.

Al día siguiente, el martes, Trump dio una buena noticia a la industria petrolera y una mala a los grupos ecologistas del país al posibilitar la construcción de dos grandes proyectos de oleoducto que Obama había paralizado debido a su previsto impacto en el medioambiente.

Pero las medidas más polémicas estaban aún por llegar y se materializaron en parte el miércoles con una orden para iniciar en cuestión de «meses» la construcción de un muro en la frontera con México, una de las principales promesas electorales de Trump.

Además del muro, Trump decretó crear más centros de detención para indocumentados, ampliar el número de agentes de control fronterizo y la interrupción de ciertos fondos federales a las llamadas «ciudades santuario» como Chicago, Nueva York y Los Ángeles, que protegen de la deportación a los inmigrantes en situación irregular.

El tema de la construcción del muro y la insistencia de Trump en que será México, de una forma u otra, el que pagará su coste ha generado incluso una crisis con el país vecino, cuyo presidente, Enrique Peña Nieto, ya no visitará la Casa Blanca la semana próxima, como estaba previsto.

Trump y Peña Nieto hablaron este viernes durante una hora para tratar de rebajar las tensiones, pero ambos reconocieron sus «claras» diferencias sobre el pago del muro, un asunto que han acordado no volver a tratar en público, al menos por el momento.

También este viernes Trump firmaba en el Pentágono sus últimas órdenes ejecutivas hasta la fecha, dentro de su promesa de campaña de prohibir la entrada de musulmanes a EEUU como parte de su estrategia antiterrorista y de defensa.

A partir de ahora, quedan suspendidas todas las acogidas de refugiados durante 120 días para examinar los mecanismos de aceptación y asegurarse de que radicales no pisan territorio estadounidense.

Además, la admisión de refugiados sirios se paraliza indefinidamente y se suspende durante 90 días de la concesión de visados a ciudadanos de una lista de siete países de mayoría musulmana con historial de terrorismo -Libia, Sudán, Somalia, Siria, Irak, Yemen e Irán-.

Y esto solo es el comienzo, porque Trump es un presidente «con gran energía y de alto impacto», al que «Washington sigue ajustándose», de acuerdo con un tuit de una de sus consejeras en la Casa Blanca, Kellyanne Conway.